Peter Beinart
Creo que en las últimas dos semanas ha llegado en cierto sentido a su fin el debate sobre el ataque de Israel contra Gaza en los círculos occidentales dominantes. Lo que quiero decir con «terminado» es que resulta ahora muy raro encontrar personas con alguna credibilidad en los círculos de la opinión dominante que defiendan que Israel, al continuar su ataque contra Gaza, pueda A) destruir a Hamás, B) liberar a los rehenes y C) hacerlo sin cometer crímenes de guerra masivos, incluido quizás el genocidio. Creo que las voces que defendían esas tres proposiciones, que eran bastante fuertes en los círculos occidentales dominantes, en círculos políticos y en círculos de los medios de comunicación, se han desvanecido. Y hemos visto disculparse públicamente incluso a algunas personas y declarar que estaban equivocadas. Piers Morgan [controvertido periodista y presentador británico, frecuentemente sensacionalista], en una grabación con Mehdi Hasan [periodista y presentador progresista británico-norteamericano], vino básicamente a decirle: Mehdi Hasan, tú te habías opuesto a la guerra, yo había apoyado la guerra, pero creo que ahora ha resultado que tenías razón, esencialmente. Zadie Smith, la novelista que se negó inicialmente a oponerse a la guerra, ha firmado ahora una carta con un grupo de importantes figuras literarias británicas denunciándola.
Pero, por desgracia, la forma en que está concluyendo el debate en los círculos occidentales dominantes no se acompaña de modo fundamental con acciones como las de Piers Morgan o hasta las de Zadie Smith. Se trata sobre todo de personas que habían apoyado la guerra vehementemente, y que simplemente han dejado de hablar de ella, desviando la conversación a otro lado. Así que, si nos fijamos en los defensores de Israel de alto perfil que tienen credibilidad y gran presencia en el discurso occidental dominante, lo que se tiende a encontrar es mucho, mucho, mucho más debate sobre el antisemitismo, y mucho debate sobre Irán, pero realmente mucha menos defensa de esta guerra como algo capaz de lograr sus objetivos con un coste humanitario aceptable. Y creo que, por desgracia, esta es la forma en que he notado a lo largo de los años que terminan por lo general los debates, al menos los que he seguido en los Estados Unidos. Es decir, que los debates no terminan con una parte que afirma públicamente: «Saben ustedes, andábamos errados. Reconocemos que nos habíamos equivocado». Terminan cuando una de las partes deja básicamente de hablar del tema y es como algo que se concede por omisión.
Pensemos en el debate sobre el matrimonio homosexual. Aquellos de nosotros que somos lo suficientemente mayores recordaremos que este debate fue muy intenso en la década de 1990, incluso a principios de la década de 2000, con fuertes voces públicas en contra. Una vez más, ya no se ve tanto en los medios de comunicación norteamericanos y en el debate político, pero no es que la mayoría de las personas que estaban apasionadamente en contra del matrimonio homosexual dijeran: «Estaba yo equivocado». Básicamente, dejaron de hablar de ello y se dedicaron a otras cosas. Creo que algo parecido es lo que ocurrió con Irak. La mayoría de la gente que apoyó la guerra de Irak básicamente pasó página y se alejó en silencio del escenario de la catástrofe.
Estoy hablando de Occidente. El debate en Israel, me parece, es algo diferente, porque el debate en Israel reviste esta inusual característica, que es que la mayoría de los judíos israelíes quieren poner fin a la guerra porque quieren liberar a los rehenes. Pero también apoyan la expulsión masiva de palestinos, es decir, el plan de Trump. Así que, en cierto modo, la posición a favor de la guerra hoy en Israel, no es, creo, que Israel pueda liberar a los rehenes y destruir a Hamás con un coste humanitario aceptable. Es básicamente que Israel debe liberar hoy a los rehenes, pero su objetivo a largo plazo ha de seguir siendo la expulsión masiva de palestinos, porque la preocupación humanitaria no es tan grande en la opinión dominante de los judíos israelíes, por desgracia. Pero cuando hablamos de Occidente, en los Estados Unidos y Europa, creo que es muy, muy importante animar a la gente a poner fin a este debate de una manera franca, del género de la que hizo gala Piers Morgan, declarando: «¿Sabes una cosa? Hice una afirmación y resultó que estaba equivocado». En lugar de hacerlo de una forma mucho más habitual, que consiste básicamente en alejarse en silencio y empezar a hablar de otras cosas, y confiar en que nadie recuerde básicamente lo que dijiste hace un rato.
Creo, para ser sincero, que una de las razones por las que la gente no sale públicamente a decir que se ha equivocado es porque existe la tendencia a que te pongan en la picota si lo haces, ¿verdad? Hay una especie de tendencia a patear a la gente cuando está de bajón. Es como, ajá, ya te hemos pillado, ya has reconocido que eres un idiota, ¿verdad? Y una de las cosas que noté en la respuesta a la carta pública de Zadie Smith en The Guardian era que había un montón de gente que decía, ya saben, ¿por qué demonios has tardado tanto? Fíjate en las cosas terribles que dijiste antes. Y entiendo ese sentimiento, especialmente cuando viene de gente de izquierdas, gente de la izquierda pro-palestina, que está tan acostumbrada a verse machacada retóricamente y quedar marginada, y que se siente realmente enfadada con gente que ha visto que no adoptó una posición valiente y reflexiva desde un principio. Y querían aprovechar esta oportunidad para dejar claro lo equivocadas que estaban esas personas y evitar, en lo esencial, otorgarles crédito alguno por reconocer muy tarde algo que la mayoría de los defensores de los derechos palestinos y, por supuesto, los propios palestinos, reconocieron bien pronto.
Pero, si bien eso es comprensible, creo que es importante resistirse a esa tendencia y animar a la gente a que declare públicamente que se ha equivocado. Porque cuando la gente dice públicamente que se ha equivocado, creo que se le invita, o a veces incluso se le obliga, a hablar realmente de cuáles eran sus suposiciones, de cuál era su lógica, a pensar públicamente por qué se equivocó de una forma que puede tener implicaciones para las posiciones que adopte en el futuro. Ese proceso de ajuste de cuentas público es valioso, no porque puedas deshacer el daño de la posición que adoptaste en el pasado, sino porque puede tener un impacto positivo en la posición que adoptes en el futuro. Uno de los problemas del debate sobre la política exterior de los Estados Unidos, por ejemplo, ha sido que muchas personas que apoyaron intervenciones militares que fueron un desastre, como la de Irak, han podido resurgir y apoyar la intervención militar en Irán. John Bolton es un caso paradigmático de esto, ¿verdad? Y como no se les pidió que se obligaran de veras a reconocer públicamente por qué se equivocaron en esta primera intervención militar, eso no ha tenido repercusiones en cómo veían las cosas en el futuro.
Creo que resulta especialmente, especialmente importante que a los funcionarios de la administración Biden, que gente como Jake Sullivan, como Tony Blinken, que a otros altos funcionarios de Biden se les invite y se les aliente a salir públicamente y decir que estaban equivocados. A diferencia de lo que creo que están haciendo ahora, que es básicamente tratar de evitar el tema, no hacer entrevistas difíciles, no ir a hablar en lugares en los que les van a cuestionar sobre esto, porque es muy incómodo. Va a ser incómodo. Pero creo que es mucho mejor que la gente diga, preferimos que salgan públicamente y reconozcan y digan por qué están equivocados, que fingir que esto no sucedió, porque creo que eso tendrá su impacto en la próxima administración demócrata. Si gente como Sullivan y Blinken y otros salen públicamente y dicen esto, creo que así le envíarán un mensaje al próximo grupo de funcionarios demócratas que probablemente vayan a ser, en muchos casos, sus adjuntos. Creo que eso es muy valioso.
Y digo esto como alguien que ha pasado bastante tiempo hablando de cómo se equivocó, sobre todo en lo que toca a la Guerra de Irak, aunque he admitido públicamente haberme equivocado en otras cosas. Y ha habido momentos en los que me he sentido un poco molesto, para ser sincero, porque sé que había mucha otra gente que apoyaba la guerra de Irak que realmente no hablaba mucho de cómo se habían equivocado, y, creo que ahora me doy cuenta de que, para empezar, no hay tanta gente que recuerde qué posición mantenían. Personas que eran, ya se imaginan, periodistas, sobre todo periodistas liberales.
Pero creo que una de las cosas que ha sido realmente valiosa para mí es que me ha dado la oportunidad de replantearme las cosas de una forma que ha sido muy, muy valiosa, muy necesaria para mí y para lo que escribo. En general, me he sentido muy agradecido por el hecho de que la gente, incluyendo a muchas personas que tenían razón al oponerse a la guerra de Irak, haya sido en general muy amable en su forma de recibir esta disculpa. Y creo que así es como tenemos que ser. Una vez más, comprendo la rabia que siente la gente, teniendo en cuenta el genocidio que se está produciendo en Gaza, pero creo que estas disculpas públicas hacen más probable que este genocidio llegue a su fin y que concluya antes la condición estructural de impunidad israelí que ha permitido que este genocidio tenga lugar, algo que tiene desesperadamente que ocurrir.
Hay en el Talmud, en el Masejet Berajot [tratado que se ocupa de las leyes y la filosofía de la oración y las bendiciones], esta línea del rabino Abbahu, que reza: «En el lugar donde están los penitentes ni siquiera se encuentran los más justos». Esta es en la tradición judía una de las razones por las que a los seres humanos se les considera mejores que a los ángeles, porque los ángeles no pecan, pero los seres humanos sí, y por lo tanto tienen la oportunidad de hacer tshuva, de proceder al arrepentimiento. Aquí, una vez más, el Talmud habla con muchas voces. Sé que la semana pasada hablé de un pasaje del Talmud que afirmaba que no hay expiación por el pecado de Jillul Hashem [“Profanar el nombre de Dios”], así que creo, de nuevo, que hay que reconocer que no se trata de reglas rígidas. Quizás haya ciertas cosas para las que, una vez más, no hay expiación. Y no sabemos, a fin de cuentas, si alguien puede expiarlas en su propia relación con Dios, pero creo que lo que podemos decir es que, en términos de discurso público, en lo que respecta a llevarnos a un punto en el que termine antes esta horrenda masacre, y en el que Israel nunca pueda volver a hacer algo como esto, nos irá mucho mejor si se anima a la gente a decir públicamente que se equivocó y a analizar por qué se equivocó, para que eso influya en su forma de pensar en el futuro. Mucho mejor que si la gente hace lo que muchos están haciendo hoy, que consiste básicamente en escabullirse silenciosamente de este debate, porque se dan cuenta de que su posición se ha visto refutada, pero no quieren decirlo en voz alta.
Peter Beinart periodista colaborador de The New York Times, The New York Review of Books, The Daily Beast, Haaretz o CNN, fue director de la revista The New Republic. Profesor de la Escuela de Periodismo Craig Newmark de la City University de Nueva York y director de la revista digital Jewish Currents, ha pasado de comentarista liberal judío a manifestarse como agudo crítico de Israel y el credo sionista.
Fuente: The Beinart Notebook
Traducción:Lucas Antón para sinpermiso.info