Simbolismos en la Sagrada Familia

Carlos Manuel Valverde

Sagrada Familia

Hace un par de meses me enteré de que debía ir a Barcelona, por temas de trabajo, a inicios de abril. Desde ese momento, me propuse aprovechar ese viaje para hacer una visita de “actualización” a la célebre basílica de La Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudí (1852-1926). A ello dediqué mi mañana del viernes, el día antes de regresar a Costa Rica.

Entendido de que esta monumental obra quedaría terminada en 2026, constaté que esa es una noticia promocional, oportunista, carente de veracidad. La realidad es que a La Sagrada Familia le quedan muchos años de trabajos antes de que el proyecto de Gaudí pueda considerarse completo. El pórtico principal, por ejemplo, dedicado a la Gloria de Cristo, ni siquiera ha iniciado, ni tampoco hay aún un artista/arquitecto encargado de ese desarrollo, a partir de las ideas que dejara Gaudí. Del mismo modo, la torre principal, también dedicada a Cristo, está sin acabar (una de las imágenes con las que acompaño estos comentarios, muestra, en color, las áreas del templo que están aún por completar).

Sagrada Familia

Dicho esto, el edificio presenta avances importantes respecto a mi última visita a la ciudad, hace 13 años (estuve igual hace un año, por espacio de dos días, por lo que ese rato no cuenta, ya que no hubo tiempo para nada).

El exterior del pórtico dedicado a la Natividad y la infancia de Cristo se presenta ahora en todo su “neo-barroco” (incluso, diría “neo-churrigueresco”) esplendor, con figuras escultóricas de corte tradicional, inmersas en un universo sinuoso y complejo, pletórico de formas naturales, como si ese conjunto constituyera, por algún misterio, un gigantesco organismo de piedra, que está vivo y respira.

Como en las catedrales medievales, esas esculturas y espacios mágicos describen pasajes de la Biblia alusivos al tema (en este caso, del Nuevo Testamento) para educación de los feligreses, quienes, al igual que en aquellos tiempos, no leen: en la Edad Media porque no sabían hacerlo y ahora, tristemente, porque no lo acostumbran.

Entrar por el pórtico de la Natividad y salir por el de la Pasión y Muerte de Cristo es la manera usual de visitar este templo.

El contraste de estilos entre ambos pórticos es enorme. Pese a seguir, en general, las ideas básicas de Gaudí, el estilo de Josep Maria Subirachs i Sitjar (1927-2014), el escultor a cargo del pórtico de la Pasión, es mucho más sencillo, austero incluso, aunque es igualmente dramático y expresivo en sus propios términos. Las escenas básicas de esos pasajes finales de la vida de Jesús están allí, descritas en piedra, para información de los visitantes. Más arriba, un Cristo resucitado, sentado sobre un borde del techo, como una especie de gárgola, anticipa lo que —puedo imaginar— será el futuro pórtico de Cristo glorioso.

El interior de la Sagrada Familia es hermoso en su altura y manejo del espacio, acentuado por la abundante luz que el sol mediterráneo difunde sobre la basílica a través de los vitrales que simbolizan la luz del amanecer y la luz del atardecer, tal como lo dispuso Gaudí.

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Hermosas y constantes son las referencias de Gaudí a elementos cristianos y no cristianos del mundo místico y espiritual. Esas referencias actúan como un contrapunto interesante para contextualizar al autor, quien se confesaba profundamente católico, aunque se sospecha que mantenía al mismo tiempo vínculos importantes con la masonería y otras corrientes místicas. No es en balde que Etsuro Sotoo (1953), maestro japonés, responsable hasta hace poco de los proyectos de escultura en la Sagrada Familia haya dicho:

No vengan en busca de Gaudí, sino más bien vengan a buscar a través de Gaudí, para llegar más allá, para conocer algo más sobre la esencia de lo humano, algo que todavía hoy desconocemos.

Citemos algunos ejemplos de estas referencias especiales que les comento:

  1. La tortuga que sostiene al mundo, según la mitología hinduista, está en la base de las columnas que soportan el pórtico de la Natividad, sin otra justificación que explique su presencia.

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  2. Un camaleón fantástico, símbolo del cambio que fluye, se contra pone a la misma tortuga, símbolo de la permanencia, haciendo un guiño a la polémica presocrática de los griegos entre la doctrina de Heráclito, que hablaba del flujo y la transformación constante de la realidad, y la de Parménides, con su apego a la permanencia del ser.

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  3. La piedra en bruto representa al novicio que se apresta a ser iniciado en el conocimiento oculto (algo similar a la “tabula rasa” aristotélica pero con tintes más pitagóricos, más iniciáticos).
  4. Un árbol cabalístico adorna el cielo de la basílica, conforme se muestra en las imágenes que acompaño.

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  5. Hay una representación del zodíaco en el diseño, que podría ayudar a explicar la realidad terrenal gobernada por la disposición celestial. Así, el cielo cuajado de estrellas, aparentemente en desorden, reproduce varias constelaciones; Virgo, Leo, Cáncer, Géminis, Tauro y Aries.

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  6. La presencia de dos columnas en la entrada del portal de la Fe, en el pórtico de la Navidad, con nombre propio (en este caso, José y María), que aluden a las columnas salomónicas del primer templo judío a Yahvé, construido para el mítico rey hebreo por Hiram Abif, quien forma parte del ritual masónico.

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  7. El ojo incrustado en una mano, que representa la Divina Providencia, “el ojo que todo lo ve”, cuyos orígenes se remontan al famoso “ojo de Horus”, de la civilización egipcia, que se dice fue creado por el Thot, dios de la sabiduría, para reponer el ojo perdido por Horus, hijo de Isis y Osiris, en su batalla contra el mal, representado por el dios Seth. Eso ojo, símbolo de la omnipresencia y protección divinas, tiene poderosos ecos masónicos, judíos e islámicos, y la repercutido en las creencias populares relacionadas con la defensa de las personas contra la maldad y la mala suerte.

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  8. El rey Melchor, de la Natividad, quien se dice tiene una iconografía propia del llamado “maestro masón”.
  9. En el pórtico de la Pasión de Cristo, un criptograma o cuadrado mágico (cuadrado de Agripa) aparece a un costado de la cruz, con los números colocados a la manera de un sudoku, de tal firma que la sumatoria de casa fila y cada columna da como resultado “33”, número que representa la edad de Cristo, pero también los grados de la masonería, y es una forma de “vibración maestra” según algunas religiones orientales.

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  10. El cráneo que aparece al pie de la cruz no es un símbolo macabro puesto gratuitamente entre las imágenes del pórtico de la Pasión de Cristo. Por el contrario, tiene un significado edificante. Simboliza la transitoriedad de la vida, conforme a las enseñanzas de la masonería y según una muy común iconografía medieval. Su propósito es recordar al ser humano que la muerte es inevitable, por lo que resulta fundamental llevar una existencia virtuosa, que valga la pena, lejos de la vanidad material.

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  11. Siempre, en relación con la crucifixión, es interesante anotar que la cabeza de Cristo es un libro abierto. El libro, como tal, es claramente un símbolo. Significa el objeto en sí, pero también su contenido. Es la palabra, probablemente la invención más poderosa de la especie humana. En ese contexto, Cristo viene al mundo a liberarlo por medio de la palabra. Viene a sustituir las tablas de la ley de Moisés, el rígido código del Antiguo Testamento, con su pensamiento y su testimonio, que constituyen un mensaje (evangelio) de salvación humana. No es en balde que muchas universidades y religiones usan un libro como emblema distintivo.

    Sagrada Familia

En fin, la basílica es una caja de sorpresas simbólicas, significativas y significantes, para el visitante, cualquiera que sea el número de veces que llegue por allí.

Quizás tenga razón Hou Tech-Chien, quien es un estudioso asiduo del trabajo de Gaudí y quien organiza anualmente un seminario internacional sobre el autor de La Sagrada Familia, tanto desde su dimensión artística como desde su dimensión espiritual. Según él:

Gaudí experimentó la iluminación tan común del budismo zen. Fue un filósofo que expresó sus ideas a través de la arquitectura como metáfora… Tuvo su veta filosófica, pero nunca estudió filosofía, sino que se guió por la intuición. Sucede lo mismo en el taoísmo”.

Gaudi
Antoni Gaudi

Conviene acá hace un par de reflexiones: la primera es que muchos de estos elementos de significado oculto y alto simbolismo de La Sagrada Familia están presentes también en algunas de las otras obras de Gaudí: en la Casa Milà (la “Pedrera”), en la Casa Batlló y en el Parque Güell, por ejemplo. Lo segundo, es que, a similitud de lo ocurrido con las grandes catedrales góticas, Gaudí sabía desde un inicio que el proceso de construcción de su proyecto tomaría muchísimos años y que él no estaría al final para ver la obra terminada; sin embargo, ordenado y riguroso como era, Gaudí dejó múltiples indicaciones y bosquejos de lo que requería para su basílica. Desafortunadamente, un incendio durante la Guerra Civil española (1936-1939), cuando ya Gaudí había muerto, quemó muchos de esos materiales.

En todo caso, se asegura que el arquitecto nunca escribió sobre su simbología, lo que no significa que esa simbología no existiera. La falta de información de primera mano no hace sino aumentar el misterio y la especulación al respecto.

En algún momento, al referirse brevemente al tema, el propio Gaudí se limitó a decir:

Todo el mundo encuentra sus cosas en el templo: los campesinos ven gallinas y gallos; los científicos, los signos del zodíaco; los teólogos, la genealogía de Jesús; pero la explicación, el raciocinio, solo la saben los competentes y no se debe vulgarizar”.

Gaudi

Creo que el tema es fascinante y merece estudio. Igualmente, La Sagrada Familia es un edificio espectacular, foco de fe para algunos, de belleza para otros, de estudio para aquellos ya sea en la arquitectura o en los significados ocultos, y de disfrute general para quienes, como yo, encontramos algo de todo lo anterior en esta magnífica obra.

El dinero que generan los boletos de entrada a La Sagrada Familia ayuda a financiar las obras en curso. En alguna ocasión, se consultó a los habitantes de Barcelona si estaban de acuerdo con la continuación de las obras hasta la finalización de los trabajos concebidos por Gaudí y, como en todo, hubo gente a favor y otros en contra. Personalmente, creo que Gaudí hubiera querido que terminen el templo. Él inició las obras y dejó la guía para que ese trabajo culmine, consciente de que correspondería a otros su realización. Se trata del mismo esfuerzo creador que permitió que las grandes catedrales góticas se levantaran en medio de las incipientes ciudades medievales, poco a poco (a veces durante siglos), con el trabajo desinteresado y tenaz de muchos albañiles y artistas, quienes, incluso desde el anonimato, dejaron la huella de su esfuerzo en esos edificios, tal como los vemos hoy día.

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