Había montado en San José un lujoso gabinete óptico, el mejor de aquella época, y su clientela era numerosa y selecta.
En cierta oportunidad, un vecino de un pueblo apartado de la capital llegó a consultarlo.
Al preguntarle el médico por su mal, el campesino le dijo:
—»Sufro de mis ojos. Veo constantemente unas manchas».
Don Juan María, después de observar el caso de su paciente durante un largo rato, le coloca unos espejuelos y le pregunta:
—»¿Ve usted ahora mejor, mi amigo?»
Y el campesino, aquella alma blanca y sufrida, le responde:
—»Sí doctor. Ahora veo mejor, pero mucho mejor ¡las manchas!» …
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Usado con autorización.