Explicaciones de fronteras inexplicables

El Esequibo

Una frontera que existe… y no existe

Si uno mira un mapa de Guyana, el territorio del Esequibo aparece claramente integrado al país. Pero si cruza la frontera imaginaria hacia Venezuela, ese mismo espacio —unos 159.500 km², casi dos tercios de Guyana— es presentado como “zona en reclamación”. El Esequibo es, desde hace más de un siglo, una de esas fronteras inexplicables donde la cartografía, la historia y la política dicen cosas distintas al mismo tiempo.

El origen del conflicto se remonta al siglo XIX, cuando el Imperio británico y Venezuela disputaban los límites entre la entonces Guayana Británica y el territorio venezolano. En 1899, un tribunal arbitral internacional con sede en París falló a favor del Reino Unido, fijando la frontera actual. Durante décadas el laudo fue aceptado, pero en 1962 Venezuela lo declaró nulo, alegando irregularidades y presiones políticas. Desde entonces, Caracas sostiene que el territorio al oeste del río Esequibo le pertenece legítimamente.

Lo curioso es que el Esequibo funciona, en la práctica, como parte integral de Guyana. Allí viven comunidades guyanesas, se aplican las leyes del Estado y se realizan elecciones nacionales. Sin embargo, en los mapas oficiales venezolanos aparece rayado, sin integración administrativa plena, como un territorio “pendiente”. Es una frontera que no tiene muros, ni alambradas, ni puestos de control visibles, pero que existe con enorme fuerza simbólica en los discursos nacionales de ambos países.

El conflicto se reactivó con fuerza en el siglo XXI por una razón muy concreta: recursos naturales. En el área marítima frente al Esequibo se han descubierto importantes yacimientos de petróleo, lo que elevó exponencialmente el valor estratégico de la región. Guyana llevó el caso ante la Corte Internacional de Justicia, buscando que se ratifique la validez del laudo de 1899. Venezuela, por su parte, rechaza la jurisdicción de la Corte y propone una solución negociada directa, lo que añade otra capa de ambigüedad al conflicto.

Así, el Esequibo es un ejemplo perfecto de frontera inexplicable: un territorio administrado por un país, reclamado por otro, heredado del colonialismo y reactivado por el petróleo. No hay guerra abierta, pero tampoco una solución definitiva. Mientras tanto, el mapa sigue contando dos historias distintas, según de qué lado se mire.

Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicación de fronteras inexplicables”