—»Dispense usted, Maestro Zambrana, exclamó con cierta sequedad el orador, termino enseguida».
Prosiguió la interminable parrafada durante más tiempo del que los comensales hubieran deseado y cuando al fin terminó, el orador se volvió hacia Zambrana para decirle:
—»Ahora usted Maestro. ¿Qué iba a decir antes?» Entonces, aquel famoso orador, cuyo verbo mantenía por espacio de largas horas la atención de su público, en tono muy bajito dijo:
—»¿Yo? Nada. Iba simplemente a pedir sal…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Usado con autorización.