3 de diciembre, 2025
Este es un artículo de opinión de John Burroughs, analista sénior del Comité de Abogados sobre Política Nuclear.

John Burroughs
SAN FRANCISCO, Estados Unidos – En una publicación en Truth Social que tuvo repercusión mundial, el 29 de octubre el presidente Donald Trump escribió: «Debido a los programas de pruebas de otros países, he dado instrucciones al Departamento de Guerra para que comience a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones».
Un mes después, sigue sin estar claro a qué «programas de pruebas» se refería Trump. Aparte de Corea del Norte, que realizó su última prueba en 2017, ningún país ha llevado a cabo pruebas con explosivos nucleares desde 1998.
Algunos comentaristas especularon que Trump se refería a pruebas de sistemas de lanzamiento de armas nucleares, ya que Rusia acababa de realizar pruebas de sistemas innovadores, un torpedo de largo alcance y un misil de crucero de propulsión nuclear.
Quizás para subrayar que Estados Unidos también prueba sistemas de lanzamiento, en un inusual comunicado de prensa del 13 de noviembre, Sandia National Laboratories anunció una prueba realizada en agosto en la que un avión F-35 lanzó bombas nucleares inertes.
Sin embargo, parece que las pruebas en cuestión se refieren a ojivas nucleares.
En lo que fue claramente un esfuerzo por contener las implicaciones del anuncio de Trump, el 2 de noviembre, el secretario de Energía, Chris Wright, dijo con respecto a los planes de Estados Unidos que «creo que las pruebas de las que estamos hablando ahora mismo» implican explosiones «no críticas» en lugar de «nucleares».
El Departamento de Energía es responsable del desarrollo y mantenimiento del arsenal nuclear.
Por el contrario, las declaraciones de Trump en una entrevista grabada el 31 de octubre apuntan a supuestas pruebas subterráneas con explosivos nucleares realizadas por Rusia, China y otros países como base para las pruebas paralelas de Estados Unidos.
Sus declaraciones quizá se debieron a evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses de hace años, según las cuales Rusia y China podrían haber llevado a cabo experimentos de muy baja potencia que no pueden detectarse a distancia.
Lo prudente es suponer que Trump se refiere al regreso de Estados Unidos a los ensayos con explosivos nucleares.
Esa suposición se ve reforzada por el hecho de que, pocos días después de la publicación de Trump en las redes sociales, Estados Unidos fue el único país que votó en contra de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que apoyaba el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (Tpcen).
El gobierno ruso está adoptando este enfoque. El 5 de noviembre, el presidente Vladimir Putin ordenó a los organismos pertinentes que estudiaran la posibilidad de iniciar los preparativos para realizar ensayos explosivos con ojivas nucleares.
La reanudación de los ensayos con explosivos nucleares por parte de Estados Unidos sería una política desastrosa. Elevaría el papel de las armas nucleares en los asuntos internacionales, lo que aumentaría la probabilidad de un conflicto nuclear. De hecho, los ensayos nucleares pueden funcionar como una especie de amenaza.
Probablemente también estimularían y facilitarían la carrera armamentística nuclear que ya está en marcha entre Estados Unidos, Rusia y China. A largo plazo, las pruebas con explosivos nucleares animarían a otros países a adquirir armas nucleares, al aceptar una mayor dependencia de las armas nucleares por parte de las grandes potencias.
La reanudación de las pruebas con explosivos nucleares también sería contraria a las obligaciones internacionales de Estados Unidos. Estados Unidos y China han firmado el Tpcen, pero no lo han ratificado.
Rusia se encuentra en la misma situación, ya que retiró su ratificación en 2023 para mantener la paridad con Estados Unidos.
Debido a la falta de las ratificaciones necesarias, el Tpcen no ha entrado en vigor. Desde que se negoció el tratado en 1996, los tres países han observado una moratoria sobre los ensayos nucleares explosivos.
Esa postura es coherente con la obligación del derecho internacional, establecida en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de que los Estados signatarios se abstengan de realizar actos que frustren el objeto y el propósito de un tratado.
El objeto y el propósito del Tpcen son perfectamente claros: prevenir y prohibir la realización de ensayos nucleares con armas o cualquier otra explosión nuclear.
El Tpcen es un importante acuerdo multilateral con una organización de aplicación activa que gestiona un sistema mundial multifacético para verificar la prohibición de los ensayos.
Constituye un precedente para futuros acuerdos mundiales que controlen los materiales fisionables utilizados para fabricar armas nucleares, controlen los misiles y otros sistemas vectores, y reduzcan y eliminen los arsenales nucleares.
El abandono o la invalidación del Tpcen debido al estallido de ensayos con explosivos nucleares revertiría décadas de progreso hacia el establecimiento de un mundo libre de armas nucleares.
El retorno a los ensayos con explosivos nucleares sería igualmente incompatible con el cumplimiento del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP). Su artículo VI exige la negociación del «cese de la carrera de armamentos nucleares en una fecha temprana».
Las pruebas con explosivos nucleares se consideran desde hace tiempo un motor de la carrera armamentística nuclear. El preámbulo del TNP recuerda la determinación expresada en el Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares de 1963, que prohíbe los ensayos nucleares en superficie, de «tratar de lograr la suspensión definitiva de todos los ensayos con explosivos nucleares y continuar las negociaciones con ese fin».
En 1995, como parte de un paquete que permitía la prórroga indefinida del TNP, una conferencia de revisión se comprometió a completar las negociaciones sobre el TPCEN para 1996, lo que se logró. En 2000 y 2010, las conferencias de revisión pidieron que se pusiera en vigor el Tpcen.
Reanudar los ensayos con explosivos nucleares a pesar de que se ha negociado una prohibición total y apoyar el diseño y el desarrollo de armas nucleares mediante dichos ensayos supondría un rechazo rotundo de uno de los objetivos fundamentales del TNP: el cese de la carrera armamentística nuclear.
Esto erosionaría la legitimidad del TNP, que desde 1970 ha servido como una importante barrera para la proliferación de las armas nucleares. La próxima conferencia de revisión se celebrará en la primavera de 2026.
La reanudación de los ensayos nucleares, o la intensificación de los preparativos para llevarlos a cabo, socavaría gravemente cualquier perspectiva de alcanzar un resultado consensuado.
Es imperativo que Estados Unidos no reanude los ensayos explosivos de armas nucleares. Sería un duro golpe para la red de acuerdos y normas que limitan las armas nucleares y sientan las bases para su eliminación, y podría incluso conducir a las consecuencias verdaderamente catastróficas de un conflicto nuclear.
T: MF / ED: EG
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