Una vez que logró matricularse y empezó a recibir oficialmente sus clases, notaba don Julio César que cuando le pedían su nombre al pasar lista, el Profesor y sus compañeros de clase lo miraban con profunda extrañeza y hasta se les asomaba una sonrisa maliciosa en sus labios. Tal fue la preocupación y nerviosismo del doctor Ovares, que un día se quitó el “CÉSAR” quedándose solamente en “Julio Ovares”.
Cuentan sus amigos íntimos, que al tomar esa determinación, el ilustre galeno, viendo un hermoso retrato del Emperador Julio César, dijo para sí mismo:
—“Encuentro muy grande la montura para el caballo”…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.