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Por Christoph Driessen (dpa)
Bonn (Alemania), 17 sep (dpa) – Uno de los objetos más pequeños de la muestra «Nach Hitler» (Después de Hitler) en la Casa de la Historia de Bonn, en el oeste de Alemania, es un billete de tren de Theresienstadt con el que la judía Erna Meintrup regresó en 1945 a su ciudad, Münster, luego de haber sobrevivido en ese campo de exterminio nazi.
«¿Qué habrá sentido en ese viaje?», se pregunta el director del museo, Harald Biermann. «Quizá algo así como: ¿aún viven mis familiares? ¿Qué pasó con mis pertenencias? ¿Cómo será encontrarme con aquellos que no me saludaron durante años?».
La exposición, que abre sus puertas el miércoles 18 de septiembre y abarca más de 500 objetos, lleva como subtítulo «El procesamiento alemán del nacionalsocialismo».
«Creemos que el tema es muy relevante y que lamentablemente en los últimos tiempos cobró aún mayor relevancia debido al crecimiento de partidos de extrema derecha y de derecha populista», declara Biermann.
El enfoque de la muestra no es observar el tema desde el punto de vista de la gran política sino desde el de las generaciones que siguieron a la que vivió el nazismo en carne propia, es decir, hasta la de los que ahora tienen menos de 30 años.
De la primera generación siempre se dijo que reprimió por completo la historia del nazismo. El equipo del museo lo ve de otro modo: «La pregunta habitual en las mesas de los bares donde se reunían los hombres regularmente en los años 50 era ‘¿Dónde estuviste?'», comenta Biermann.
«Y cuando alguno decía ‘estuve en Yugoslavia’, los demás sabían que esa había sido la guerra de guerrillas, la más sucia después del frente en la Unión Soviética. Y entonces ya no había nada que preguntar, porque ya todos sabían de qué iba».
En la República Federal de Alemania, los años 60 marcaron una nueva fase. «Entonces la generación de los hijos preguntaba a sus padres: ‘¿Dónde estuviste cuando quemaron las sinagogas?'», señala Biermann.
La palabra «Holocausto» se conoció con la serie estadounidense del mismo nombre, que en 1979 fue mostrada en la televisión de Alemania Occidental. Poco después, una «ola hitleriana» sacudió al país en 1983, que tuvo su punto máximo y macabro con la publicación de los diarios falsificados del dictador nazi.
«La esencia de ese período se resume para mí en el título de libro posterior ‘Opa war kein Nazi’ (El abuelo no fue un nazi)», observa Biermann. «Con ello me refiero a que el juicio general era cada vez más duro, mientras que se ocultaban las vinculaciones personales. Después de todo, el abuelo siempre había sido amable».
Tras la caída del muro y la reunificación, la mirada volvió a ampliarse, de manera que también se incluyeron otros grupos de víctimas del nazismo como los sinti, los romaníes y los homosexuales.
La última parte de la muestra está dedicada a la situación actual del procesamiento de esa época, en la que políticos de derecha populista subrayan una y otra vez que están hartos del «autocastigo permanente».
El año pasado, un hombre incendió en Berlín una cabina telefónica convertida en pequeña biblioteca en las cercanías del monumento en memoria de las víctimas del Holocausto llamado «Gleis 17». Su explicación: quería aniquilar los libros sobre el Holocausto que estaban dentro.
Pero el objeto quizá más escandaloso de la exposición es un arco de luces típico de la Navidad con una representación del campo de concentración de Auschwitz. En 2019, un neonazi con numerosos antecedentes había decorado con ese trabajo cuidadosamente tallado en madera su ventana en Chemnitz, en el este de Alemania. La Justicia lo multó.
«Definitivamente se puede establecer una correlación entre la consciencia histórica y la afinidad democrática», concluye Biermann. «Las preguntas que plantea esta muestra tienen por eso efectos muy concretos en nuestra vida».
