Una mañana se hizo acompañar de uno de sus íntimos amigos y dispuso visitar la Caballeriza Nacional. Estuvo inspeccionando todas las cuadras y dándose cuenta de sus necesidades más apremiantes. Pudo constatar de que allí se encontraban sus caballos y los del gobierno en sus respectivas celdas. Pero dio la casualidad que en una celda se encontraba un hermoso caballo de raza fina que no pertenecía al gobierno. Don Aquiles, hombre de carácter y amigo del orden, dijo:
—“¿Y este animal, qué hace aquí? ¿De quien es?”.
Y el caballericero todo nervioso, temblándole las piernas del susto, le contestó:
—“¡Ese caballo es de don Raúl Pinto, señor!”.
Don Aquiles, con voz de mando, ordenó:
—“Echelo a la calle”.
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.