El Museo de la Revolución Mexicana

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

De mi visita a la cuidad de México, ya les escribí sobre el “Monumento a la Revolución”, pero me faltaba completar el tema con el “Museo de la Revolución”, que está en el sótano del monumento, y que es muy interesante y bonito.

Pero ante, creo que es necesario poner en contexto el museo, escribiendo primero sobre la revolución mexicana, que apenas la había mencionado en mi anterior entrega. Claro, voy a hacer un resumen del resumen, apenas para que tengan una idea y se ubiquen.

La Revolución Mexicana comenzó el 20 de noviembre de 1910 con el llamado del Plan de San Luis Potosí, impulsado por Francisco I. Madero contra la prolongada dictadura de Porfirio Díaz, quien gobernó el país por más de 30 años.

Sus causas principales incluyeron la concentración extrema de tierras, desigualdad social, falta de libertad política, represión laboral y ausencia de derechos para campesinos y obreros.

Tras la renuncia de Díaz en mayo de 1911, Madero asumió la presidencia y buscó reformas moderadas, lo que generó descontento entre líderes revolucionarios como Emiliano Zapata (Plan de Ayala) y Pancho Villa, quienes reclamaban una reforma agraria auténtica.

Entre el 9 y 19 de febrero de 1913, un golpe de estado conocido como la Decena Trágica culminó con el asesinato de Madero y el ascenso de Victoriano Huerta al poder.

Huerta fue derrocado en 1914 gracias al esfuerzo del movimiento constitucionalista liderado por Venustiano Carranza, junto a Álvaro Obregón, enfrentando a las fuerzas de Villa y Zapata por el control del país.

En 1917, se proclamó la nueva Constitución política de México, pionera en Latinoamérica por incorporar derechos laborales, sociales y agrarios, además de prohibir la reelección presidencial.

Apunto al margen, que la Revolución Mexica es una de las fuentes de la socialdemocracia latinoamericana, de lo que espero escribir en alguna oportunidad.

Aunque los combates continuaron, entre ellos el asesinato de Emiliano Zapata en abril de 1919, en 1920 Carranza fue derrocado y sustituido por Obregón, consolidando el fin del conflicto armado

Los protagonistas clave fueron: Francisco I. Madero: el «Apóstol de la Democracia», iniciador efectivo de la revolución y presidente electo en 1911 (asesinado en 1913). Emiliano Zapata promovió la lucha agraria y el reparto de tierras a campesinos mediante el Plan de Ayala (1911/1913). Francisco “Pancho” Villa, líder del norte con la División del Norte, que jugó un rol militar decisivo en varias batallas. Carranza y Obregón encabezaron el movimiento constitucionalista que derrocó a Huerta y promulgó la Constitución de 1917. Ricardo Flores Magón y los hermanos Flores Magón, intelectuales y anarquistas o precursores opositores al Porfiriato, influyeron desde la prensa y el activismo previo a 1910.

Entre las consecuencias y legado tenemos la Constitución de 1917 que estableció derechos laborales (jornada de 8 horas, descanso dominical), sociales, agrarios y limitó la reelección presidencial. Laa reforma agraria con distribución de tierras mediante ejidos, beneficiando a campesinos e indígenas. Una identidad nacional renovada, con auge del nacionalismo y fomento de un arte público con muralismo; artistas como Rivera, Orozco y Siqueiros plasmaron el pasado y aspiraciones sociales del país. La cultura popular revolucionaria, con el surgimiento del corrido como narración oral y musical de hazañas y acontecimientos de la revolución, siendo clave para la memoria colectiva.

El impacto cultural y simbólico se plamó en el muralismo mexicano, apoyado postrevolución por Vasconcelos, que fue un movimiento artístico que retrató al pueblo y sus luchas como parte de la nueva identidad nacional, con obras monumentales al alcance de todos.

Las soldaderas y luchadoras como Petra Herrera desempeñaron roles fundamentales en combate y apoyo logístico, aunque la narrativa patriarcal tradicional las minimizó durante décadas; hoy se revaloran como símbolos de empoderamiento femenino

Cronología clave

Fecha Evento
20 noviembre 1910 Inicio de la Revolución – Plan de San Luis (Madero)
Mayo 1911 Renuncia de Díaz y llegada de Madero a la presidencia
9–19 febrero 1913 La Decena Trágica, Golpe de Estado y asesinato de Madero
1914 Derrocamiento de Huerta; fuerzas constitucionalistas gana
5 febrero 1917 Promulgación de la Constitución de 1917
Abril 1919 Asesinato de Emiliano Zapata
Noviembre 1920 Obregón asume presidencia y concluye etapa revolucionaria

La Revolución Mexicana fue un conflicto armado con múltiples facciones y desencuentros, pero también un motor transformador que redefinió el país. Fue un movimiento que clamó por justicia social, democracia, tierra y derechos laborales, y que dejó un legado duradero: una Constitución innovadora, una narrativa cultural pública y nueva identidad nacional.

Ahora si, sobre el museo.

El “Museo Nacional de la Revolución” se encuentra en el sótano del Monumento a la Revolución, en la Plaza de la República, colonia Tabacalera, alcaldía Cuauhtémoc. Fue inaugurado el 20 de noviembre de 1986, como parte de un proyecto museográfico ya planeado desde 1936 pero postergado por motivos económicos.

El recinto fue remodelado y reabierto el 20 de noviembre de 2002, tras una renovación significativa. El museo despliega su contenido en tres zonas principales:

  • Museo de sitio: explica las etapas proyectuales del que sería el Palacio Legislativo de Porfirio Díaz, hoy transformado en monumento
  • Sala de exposiciones temporales: presenta muestras itinerantes o temáticas complementarias
  • Exposición permanente, organizada en ocho salas cronológicas: Consolidación del Estado mexicano, El Porfiriato, Revolución democrática, Revolución política, Revolución popular, Guerra Civil y Constitución, Bases del nuevo Estado y El Cardenismo.

Más de 3 300 objetos conforman la colección: armas, uniformes, banderas, documentos, insignias, grabaciones, videos, mapas, fotografías, objetos emblemáticos como la silla presidencial de Pancho Villa o Madero y esculturas de “La Bola”, que homenajean a participantes anónimos del movimiento revolucionario.

La museografía incluye estaciones interactivas, pantallas con material fílmico, audio, iconografía atractiva y una experiencia visual lúdica destinada a facilitar la narrativa histórica.

En fechas conmemorativas como el 20 de noviembre, habilita una exposición extramuros gratuita en el patio de la Plaza de la República con paneles informativos que exponen los núcleos de la exposición permanente, accesible al público general sin costo

El museo invita a comprender el México contemporáneo a través de la Revolución Mexicana (1857–1920), abarcando desde la promulgación de la Constitución de 1857 hasta la presidencia de Venustiano Carranza. La narrativa histórica integra tanto figuras destacadas como las masas que participaron en el movimiento

Además, alberga las criptas de líderes revolucionarios dentro del Monumento, incluyendo los restos de Madero, Villa, Carranza y Lázaro Cárdenas, lo que suma un fuerte carácter simbólico al espacio

El Museo Nacional de la Revolución es un espacio cultural de referencia en la CDMX que articula historia, memoria y pedagogía. Su ubicación bajo un monumento emblemático, su museografía interactiva y su colección robusta lo convierten en una visita esencial para quienes desean adentrarse en los orígenes del México moderno.

El museo abre de martes viernes de 9 am a 5 pm y los sábados y domingos hasta las 7 p.m.

El recorrido inicia con una sección dedicada al monumento y el antiguo palacio legislativo, que se planeaba construir inicialmente en el lugar. El resto del recorrido es muy intuitivo, y lo lleva a uno de la mano cronológicamente por la revolución, extendiéndose unos años en las etapas previas (incluida la consolidación del Estado mexicano y el periodo francés) y posteriores (hasta el cardenismo), para tener el panorama completo. El recorrido se puede hacer en unos 45 m / 1 h.

Destaco la escultura “La Bola”, una pieza colectiva conformada por 21 figuras humanas modeladas en tamaño real. Creada por el artista plástico Jethro Zúñiga, esta obra simboliza a los personajes anónimos y colectivos que sostuvieron la Revolución Mexicana de 1910, reforzando la idea de la multitud como fuerza transformadora. Fue elaborada en fibra de vidrio, resina y textil.

Como ejemplo de las pinturas que destacan en el museo, quiero destacar tres fragmentos de murales (hay más), el arte más representativo de México en el siglo XX: “La Ciudad de México” de Juan O’Gorman, “La maestra rural” un fragmento del panel 20 del mural “Visión política del Pueblo” (1923-1928) de Diego de Rivera, y “Juárez símbolo de la República contra la intervención francesa” (1972) de Antonio Gonzáles Orozco.

En el anexo, incluyo una biografía de Emiliano Zapatam quizás el personaj con el que más me idetifico de la evolución mexicana. Si tienen la oportunidad, recomiendo que vean la película protagonizada por Marlon Brando sobre el Zapata se titula ¡Viva Zapata!.

La galería es una de las más profusas que he tomado, así que preparé un álbum de Facebook en alta resolución, por lo que tengan presente que van “crudas”. Directamente aquí solo les muestro unas pocas.

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Anexo

Emiliano Zapata

Emiliano Zapata

El Caudillo del Sur

En la memoria histórica de México, pocos nombres resuenan con tanta fuerza como el de Emiliano Zapata Salazar. Para millones de campesinos, indígenas y trabajadores, su figura no es solamente la de un caudillo revolucionario, sino la de un mito viviente que encarnó la lucha por la tierra y la justicia social.

Nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Morelos, en el seno de una familia campesina que, aunque no era rica, gozaba de cierta estabilidad. Desde pequeño conoció las injusticias que padecían los pueblos: el despojo de tierras comunales a manos de hacendados, la desigualdad que obligaba a los campesinos a trabajar sin derechos, y la falta de justicia para los más pobres. Aquellas vivencias forjaron en él una sensibilidad que, años más tarde, lo llevaría a encabezar uno de los movimientos más radicales y consecuentes de la Revolución Mexicana.

Hábil jinete y conocedor del campo, Zapata ganó pronto el respeto de su comunidad. Pero su destino cambió en 1910, cuando estalló la Revolución contra el régimen de Porfirio Díaz. Inicialmente apoyó a Francisco I. Madero, convencido de que sus promesas traerían justicia al campo. Sin embargo, al ver que la cuestión agraria quedaba relegada, rompió con el maderismo y proclamó en 1911 el Plan de Ayala, un documento que se convirtió en bandera del zapatismo. Allí se exigía la restitución de tierras a los pueblos y la expropiación de latifundios: un programa revolucionario que iba mucho más allá de lo que otros caudillos estaban dispuestos a aceptar.

Con el Ejército Libertador del Sur, Zapata encabezó a miles de campesinos en una guerra que no sólo buscaba derrotar dictaduras o gobiernos traidores, sino transformar las estructuras agrarias de raíz. Su consigna, “Tierra y Libertad”, sintetizaba un ideal sencillo y poderoso: la tierra debía pertenecer a quienes la trabajaban.

La relación de Zapata con otros líderes revolucionarios fue siempre difícil. Si bien compartió la causa con Francisco Villa, y juntos entraron de manera simbólica a la Ciudad de México en 1914, nunca confió en los juegos de poder de las élites revolucionarias. Para él, el motor de la Revolución no estaba en los palacios ni en las asambleas, sino en las comunidades campesinas organizadas.

Ese radicalismo lo convirtió en una amenaza para todos los gobiernos posporfiristas. Finalmente, el 10 de abril de 1919, fue víctima de una emboscada en la hacienda de Chinameca, Morelos, organizada por el coronel Jesús Guajardo a instancias del presidente Venustiano Carranza. Zapata cayó asesinado, pero no derrotado: con su muerte nació la leyenda.

Hoy, más de un siglo después, Emiliano Zapata sigue siendo un símbolo universal. Su imagen —con sombrero, bigote y mirada recia— acompaña marchas campesinas, luchas indígenas y movimientos sociales en todo el mundo. En México, su legado inspiró la reforma agraria de Lázaro Cárdenas y, décadas más tarde, el levantamiento zapatista de 1994 en Chiapas.

“Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno”, solía decir. Esa frase, como su vida entera, resume la esencia del zapatismo: la convicción de que la verdadera libertad sólo es posible con justicia social.

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