Luis Paulino Vargas Solís
En los últimos días me topé con no sé cuántas notas periodísticas que hablaban de la incorporación de Navas al famoso club catalán, el mismo en el que Lionel Messi se convirtió en mito y leyenda. Y muchas veces, se daba por un hecho consumado: “Keylor ya es barcelonés”, aseveraban.Yo, por mi parte, me lo tomé con mucho escepticismo: “cuando lo vea, lo creo” me decía.
No puedo evitar recordar los meses de mediados de 2022. Era el verano europeo y ya había quedado perfectamente claro que, en el PSG, Keylor sería banca perpetua. Todas las cartas habían sido apostadas a favor del tal Donnarumma, igual que, unos años antes, el Real Madrid cargó todos los dados a favor de Curtois.
En ese momento se habló de una transferencia de Keylor al Napoli. Un equipo que, evidentemente, no tiene el deslumbrante palmarés del Madrid, ni los buchaca de millones del PSG. Pero, en cualquier caso, un equipo notable, con un historial notable, en una de las ligas más importantes del mundo.
La cuestión no cuajó y, según se hizo público, fue así por decisión de Keylor. La razón fue económica: le llegarían menos euros como titular del Napoli, de los que le ingresarían como banca del PSG. No creo que la diferencia fuera un cero menos a la derecha.
Posiblemente era asunto de un guarismo más bajo a la mitad de la cifra o, a lo más, al inicio de esta. Tampoco es que aquello iba a obligar a nuestro glorioso portero a vivir en un departamentito de 50 metros cuadrados ni a conducir un Hyundai modelo 98. Seguiría ganando platales, y, con seguridad, en un solo mes le ingresaría mucho más de lo que un obrero de la construcción o una dependienta de un comercio, ganarían en toda su vida.
En fin, esa fue la decisión del gran Keylor. Puedo entender que él quisiera cuidar sus chuminos. Pero, bueno, a esas alturas de su vida –ya con 35 años y una larga y brillante trayectoria– había ganado tanto dinero que probablemente la vida entera no le alcanzaría para gastarlo. Lo deportivo debería ser prioridad, sobre todo cuando –como ya dije– no dejaría de entrarle dinerito más que sobrado.
Es que, digo yo, una carrera tan ilustre, merece un cierre igualmente ilustre.
Pero, desde luego, es solo mi humildísima opinión.
Recientemente, y antes del novelón en relación al Barcelona, se especuló con su contratación por diversos clubes: en España, Italia, Brasil. Una y otra vez el barco terminó encallado. Y, en todos los casos, parece –al menos es lo que lo que la prensa decía– que el obstáculo tenía signo de dólares (o de euros, que para el caso es lo mismo).
O sea, y de nuevo, las cuentas bancarias.
Y volviendo a lo del Barça: ¿no es acaso cierto que dos años de inactividad es un “hándicap” que podría pesar significativamente? Y, aunque de menos relumbre, es posible que los otros equipos también lo hayan tenido en cuenta.
¿Será que lo veremos aterrizar en Arabia Saudí? Tal vez las monarquías del Golfo Pérsico si le paguen lo que él desea recibir.
Navas se sacó el premio mayor en la lotería genética, y eso, más su perseverancia y disciplina, lo convirtieron en el más grande futbolista que Costa Rica ha dado. Merece el más grande aplauso y reconocimiento.
El cierre de su carrera, sin embargo, no está siendo lo que debió ser.