De la matráfula a la política limpia

Respuesta a Josep Ramoneda

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

El resultado mas evidente del parón para reflexionar de Sánchez, algo sobre lo que existe consenso entre los observadores de todas las sensibilidades políticas, es que se ha producido un incremento de la polarización política. En este contexto, también electoral, la interpretación de los motivos del presidente de Gobierno para tomar cinco días de meditación está demasiado sesgada por las preferencias políticas de cada actor político.

Algo que también afecta a los medios de comunicación. La mayoría de los que emiten una línea editorial conservadora, sobre todo a la vista de la decisión de Sánchez de continuar en el cargo, apuntan a la puesta en escena de una premeditada farsa. Los medios de orientación contraria, casi todos digitales, repiten la cantinela de que todo es producto de las cloacas del Estado, y se concentran en el tema específico del Consejo General del Poder Judicial.

En medio de esta hojarasca mediática, se echa de menos una reflexión menos parcial, que de cuenta del acontecimiento respecto de lo fundamental en este caso: el efecto sobre la cultura política democrática. Un intento por hacer una interpretación más general me parece el artículo de Josep Ramoneda “Después de los ejercicios espirituales de Sánchez” (El País, 2/05/2024). De entrada, el titulo ya es un intento de tomar distancia de las posiciones extremas, hagiográficas o descalificadoras, del motivo sustantivo de la operación de Sánchez. No califica su movida como una simple farsa, pero tampoco como una reflexión profunda de persona ferita nel honore, como trataba de sugerir la carta de Sánchez a la ciudadanía en que dio cuenta del parón de su agenda. Para un defensor del gobierno de coalición, como es Ramoneda, esta toma de distancia refleja bien la desazón de muchos votantes de izquierda ante lo sucedido.

Pero lo que me parece más interesante es el recuento que hace Ramoneda de las reacciones de los actores políticos respecto del desenlace del parón. En cuanto al entorno político de Sánchez se evidencian dos reacciones entendibles: la de quienes emiten un suspiro de alivio, pero con un desagradable sabor de boca, y la de quienes se arrodillan ante su líder y le piden que no les abandone nunca.

Me parece que tiene más interés examinar la respuesta de la oposición. Coincido con Ramoneda en que apenas ha sabido salir del pasmo mediante el ataque destemplado contra el personaje. No ha sido capaz de construir un argumentario sistemático que pusiera en evidencia los ardides políticos de Sánchez, comenzando por repasar la cantidad de veces que se ha peleado con la hemeroteca. Pareciera que el entorno de Feijoo está tan convencido de su planteamiento sobre Sánchez que ya no necesita hacer pedagogía política. El escenario muestra que, cada vez más, tanto el gobierno como la oposición les hablan a sus partidarios incondicionales, sin mucho interés en una deliberación ciudadana más amplia.

Para Ramoneda la novedad está en otra parte: “la novedad está en el felipismo, el viejo PSOE y sus nostálgicos, que (…) han dado un paso al frente”, lo cual ha tenido como consecuencia “la incorporación a la pelea contra el sanchismo de un número significativo de intelectuales y periodistas, algunos de ellos provenientes de la izquierda”, algo que obviamente ha tenido “buena acogida en la prensa conservadora”. Este aspecto supuestamente novedoso es, en realidad, una verdad a medias. En primer lugar, porque el rechazo a la forma de hacer política de Sánchez no es algo precisamente nuevo en las filas del socialismo democrático. En segundo lugar, porque Ramoneda no examina los argumentos de esa izquierda antisanchista, simplemente lo atribuye todo a sus odios y rencores o a su derechización.

Es decir, si bien Ramoneda no se cree mucho el relato que hace Sánchez en su carta a la ciudadanía, evita, como buen aliado del sanchismo, entrar a fondo en las razones de la crítica a Sánchez de un segmento cada vez más amplio del socialismo democrático. Las cuales son de fondo, en cuanto a su concepción instrumental de la democracia, y de forma respecto a su manera de hacer política.

Las razones de fondo, por decirlo en palabras de la catedrática emérita Adela Cortina, refieren a que Sánchez pretende sustituir la democracia deliberativa por una democracia agregativa. La tesis de Sánchez consiste en que es legítimo no tanto deliberar sobre los asuntos de Estado sino construir mayorías en el Congreso sumando cualquier grupo político dispuesto a apoyar un “gobierno progresista”. No importa si un determinado grupo usa esa alianza para socavar la democracia o reventar la constitución española. La cuestión es ir sumando grupos hasta alcanzar esa mayoría deseada. Y la única causa evidente es que ello es lo que permite llegar y mantenerse en gobierno. Adela Cortina se pregunta si eso puede calificarse de progresista o es, en el fondo, reaccionario.

Ese planteamiento de la democracia (agregativo) es consistente con una forma sinuosa de hacer política. Realizar afirmaciones de principio o hacer promesas, para luego hacer exactamente lo contrario, usar medias verdades, componer relatos ambiguos, a pesar de que la hemeroteca demuestre la contradicción con lo afirmado hace solo unos meses, son artilugios necesarios para poder maniobrar en la perspectiva de sumar grupos cuyas ideas son lo opuesto a lo que supuestamente se defiende. No encuentro un término más adecuado para describir este comportamiento que el usado en América Latina y particularmente en Costa Rica: matráfula. Un matrafulero es quien usa el quiebre, el engaño, el modo tramposo de actuar para conseguir un determinado fin. Y lo peor es que esta manera polisémica de operar en política se entiende con frecuencia como una muestra de astucia y destreza. Por ejemplo, el ministro Félix Bolaños tiene a gala -y lo verbaliza- la forma astuta de operar de Pedro Sánchez y su gobierno.

En suma, hay razones de fondo y de forma para el desacuerdo con Sánchez desde una posición efectivamente progresista. Desde esta perspectiva, el parón del presidente de Gobierno tiene una lectura diferente. Ramoneda alude a la dificultad que tiene Sánchez de explicar el contenido de su propuesta de regeneración democrática. Por eso se agarra al tema del CGPJ como clavo ardiendo. Cabe preguntarse que parte no entiende de la recomendación de Bruselas de mantener la mayoría cualificada para decidir los altos asuntos de Estado. Pero la verdadera dificultad de Sánchez para explicar las medidas que propondría para lograr una política limpia reside en el enorme costo a pagar: le obligaría a un cambio radical en su concepción de la democracia y en su forma de hacer política. Porque, definitivamente, un matrafulero esta incapacitado para hablar de política limpia. A menos que usara ese “punto y aparte” del que habla, para hacer un acto de contrición monumental y eso no es precisamente esperable en el caso de Pedro Sánchez.

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