La frontera entre República Dominicana y Haití
Una frontera inexplicable en una sola isla
El origen de esta frontera no está en montañas ni ríos, sino en la historia colonial. Mientras la parte oriental de la isla permaneció bajo dominio español, el occidente pasó a manos francesas. Esa división administrativa, aparentemente circunstancial, dio lugar a caminos radicalmente distintos. Haití emergió de la primera revolución de esclavos exitosa del mundo en 1804, pero fue castigado durante décadas con bloqueos, deudas e intervenciones. El lado oriental siguió una trayectoria más gradual, con vínculos diferentes con Europa y luego con Estados Unidos.
La frontera actual es, así, una herencia política, no una necesidad geográfica.
Pocas fronteras son tan evidentes desde imágenes satelitales. Del lado dominicano se observa una cobertura forestal relativamente estable; del lado haitiano, una deforestación severa. Este contraste no se explica por el clima ni por el suelo —que son muy similares—, sino por decisiones históricas, políticas públicas y capacidades estatales divergentes. La frontera funciona como un experimento involuntario de historia comparada: mismo entorno natural, resultados opuestos.
A pesar de los discursos de confrontación, la frontera es intensamente transitada. Miles de personas la cruzan a diario para trabajar, comerciar o acceder a servicios. Los mercados binacionales son esenciales para la supervivencia de comunidades a ambos lados. En la práctica, la frontera es porosa e interdependiente, aunque en el plano político se presente como una barrera rígida.
Aquí reside una de sus paradojas centrales: cuanto más se intenta endurecer la línea, más se revela la dependencia mutua.
En los últimos años, muros, vallas y controles reforzados han convertido esta frontera en un símbolo cargado de significado político. Para algunos sectores dominicanos, representa soberanía y orden; para muchos haitianos, exclusión y necesidad. En realidad, la frontera dice menos sobre el “otro” y más sobre miedos, desigualdades y heridas históricas no resueltas.
¿Por qué es una frontera inexplicable? porque divide una sola isla en dos realidades extremas sin que la naturaleza lo justifique. Porque nació de imperios que ya no existen, pero sigue condicionando el presente. Y porque, aunque pretende separar, une de manera inevitable a dos sociedades condenadas a convivir.
En La Española, la frontera no es solo una línea: es una lección viva de cómo la historia pesa más que la geografía.
Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicación de fronteras inexplicables”
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