Discurso
Rodrigo Arias Sánchez
Presidente de la Asamblea Legislativa
Explanada Asamblea Legislativa
7 de noviembre 2024
Hoy es un día de profundo significado para Costa Rica. Nos reunimos aquí, en esta sesión solemne y en este sagrado recinto de nuestra democracia, para conmemorar los setenta y cinco años de nuestra Constitución Política, la cual, no solo ha sido un bastión de estabilidad y paz para nuestra nación, sino también una guía constante para el progreso de nuestro país.
Desde la posición que ocupo, puedo dar testimonio de la solidez de nuestra constitución y auguro que su integridad y vigencia plenas perduren en adelante, para bien del destino nacional.
Debemos celebrar este hito histórico como un tributo a la visión, al esfuerzo y al compromiso de aquellos padres constituyentes quienes, con sabiduría y patriotismo, nos legaron una Carta Fundamental que sigue vigente en su espíritu y su letra.
Uno de esos padres, y lo menciono con emoción el día de hoy, fue mi abuelo paterno Juan Rafael Arias Bonilla, quien además de haber sido constituyente, fue presidente del Congreso Nacional en 1936 y 1937, y contribuyó a fortalecer la vida institucional de Costa Rica.
Este momento nos invita a reflexionar sobre el ideal que nos une: la convicción, profundamente arraigada en el corazón costarricense, de que las y los ciudadanos de esta nación pueden organizarse en libertad y regir su convivencia pacífica bajo el mandato de su propio designio y que, quienes integramos los poderes de la República, al igual que todos los funcionarios públicos, debemos ejercer nuestras funciones con respeto y apego a las normas jurídicas vigentes y, muy particularmente, a nuestra Carta Magna.
Afortunadamente, la ciudadanía se ha identificado, a lo largo de los años de su vigencia, con estos principios fundamentales propios de toda nación civil.
Ese apoyo soberano del pueblo ha permitido que Costa Rica, en su esencia, se caracterice por su compromiso con la paz, la justicia y la igualdad.
Precisamente es esto lo que nos permite hoy, al conmemorar este 75 aniversario, honrar la noble aspiración de vivir en armonía, en una democracia plural y robusta.
La Constitución de 1949, que fue forjada en tiempos de desafíos y esperanzas, incorpora cambios que han transformado profundamente nuestra vida como nación.
Fue esta Constitución la que reconoció la igualdad política de la mujer, al darle el derecho al voto y abrirles el acceso a todos los más altos cargos del Estado, promoviendo así una sociedad más justa e inclusiva.
Le confirió rango constitucional a la abolición del ejército como institución permanente, haciendo de Costa Rica un país que apuesta por la paz y no por la confrontación armada.
Creó instituciones fundamentales como el Tribunal Supremo de Elecciones y la Contraloría General de la República, que han sido baluartes de nuestra democracia y garantes de la continuidad democrática y la transparencia en el ejercicio del poder.
Además, sentó las bases de un servicio civil que ha permitido construir una administración pública eficiente y profesional. Reafirmó y profundizó las garantías individuales, y nos legó las garantías sociales, para mencionar solo algunos ejemplos de las grandes conquistas incorporadas en el texto constitucional.
Es también motivo de orgullo mencionar que nuestra Constitución ha sido enriquecida con reformas que han fortalecido nuestro marco jurídico y consolidado instituciones trascendentales.
La creación de la Sala Constitucional en los años ochenta es uno de los avances más significativos, al garantizar la protección de los derechos fundamentales de todas las personas y la interpretación de nuestra Carta Magna en consonancia con los nuevos tiempos.
Don Jorge Rojas Espinoza, uno de los constituyentes del 49, expresó sabiamente al votar afirmativamente el texto de nuestra Carta Fundamental:
“Es la historia únicamente quien juzgará de la bondad o imperfección de la Constitución que hoy votamos. Ella verá si la Asamblea tuvo nublada la vista al considerar como utopías lo que se presenta como proyectos de fácil realización o si procedió con ponderación, ecuanimidad y con el verdadero sentido evolutivo del espíritu nacional”.
Hoy, a la luz de estos setenta y cinco años de historia, podemos afirmar con orgullo que la Asamblea Constituyente actuó con una visión clara y profunda, y que su legado continúa guiando nuestro camino.
No exagero al decir que el texto constitucional de 1949 es una obra maestra de consenso y visión. A lo largo de las décadas, hemos sorteado con éxito momentos de enormes conflictos y facilitando amplios espacios para el bienestar colectivo.
Con la perspectiva que solo el tiempo concede, reconocemos que esta Constitución, la más longeva en nuestra historia sin interrupciones, ha garantizado a nuestro pueblo una paz sostenida, una paz que nunca antes habíamos experimentado en periodos tan largos.
Es nuestro deber, como representantes del pueblo costarricense, preservar y fortalecer esa paz y democracia que nos fue heredada, y que nosotros mismos tenemos la obligación de heredar a las futuras generaciones.
No debe caer al olvido que este día también conmemoramos el Día de la Democracia Costarricense.
Una democracia de raíces profundas, que nos llena de orgullo, y que debemos recordar requiere de un cuidado permanente.
Porque la democracia, como bien sabemos, es un proceso en constante construcción. Winston Churchill, un defensor incansable de las libertades y la justicia, dijo en una ocasión:
“Puede que cada día progresemos. Puede que cada paso dé sus frutos. Siempre se extenderá ante nuestros ojos un camino que se alarga, que se empina, que se llena de obstáculos. Sabemos que nunca llegaremos al final de nuestro viaje. Pero esto, lejos de desalentarnos, solo añade alegría y gloria a la escalada”.
Este pensamiento nos recuerda que el camino hacia una democracia plena y justa nunca está exento de dificultades, pero son precisamente estos desafíos los que nos permiten crecer y consolidar los valores que sostienen nuestra patria.
Costa Rica, en su pluralidad democrática, tiene el deber de avanzar siempre con una mirada introspectiva. Cada paso que damos nos obliga a examinar nuestra realidad, a reconocer tanto nuestras fortalezas como reconocer nuestras debilidades y falencias.
Este ejercicio de autocrítica nos enaltece, nos permite ajustar el rumbo cuando es necesario y nos impulsa a construir un país más justo y equitativo.
Señoras y señores:
Hoy, al mirar hacia adelante, debemos recordar que el odio y la división no tienen cabida en el corazón costarricense.
Debemos [ver con cautela] a quienes, al volver la vista atrás, solo ven sombras y nubarrones; también a quienes constantemente nos dicen que todo lo que hacemos hoy está mal; así como a aquellos pesimistas que no vislumbran un futuro mejor.
Yo afirmo con contundencia que Costa Rica ha tenido un pasado digno de admirar y que tiene un mañana promisorio. Depende únicamente de nuestra férrea voluntad poder alcanzar el destino que nos espera.
Nuestro deber es continuar tendiendo puentes de diálogo y mirar al porvenir con optimismo, con la determinación de construir un país que brinde oportunidades para todas y todos. No hay progreso donde la casa está dividida. La confrontación solo nos debilita como nación.
Por ello, sigamos siendo un ejemplo de paz y democracia para el planeta. Celebremos el pasado, honremos el presente, abracemos el futuro con esperanza; y compartamos el mismo anhelo de Jorge Debravo cuando escribió:
“Quiero a mi patria siempre en la mano.
Mansa y pequeña como un garbanzo.
Sin rifles negros. Sin sables blancos.”
Muchas gracias.