Un diplomático que al morir se le hizo un gran entierro. El Licenciado Jiménez Oreamuno no quiso hacerse notar en ese acto póstumo, y según cuenta el periodista Joaquín García Soto, redactor que fue de la Casa Presidencial, se situó con un amigo a la puerta del antiguo establecimiento «La Esmeralda» para presenciar el desfile fúnebre. A espaldas de don Ricardo, alguien se carcajeaba a mandíbula batiente, alterando la solemnidad del momento. El Licenciado Jiménez Oreamuno se enfadó e increpó al inoportuno desconocido:
«Sea respetuoso señor. No ve que llevan en la cureña a un cadáver y que el Duelo de la Patria …
Y el sujeto cortó bruscamente la reprimenda de don Ricardo diciendo:
—»Mire, don Ricardo. Esos «guitres» no saben ni siquiera marchar».
Y el gran político tan discutido, le responde:
—»Bendita risa la suya. Siga riéndose, porque con su risa me parece que usted dice lo que estoy pensando:
«Que Dios quiera que nunca aprendan a marchar, para dicha de Costa Rica».
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Usado con autorización.