¿Podría la inteligencia artificial sustituir a los políticos?

Un filósofo traza tres posibles futuros

IA
Sergio F Cara / NotiPress

Por Ted Lechterman

Desde los negocios y la administración pública hasta la vida cotidiana, la inteligencia artificial está remodelando el mundo, y la política puede ser la siguiente.

Aunque la idea de políticos con inteligencia artificial pueda inquietar a algunos, los resultados de las encuestas hablan de otra cosa. Una encuesta realizada por mi universidad en 2021, durante la primera oleada de avances de la IA, reveló un amplio apoyo público a la integración de la IA en la política en muchos países y regiones.

La mayoría de los europeos afirmaron que les gustaría que al menos algunos de sus políticos fueran sustituidos por IA. Los encuestados chinos se mostraron aún más favorables a que los agentes de la IA elaboren políticas públicas, mientras que los estadounidenses, normalmente favorables a la innovación, se mostraron más circunspectos.

Como filósofo que investigo las cuestiones morales y políticas que plantea la IA, veo tres vías principales para integrar la IA en la política, cada una con su propia mezcla de promesas y escollos.

Aunque algunas de estas propuestas son más extravagantes que otras, al sopesarlas hay una cosa segura: La implicación de la IA en la política nos obligará a reflexionar sobre el valor de la participación humana en la política y sobre la naturaleza de la propia democracia.

¿Los chatbots se presentan a las elecciones?

Antes de la llegada explosiva de ChatGPT en 2022, los esfuerzos por sustituir a los políticos por chatbots ya estaban en marcha en varios países. Ya en 2017, un chatbot llamado Alisa desafió a Vladimir Putin por la presidencia rusa, mientras que un chatbot llamado Sam se postuló para el cargo en Nueva Zelanda. Dinamarca y Japón también han experimentado con iniciativas políticas dirigidas por chatbot.

Estos esfuerzos, aunque experimentales, reflejan la curiosidad que existe desde hace tiempo por el papel de la IA en la gobernanza en diversos contextos culturales.

El atractivo de sustituir a los políticos de carne y hueso por chatbots es, en algunos niveles, bastante claro. Los chatbots carecen de muchos de los problemas y limitaciones típicamente asociados a la política humana. No se dejan tentar fácilmente por los deseos de dinero, poder o gloria. No necesitan descansar, pueden relacionarse virtualmente con todo el mundo a la vez y ofrecen conocimientos enciclopédicos junto con capacidades analíticas sobrehumanas.

Sin embargo, los políticos chatbot también heredan los defectos de los actuales sistemas de IA. Estos chatbots, impulsados por grandes modelos lingüísticos, son a menudo cajas negras que limitan nuestra comprensión de su razonamiento. Con frecuencia generan respuestas inexactas o inventadas, lo que se conoce como alucinaciones. Se enfrentan a riesgos de ciberseguridad, requieren enormes recursos informáticos y necesitan acceso constante a la red. También están condicionados por los sesgos derivados de los datos de entrenamiento, las desigualdades sociales y las suposiciones de los programadores.

Además, los chatbots políticos no se adaptarían a lo que esperamos de los cargos electos. Nuestras instituciones se diseñaron para políticos humanos, con cuerpos humanos y agencia moral. Esperamos que nuestros políticos hagan algo más que responder a preguntas: esperamos que supervisen a su personal, negocien con sus colegas, muestren verdadera preocupación por sus electores y asuman la responsabilidad de sus decisiones y acciones.

Sin grandes mejoras en la tecnología, o una reimaginación más radical de la propia política, los chatbots políticos siguen siendo una perspectiva incierta.

Democracia directa impulsada por inteligencia artificial

Otro planteamiento pretende acabar por completo con los políticos, al menos tal y como los conocemos. El físico César Hidalgo cree que los políticos son intermediarios molestos que la IA nos permite eliminar. En lugar de elegir a los políticos, Hidalgo quiere que cada ciudadano pueda programar un agente de IA con sus propias preferencias políticas. Estos agentes podrían negociar automáticamente entre sí para encontrar puntos en común, resolver desacuerdos y redactar leyes.

Hidalgo espera que esta propuesta pueda dar rienda suelta a la democracia directa, ofreciendo a los ciudadanos una aportación más directa a la política y superando las barreras tradicionales de dedicación de tiempo y experiencia legislativa. La propuesta parece especialmente atractiva a la luz del descontento generalizado con las instituciones representativas convencionales.

Sin embargo, eliminar la representación puede ser más difícil de lo que parece. En la «democracia avatar» de Hidalgo, los reyes de facto serían los expertos que diseñan los algoritmos. Dado que la única forma de autorizar legítimamente su poder sería probablemente a través del voto, podríamos limitarnos a sustituir una forma de representación por otra.

El espectro de la algocracia

Una idea aún más radical consiste en eliminar por completo a los seres humanos de la política. La lógica es bastante simple: si la tecnología de la IA avanza hasta el punto de tomar decisiones fiablemente mejores que las humanas, ¿qué sentido tendría la intervención humana?

Una algocracia es un régimen político dirigido por algoritmos. Aunque pocos han defendido abiertamente el traspaso total del poder político a las máquinas (y la tecnología para hacerlo aún está muy lejos), el espectro de la algocracia nos obliga a pensar críticamente por qué es importante la participación humana en la política. ¿Qué valores -como la autonomía, la responsabilidad o la deliberación- debemos preservar en la era de la automatización, y cómo?

El camino a seguir

Las espectaculares posibilidades de integración de la IA en la política hacen que éste sea un momento crítico para clarificar nuestros valores políticos. En lugar de apresurarnos a sustituir a los políticos humanos por la IA, podemos centrarnos hoy en herramientas que mejoren el juicio político humano y subsanen los déficits democráticos. Herramientas como la Máquina Habermas, un mediador de debates de IA, han ayudado con éxito a grupos de prueba a alcanzar el consenso en votaciones sobre temas divisivos y polarizantes. Se necesitan más innovaciones de este tipo.

Desde mi punto de vista, el futuro de la IA en la política no está en la sustitución total de los decisores humanos, sino en una integración meditada que amplíe las capacidades humanas y refuerce las instituciones democráticas. Si este es el futuro que queremos, debemos construirlo de forma intencionada.

Ted Lechterman es profesor en la Cátedra UNESCO de Ética y Gobernanza de la IA, IE University

Fuente: The Conversation.

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