Un día, fué a visitar a su oficina al comentarista y editorialista costarricense, el catedrático don Abelardo Bonilla Baldares, que trabajaba junto con Zelaya en el mismo periódico, quien le expresó:
—»Estoy desesperado. Llevo mucho tiempo escribiendo sin descanso los comentarios cablegráficos del Diario, que a mi juicio no son peores que los que generalmente se dan a conocer al público en otros periódicos».
Antonio Zelaya que lo escuchaba con toda atención, porque Bonilla es de los que calzan muchos puntos en literatura, le contesta :
—»Si en lugar de asistir a las fiestas, de frecuentar los salones y otras cosas más, gastas tu tiempo en trabajar… NUNCA HARAS NADA DE PROVECHO, MI QUERIDO BONILLITA»…