Anecdotario Nacional

Anecdotario Nacional

SUCEDIO en la finca Oricuajo, que don Santiago Güell tenía en el litoral del Pacífico, cerca de Jesús María, lugar delicioso y muy visitado por cazadores. Allí llegaban con frecuencia Tomás Gamboa, Carlos Manuel Fernández Prestinary, el doctor Zeledón Alvarado y otros. Con ellos, gran devoto de la caza, el recordado amigo Waldemar Walmar, escritor festivo y un humorista singular en lo corriente de su vida.

—“Resulta que en cierta ocasión, —narraba él mismo—, llegué a Jesús María con mi rifle, mi machete y mi kodak. Busqué unos cuantos muchachos para que me acompañaran a rastrear algún venado o lo que fuera. Salimos temprano. Yo iba delante de ellos dando vueltas y más vueltas en busca de algún animal digno de un tiro. Pasó el tiempo. Nos disponíamos a almorzar cuando se me ocurrió hacerles una foto para recuerdo. Los puse en fila frente a mí, me eché el rifle al hombro y al montar la cámara para retratarlos los vi abrir desmesuradamente los ojos y bocas y arrancar en veloz carrera cada cual por donde pudo. Desaparecieron como alma que lleva el diablo sin atenderme. Entonces guardé la kodak y me senté a almorzar solo».

Por la noche, ya en la casa de la finca, el amigo Waldemar Walmar seguía riéndose a mandíbula batiente, comentando la ignorancia de esos muchachos que se habían horrorizado con una simple máquina de retratar.

¿Ignorancia? Posiblemente el tigre que apareció tras unos árboles también se asustó y decidió esfumarse.

¿En qué forma pudo el recordado amigo vivir para contarnos la anécdota?

Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.

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