Explicaciones de lugares inexplicables

Coober Pedy │ Australia

La ciudad que decidió vivir bajo tierra

  • El 80% de os habitantes viven bajo tierra.
  • Cuenta con la mayor reserva de ópalo del mundo.
  • Durante cinco meses al año, las temperaturas superna los 40°C.

Coober Pedy

En pleno corazón árido de Australia del Sur, donde el sol cae con una intensidad casi personal, existe un pueblo que parece desafiar las reglas más básicas de cómo se supone que funciona una ciudad. Coober Pedy no se expandió hacia arriba ni hacia los lados: eligió crecer hacia adentro, excavándose a sí misma como si fuera un animal de desierto. Aquí, bajo la superficie calcinada, miles de personas viven, trabajan y duermen dentro de túneles frescos que parecen trazados por mineros obstinados… porque lo son.

Bienvenidos a Coober Pedy, un lugar tan improbable que es difícil decidir si parece un experimento social, un escenario posapocalíptico o la prueba de que la humanidad hace lo que sea para no derretirse.

En Coober Pedy el calor no es un inconveniente, es una autoridad. Durante el verano, las temperaturas rondan los 45 a 50°C, suficiente para convertir una caminata de diez minutos en un cuestionamiento existencial. No hay árboles que den sombra; no hay brisa fresca que alivie.

La respuesta de los habitantes fue tan radical como lógica: vivir bajo tierra, donde la temperatura se mantiene estable y soportable todo el año.

Así nacieron los dugouts, viviendas excavadas en la roca arenisca. Desde el exterior apenas asoman unas chimeneas y tubos de ventilación; por dentro se extienden habitaciones talladas en la piedra, silenciosas, frescas y sorprendentemente acogedoras. Lo que en cualquier otra ciudad sería un sótano, aquí es el hogar perfecto.

La razón de ser de Coober Pedy está en las entrañas del suelo: el ópalo. En 1915 un joven de 14 años encontró allí las primeras piedras iridiscentes, y el hallazgo desencadenó una fiebre minera que nunca se apagó del todo.

El pueblo creció al ritmo de los pozos. Se cavaron tantos que hoy se estima que existen más de un millón de agujeros en los alrededores, una especie de queso gruyer del tamaño de una comarca. Los carteles de advertencia son parte integral del paisaje: “PELIGRO: HOYO”. Aquí no es una metáfora.

La minería es artesanal, persistente y a veces obsesiva. Hay historias de habitantes que encuentran ópalos mientras amplían la sala o remodelan la cocina. En Coober Pedy, reformar la casa puede ser inversión inmobiliaria y apuesta minera a la vez.

La superficie de Coober Pedy parece más un decorado marciano que un asentamiento humano. Las ondulaciones rojizas del desierto, los montículos de desecho minero y la ausencia absoluta de vegetación crean un entorno que ha fascinado a directores de cine. Por eso aquí se filmaron producciones como Mad Max: Beyond Thunderdome y Pitch Black, ambas necesitadas de paisajes donde la vida parece una hazaña improbable.

Caminar por los alrededores da la sensación de transitar por un mundo posthumano. Y, sin embargo, bajo la superficie, la vida fluye con normalidad.

La lógica de Coober Pedy terminó abrazando la vida bajo tierra en todos sus aspectos. No solo hay casas excavadas: también existen iglesias subterráneas, un museo subterráneo, hoteles subterráneos y comercios que apenas se anuncian con una entrada recortada en la ladera de una colina.

La sensación es la de descender a una ciudad paralela, silenciosa, templada y desconcertantemente funcional. Es arquitectura por necesidad, pero también un ejemplo extremo de adaptación humana.

La vida en Coober Pedy mezcla aislamiento, ingenio y una particular forma de humor seco. La cancha de golf, por ejemplo, es de tierra pelada: los jugadores cargan su pedazo de césped artificial para colocarlo donde cae la bola. Las noches, despejadas y vastas, ofrecen uno de los cielos estrellados más intensos del planeta. Y en las horas más calurosas, la calle puede parecer desierta, porque casi toda la vida se mueve bajo la superficie.

Pese a su rareza, los habitantes hablan de la ciudad con orgullo. Dicen que aquí hay paz, que hay comunidad, que el aislamiento no es un castigo sino una forma de orden. En cierto modo, Coober Pedy es una cápsula del espíritu pionero: resistente, testarudo y adaptable.

Más que un lugar extraño, Coober Pedy es una pregunta abierta sobre lo que significa habitar un espacio extremo. Demuestra que, empujada por el clima, la geología y un poco de fiebre del tesoro, la humanidad puede reinventar hasta la idea misma de ciudad.

Es un recordatorio de que hay sitios en el mundo donde la realidad supera a la ficción, donde las condiciones adversas producen soluciones audaces, y donde vivir bajo tierra no es signo de encierro, sino de ingenio.

En un planeta lleno de lugares extraordinarios, Coober Pedy sigue siendo uno de los más radicales: una ciudad que existe no a pesar del desierto, sino gracias a él.

Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicaciones de lugares inexplicables”

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