Grace Blakeley
El giro fascista de Elon Musk no es en absoluto desconcertante. Todo tiene que ver con el trabajo.
Todo empezó cuando los trabajadores de Tesla intentaron sindicarse en 2017. Musk se opuso ferozmente al intento de sindicalización, y ganó. Hoy, Tesla es el único fabricante de automóviles no sindicalizado en Estados Unidos.
Musk se ganó la reputación de ser un temible destructor de sindicatos. Recientemente, la UAW presentó cargos laborales federales contra él por sus comentarios antisindicales. La CSI señaló a Tesla como una de las seis empresas «que se benefician… al seguir violando los derechos sindicales y humanos».
Naturalmente, sus batallas con los sindicatos le llevaron a los brazos de la derecha. A medida que se acercaba a figuras de la derecha en Estados Unidos y en todo el mundo, se convencía más de sus argumentos sobre la inmigración. ¿Por qué?
Porque todos los derechistas inteligentes del mundo saben que la economía neoliberal no gana elecciones. Su objetivo final es el bienestar corporativo para las grandes empresas, los recortes fiscales para los ricos y el aplastamiento de sindicalistas y manifestantes. Pero no pueden decirlo en voz alta.
La única forma que tiene la derecha de ganar el poder del Estado es reconocer el profundo sufrimiento que han creado décadas de desigualdad creciente, y culpar de ese sufrimiento a algún «otro»: inmigrantes, delincuentes, desviados, etcétera. Esa «otredad» es, por supuesto, el requisito previo para el fascismo.
En resumen, Musk odia a los sindicatos. Quiere que el gobierno los aplaste. Los políticos que dicen «aplastar a los sindicatos» no ganan elecciones. Pero los políticos que dicen «deportar a los inmigrantes» sí. Una vez que han ganado el poder, pueden enfrentarse a los trabajadores, como está haciendo ahora Trump.
Curiosamente, este vínculo entre un gran fabricante de automóviles estadounidense y el fascismo no es único. Henry Ford era un ferviente antisemita y uno de los más despiadados y hábiles destructores de sindicatos del siglo XX.
En 1938, Ford aceptó la Gran Cruz del Águila Alemana, el más alto honor del régimen nazi para extranjeros. Hitler incluso elogió a Ford en Mein Kampf.
Ford también era conocida por contratar matones para golpear a los trabajadores en huelga. En la Batalla del Paso Elevado, el ejército privado de Ford atacó a los trabajadores de la UAW que intentaban repartir panfletos fuera de la fábrica, hiriendo a 16 de ellos.
Los destructores de sindicatos como Ford y Musk saben que no pueden confiar en la fuerza bruta todo el tiempo. Necesitan ganarse el consentimiento popular para su política, y la única forma de hacerlo es victimizar con saña a las minorías e introducir la política neoliberal por la puerta de atrás.
Pero no se trata sólo de Musk o Ford. Los vínculos entre la represión sindical y el fascismo son profundos. Mientras que mucha gente se ha sorprendido por el descenso de Musk de «progresista» a fanático de extrema derecha, estaba claro que terminaría aquí en el momento en que comenzó una guerra contra sus sindicatos.
Grace Blakeley es una comentarista inglesa de economía y política, columnista, periodista y escritora. Escribe para Tribune y es tertuliana en TalkTV. Anteriormente fue comentarista económica del New Statesman y ha colaborado con Novara Media.
Fuente: https://substack.com/@graceblakeley/note/c-84775973
Traducción: Antoni Soy Casals para sinpermiso.info