Cuentan sus amigos, que después de un almuerzo en casa del Licenciado don Leónidas Pacheco Cabezas, su compañero de gabinete, de sobremesa, don Nicolás le conversó a don Leónidas así:
—Para distraer a las maestras de sus fatigosas labores diarias, las invité a pasar un día de campo a mi finca. Las atendí preferentemente haciéndoles el rato lo más agradable que me fue posible. Después de una pequeña siesta, ordené a mi Mandador que ensillara las bestias para que las abnegadas servidoras de la enseñanza nacional dieran un paseo a caballo por los alrededores de la finca.
Una de las maestras, muy nerviosa por cierto, me decía a cada instante:
—“Don Nicolás, don Nicolás: Ya verá, ya verá que la bestia me va a botar”.
El caballo era manso y así se lo hice saber a la maestra.
Por fin la cabalgata se hizo al viaje y no se habían caminado quinientas varas, cuando la señorita cae del caballo con sus ropas sobre la cara, y muy nerviosa y asustada, le dice al señor Oreamuno:
—“¿Ya vio don Nicolás? ¿Ya vio? ¿Ya lo vio?
Y el Licenciado Oreamuno, visiblemente malicioso, le responde:
—“¡Ya lo he visto, ya lo he visto!”
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.