Oscar Arévalo
La estrategia central del oficialismo no se basa en construir una candidata, sino en ejecutar una «transferencia de poder».
- La campaña no se articula sobre un proyecto político propio de Fernández, sus credenciales o su visión de futuro. El eje narrativo es, inequívocamente, la continuidad del proyecto del presidente Chaves.
- Implicación: En este modelo, Chaves es el sujeto activo (el que transfiere el carisma y la base electoral), mientras que Fernández es el receptor pasivo. Su rol no es liderar, sino ser el vehículo leal para esa transferencia. Un sujeto define su propio proyecto; ella administra un proyecto ajeno.
La táctica principal que hemos observado es la ausencia. Poco frecuente en política, pero utilizada cuando todo va demasiado bien. Pero un sujeto político con agencia propia busca activamente el escenario, el debate y la confrontación de ideas para posicionarse. Fernández, en cambio, ha optado por un perfil bajo y, crucialmente, por evitar los debates electorales.
La «silla vacía» de los debates, es el «acontecimiento» que mejor condensa su rol en este momento. No es un error, es una táctica coherente con su rol de «no-candidata». (Claro que eso también habla de autoestima y otras cosas, pero ese es otro tema). Se la esconde para que no cometa errores y para evitar que su exposición (donde tendría que definir posiciones propias), entre en contradicción con la estrategia de transferencia pura.
El objetivo de la campaña no es convencer a los indecisos, sino movilizar a los convencidos. Y esta es su principal debilidad. Porque no apuesta a crecer, ni hablarle a los indecisos.
Los datos (52,4% de indecisos según IDESPO y 56% según CIEP) muestran un electorado vasto al que se debe persuadir. Sin embargo, la campaña de Fernández ha renunciado en la práctica a hablarle a este amplio bolsón de electores.
Su foco exclusivo es el 28% de la base dura de Chaves (IDESPO). Un «sujeto» político buscaría construir una mayoría propia; una «ficha» solo necesita activar la mayoría que le transfiere su líder. Esta renuncia a la persuasión es la prueba más clara de su falta de agencia electoral propia.
El análisis de su discurso revela que su principal y casi único atributo promovido es la lealtad al presidente.
No encontramos en su narrativa pública un «proyecto Fernández». No hay ideas fuerza propias, ni diagnósticos originales, ni un equipo visible que le responda a ella.
Al definirse exclusivamente por su relación con el líder, ella se posiciona como un instrumento y no como una líder. Su subjetividad política está completamente subordinada y definida por la de Chaves.
La suma de estas premisas (estrategia de transferencia, táctica de ausencia, enfoque en la movilización de la base y discurso de lealtad) nos lleva lógicamente a determinar que ella no actúa como el actor político principal de su campaña, sino como una pieza funcional dentro de la dentro del engranaje mayor de Chaves.
Queramos o no esto convierte la elección en un referéndum a la gestión de Chaves, salvo que la oposición logre posicionar un tema de más potencia.
Si la candidata no es un «sujeto» con agencia propia, la elección deja de ser una competencia entre proyectos (Fernández vs. Ramos vs. Robles o Calzada). Se convierte en un referéndum de facto sobre la figura del presidente Chaves y su gestión.
Pero esta es una apuesta de «todo o nada». Se basa en la creencia de que la «transferencia de poder» y del carisma del presidente es suficiente para ganar, y que su base de apoyo (el 28% según IDESPO) es más sólida que el rechazo que genera.
Por lo tanto, la oposición, deben decidir si acepta el referéndum y atacan la gestión de Chaves (lo cual hemos visto que es infructuoso) o si cambian el marco de la elección.
Esta es una renuncia estratégica al 52,4% de Indecisos. En la práctica, la campaña de Fernández no le está hablando al bolsón de indecisos (52,4% según IDESPO, 56% según CIEP). Por lo tanto, la estrategia de la «no-candidata» implica:
Que su campaña renuncia a la persuasión electoral. No busca convencer a los indecisos, sino que asume que su base dura es suficiente para ganar, siempre y cuando la oposición se mantenga fragmentada.
Hereda el «Techo» de Chaves: Al ser una «ficha» de Chaves, ella no solo hereda su base, sino también su techo de rechazo. Los indecisos lo son, probablemente, porque no aprueban la gestión o la figura presidencial. Al no diferenciarse, Fernández se vuelve inelegible para ellos. Esto implica que posiblemente no pueda crecer más allá de un 28%, lo cual le da para meterse en la segunda ronda, pero no para ganar en primera y probablemente tampoco en Segunda Ronda, porque, justamente “ella no es Chaves”.
Si la candidata «no manda» y «no define», en su propia campaña, su táctica principal se vuelve la ausencia. Demostrando además que teme de sus propias capacidades para enfrentar los debates y el tu a tu que permite hacer comparaciones. Esto lo hemos visto en su falta de presencia orgánica en redes, (básicamente sostenida por los trolles) y su renuencia a los debates.
La ausencia de Fernández en los debates (la «silla vacía») se convierte en el «acontecimiento» central de la campaña. Es un símbolo visible de su estatus de «no-candidata».
Esta táctica tiene una contradicción fundamental. Se esconde para no cometer errores y no exponer su falta de autonomía, pero al hacerlo, cede el 100% del escenario mediático a sus oponentes para que ellos le hablen al 52,4% de indecisos.
Esta estrategia oficialista abre flancos evidentes. Como analizamos, atacar al presidente Chaves directamente lo fortalece. Por lo tanto, la implicación para la oposición es clara:
La oposición debe dejar de confrontar la fuerza del presidente (su carisma) y atacar sistemáticamente la debilidad de su estrategia: la candidata ausente.
La «no-candidata» se vuelve el centro del ataque. La narrativa opositora no debe ser «Chaves es autoritario», sino «Laura Fernández no está preparada».
Su táctica deja al menos varias dudas:
- «Si no puede manejar un debate, ¿cómo manejará el país?».
- «El Gobernar no es transferible. Necesitamos ver sus capacidades, antes de hacer un acto de fe».
- «Un voto por la ausencia es un voto por los fracasos de gestión» (como lo estamos viendo en seguridad).
Para resumir: Laura Fernández es una «no-candidata», pero la suya, es una apuesta de alto riesgo que depende de un solo escenario: la fragmentación perpetua de la oposición. Cede toda la iniciativa política y convierte a la candidata en el «eslabón débil» de la transferencia de poder, un blanco fácil para una oposición que juegue estratégicamente.
¿Lo aprovechará la oposición?
– Abogado
Cambio Político Opinión, análisis y noticias
