Especial para Cambio Político
Misión: Café San Felipe |
Para efectos ilustrativos, la Constitución de Cádiz fue aprobada el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que sus defensores popularmente la conocieron como “la Pepa”. Paradójicamente, los absolutistas enemigos de esta constitución republicana identificaron el grito ¡viva la Pepa! con lo que sería desorden e irresponsabilidad y ese es el significado que ha trascendido hasta nuestros días.
De ahí que es importante hacer dos aclaraciones obligatorias. 1) el título de esta crónica no es ninguna loa a nuestros señores diputados y 2) el Cronista no formó parte de ninguna delegación de gobierno, que la señora Presidenta emulara en su periplo a quien escribe estas líneas es una mera coincidencia.
Hechas las introducciones y aclaraciones de rigor, vamos al grano. La Constitución de Cádiz se promulgó en el Oratorio de San Felipe Neri, entre las calles de Santa Inés y San José. Tanta santidad debió inspirar mucho a los constituyentes, pero lo que inspiró más a este Cronista en la actualidad fue ver que frente a tan solemne edificación yacía una acogedora taberna denominada “Café San Felipe” que afortunadamente tenía mucho más de bar que de café, un lugar pequeñito, con una barra en la que caben escasamente unas cinco personas y un par de salones con unas poquitas mesas, pero que está atendido por un entusiasta y amable personal, pues los andaluces son como ellos dicen, muy “salerosos”, lo que sería “vacilones” en tico. De hecho su dueño, Salvador es toda una institución.
Así que raudo el Cronista procedió a convocar a otros de los miembros de su Orden para que juntos efectuaran el sacrificio de catar las viandas que ofrecía el lugar, cuyo menú contenía sugestivos nombres inspirados en el ilustre aniversario. Comenzamos examinando un Picadillo 2012, una combinación de mariscos a base de mejillón, camarón, pulpo y calamar, muy buena para iniciar. Luego se probó la que parecía ser la estrella del menú: un mollete (emparedado de pan tostado) denominado Viva la Pepi, así, dicho con cariño, que era una combinación de carne de res con jamón de Jabugo, de verdad que se merecía las vivas. Los nombres inspirados seguían con El Político, un mollete con chorizo, jamón y queso, obviamente el nombre se debía al primer ingrediente. A continuación vinieron unas tortitas de camarón, un plato típico gaditano que consiste en un torta a base de huevo, pan y cebolla en la se colocan los camarones, exquisita. El resto del menú de tapas lo constituían más variedades de molletes, el de atún estaba muy bueno y la casa se enorgullece de sus chacinas o carnes curadas. Y en un bar español, tampoco podían faltar las aceitunas y la tortilla de patatas, todo lo cual combinaba muy bien con la cerveza andaluza Cruzcampo y los famosos vinos de Jerez.
Veredicto: no es el mejor bar de Cádiz pero la ubicación y el ambiente son inigualables. No sabemos si la semana pasada algún goloso presidente se habrá despistado para comerse un mollete de los que en su honor llevan su nombre.
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