Liberación Nacional: el renacimiento de una esperanza

Un testimonio desde la historia viva del partido

Ricardo Castro Calvo

Ricardo Castro

He participado en los procesos de selección de candidaturas presidenciales, diputaciones, alcaldías y estructuras internas de Liberación Nacional desde 1973, cuando integré la Juventud Liberacionista. En más de cinco décadas de militancia, he sido testigo de que en todos los procesos han existido disputas por el poder, propias de una organización política viva. Sin embargo, nunca las decisiones han sido impuestas por una sola persona.

Don Pepe Figueres Ferrer, el líder más respetado en la historia del partido, comprendía que la política no se construye con imposiciones, sino con negociación y acuerdos. Él supo entender y conversar con Francisco Orlich, Daniel Oduber y Luis Alberto Monge, logrando que las aspiraciones se resolvieran mediante el arte de la política.

La política es la herramienta para que los hombres libres encuentren caminos de entendimiento
(José Figueres Ferrer, discurso en San Ramón, 1970)

Del legado a la renovación

Tras la generación fundadora, llegaron otros liderazgos —Óscar Arias Sánchez, Laura Chinchilla Miranda y José María Figueres Olsen— que alcanzaron sus metas porque entendieron que el poder se consolida con organización y negociación política, no solo con popularidad.

Recuerdo especialmente la disputa de Óscar Arias frente a la llamada “fórmula mágica” de los expresidentes Figueres y Oduber, quienes unieron fuerzas en una sola propuesta política. Arias enfrentó a los fundadores con ideas de cambio y con organización estratégica, y logró su cometido. Los expresidentes, con altura política, aceptaron el resultado, y el partido salió fortalecido.

En la vida interna del PLN, las luchas por diputaciones han sido siempre pasionales, al igual que las peleas cantonales por alcaldías y regidurías.

  • Oportunidades de consenso: han existido, pero han sido las menos.
  • Equilibrio real: casi siempre se alcanza porque, al final, el poder queda adecuadamente representado, reflejando la naturaleza negociadora de la política.

El presente: dos procesos de transformación

Hoy, Liberación Nacional atraviesa dos procesos simultáneos de transformación política:

  1. La elección por amplia mayoría de Álvaro Ramos Chaves como candidato presidencial, que envía un mensaje claro desde las bases liberacionistas y ciudadanas: el partido y el país desean cambio y renovación ética.
  2. La reafirmación del PLN como el único partido en Costa Rica que mantiene procesos democráticos reales para resolver disputas de poder, en un contexto donde otras agrupaciones se caracterizan por decisiones cupulares o partidos “taxi” sin estructura ni pensamiento.

Como advertía Giovanni Sartori (1992), uno de los grandes tratadistas de la ciencia política:

Los partidos políticos no son fines en sí mismos; son instrumentos para la mediación de intereses y la estabilidad democrática.

El renacimiento de la esperanza

Liberación Nacional no está muerto, como sugieren algunos analistas de cálculo superficial o críticos interesados en su debilitamiento. Muy por el contrario:

  • Su historia de 75 años demuestra resiliencia y capacidad de reinvención.
  • Sus bases han respondido cuando el partido ofrece propuestas claras, éticas y esperanzadoras.

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Hoy, Álvaro Ramos Chaves está logrando hacer florecer la esperanza, tanto en las filas liberacionistas como en la ciudadanía que observa con ilusión la posibilidad de un nuevo liderazgo.

Como señalaba Sun Tzu en El arte de la guerra:

La suprema habilidad no está en ganar cien batallas, sino en vencer al adversario sin combatir.

La política como herramienta de futuro

En última instancia, la política es el arte de transformar las diferencias en acuerdos y los acuerdos en progreso para la gente. Y en ese arte, la democracia es nuestra herramienta más noble y el legado más poderoso de Liberación Nacional.

Hoy, Álvaro Ramos Chaves encarna esa herencia y la proyecta al futuro, con la firme determinación de reconciliar al país con su política, recuperar la confianza perdida y devolverle a Costa Rica la esperanza que siempre ha merecido.

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