La larga marcha de Alemania para salir de la dependencia de China

Por Michael Fischer, Andreas Hoenig y Johannes Neudecker (dpa)

dpa
ARCHIVO – El presidente chino Xi Jinping (der.) recibe al canciller alemán Olaf Scholz en Pekín durante la visita del jefe de Gonierno germano en 2022. Scholz emprende este sábado su segundo viaje oficial a China. Foto: Kay Nietfeld/dpa Pool/dpa

Berlín/Pekín, 11 abr (dpa) – En un ejercicio de equilibrio difícil, el Gobierno alemán quiere reducir la dependencia económica de China, pero sin desacoplarse de la segunda potencia del mundo.

Ese es el eje central de la estrategia china que la coalición de Gobierno germana definió el pasado verano europeo.

¿La economía alemana intenta realmente liberarse de su dependencia de China? ¿O todo seguirá como antes? El canciller Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata (SPD), también tendrá que hacerse esta pregunta cuando este sábado emprenda el segundo viaje a China de su mandato.

Con el ataque ruso a Ucrania, Alemania experimentó de forma dolorosa lo que puede significar tener una excesiva dependencia económica de un solo país. El suministro energético, que durante mucho tiempo se basó en gran medida en el gas ruso barato, tuvo que cambiar radicalmente en un corto periodo de tiempo.

Algo así no debería volver a suceder con China, si por ejemplo ocurre una escalada en el conflicto con Taiwán. Es «urgentemente necesario» reducir los riesgos de una interdependencia económica, según la estrategia alemana sobre el vínculo con China.

China continúa siendo el principal socio comercial de Alemania. Las importaciones provenientes de China cayeron sin embargo un 19,2 por ciento el año pasado, mientras que las exportaciones al gigante asiático se redujeron en un 8,8 por ciento.

Con un volumen de comercio exterior de 253.100 millones de euros (unos 271.580 millones de dólares), el gigante asiático se situó así apenas por delante de Estados Unidos (252.300 millones de euros).

La cuota de China en el total de las exportaciones alemanas de bienes cayó desde 2020 de algo menos del 8 por ciento a poco más del 6 por ciento.

«Las posibilidades de exportación se reducen a mediano plazo, sobre todo porque China quiere depender menos del extranjero y porque empresas alemanas quieren atender cada vez más al mercado local con producción local en lugar de con exportaciones provenientes de Alemania», explica Jürgen Matthes, del Instituto de la Empresa Alemana (IW), en la ciudad de Colonia.

«De todas maneras, solo cerca del 3 por ciento de los puestos de trabajo alemanes depende directa e indirectamente de las exportaciones a China. Es probable que esta proporción se estanque en el futuro», declaró.

La situación de las inversiones directas alemanas es diferente. El año pasado crecieron a 11.900 millones de euros y alcanzaron un nuevo récord, según cifras del Bundesbank, el banco central alemán.

La cuota de China en todas las inversiones directas en el extranjero de la economía alemana volvió a superar por primera vez desde 2014 la marca del 10 por ciento y se ubica actualmente en 10,3 por ciento. Entre 2018 y 2020 estuvo por debajo del 3 por ciento.

Las grandes empresas, en particular, están haciendo pocos esfuerzos por cambiar su estrategia en China y centrarse más en otros mercados de venta, especialmente los fabricantes de automóviles, para quienes China es un mercado insustituible. Volkswagen y Mercedes Benz venden allí un tercio de sus vehículos.

Lo más peligroso es la dependencia de China en algunas materias primas. Según un estudio de la auditora Deloitte, las importaciones alemanas del litio de China, importante para la fabricación de baterías, creció desde 2013 de un uno a un 24 por ciento. La cuota de China en las baterías de litio importadas incluso creció del 27 al 41 por ciento durante este periodo.

Los importadores alemanes dependen de proveedores chinos para el 90 por ciento del magnesio y el 85 por ciento de las tierras raras.

Desde hace algún tiempo, el Ministerio de Economía alemán intenta desesperadamente encontrar otros socios de cooperación y se están estableciendo asociaciones de materias primas con países como Australia, Chile y Canadá.

Según una encuesta publicada hoy por el Instituto Ifo, la dependencia ya está disminuyendo: el 37 por ciento de todas las compañías industriales de Alemania depende de productos procedentes de China, en 2022 era el 46 por ciento.

¿Y qué pasa si las cosas van como con Rusia y se produce una ruptura con China de un día para otro debido a una invasión a Taiwán?

Un grupo de investigación del Instituto de Economía Mundial de Kiel (IfW) analizó este tema en 2023. En su hipótesis, los expertos partieron de la base de que la economía mundial se desintegraría en dos bloques comerciales separados, con la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Japón, por un lado, y China y Rusia con sus aliados, por otro.

El resultado es que en caso de ruptura brusca, la producción económica alemana se desplomaría un 5 por ciento y, al cabo de cuatro o cinco años, se estabilizaría en un 1,5 por ciento anual. Sin embargo, según los investigadores, este escenario sería aún manejable para la economía alemana.

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