Gilbert Achcar
Resulta verdaderamente sorprendente que Washington se abstuviera en la votación de la resolución adoptada el lunes por el Consejo de Seguridad de la ONU, a pesar de que la resolución es coherente con la postura estadounidense que rechaza el llamamiento a un alto el fuego permanente, ya que sólo pide «un alto el fuego inmediato para el mes de Ramadán» (del que ya ha transcurrido la mitad), añadiendo como buen deseo que sea «conducente a un alto el fuego duradero y sostenible» (la resolución no utiliza el término «permanente», sino «duradero», que se refiere a una duración en lugar de a un cese definitivo). De hecho, las partes que redactaron la resolución hicieron un esfuerzo especial por utilizar expresiones y conceptos que satisficieran a Washington, de modo que el texto conciliara la postura estadounidense con la árabe. Así, la resolución deplora «todos los ataques contra civiles y bienes de carácter civil, así como toda violencia y hostilidades contra civiles, y todos los actos de terrorismo» recordando que «la toma de rehenes está prohibida por el derecho internacional».
La resolución era tal esta vez que el propio Reino Unido podía votar a favor de ella, después de que hasta ahora hubiera ido a remolque de la posición estadounidense, sin atreverse a contradecirla salvo absteniéndose una vez mientras Washington hacía uso de su derecho de veto. En cuanto a la justificación de la administración estadounidense de su abstención del lunes señalando que la resolución no nombraba a «Hamás», es un pretexto completamente vano que no puede engañar a nadie, ya que la resolución tampoco nombraba a Israel, ¡incluso cuando se habla de la necesidad de abrir el camino para que entre la ayuda internacional! Evitar las dos designaciones directas constituyó de hecho uno de los compromisos en los que se basa la resolución.
La verdad es que la abstención de Washington tenía por objeto tratar de aliviar el resentimiento de la parte israelí para que Washington no pareciera que estaba participando en el consenso del Consejo de Seguridad de la ONU sobre una resolución que Israel rechaza. Justo el sábado pasado, el ministro de Asuntos Exteriores del Likud-Zionista, Israel Katz, había acusado a las Naciones Unidas de haberse convertido, bajo el liderazgo del actual secretario general Antonio Guterres, ¡»en un organismo antisemita y antiisraelí que da cobijo y envalentona al terror»! Con esto, la habitual política de Israel de tachar de antijudía cualquier crítica a sus políticas alcanzó un nuevo nivel de decadencia y vulgaridad.
En cuanto a la administración del presidente estadounidense Joe Biden, ha alcanzado por su parte un nuevo máximo de hipocresía. Sigue suministrando armas y municiones a Israel, como empezó a hacer inmediatamente desde el comienzo de la guerra genocida sionista contra Gaza, de modo que se ha convertido en cómplice total de la embestida en curso, que es de hecho la primera guerra totalmente conjunta entre Estados Unidos y el Estado sionista. Mientras Benjamin Netanyahu cancelaba una visita a Washington que estaba programada para una delegación encabezada por uno de sus asesores en asuntos estratégicos, el ministro de «Defensa» de su gobierno, Yoav Galant, que por supuesto también es miembro del gabinete de guerra más pequeño formado al comienzo de la actual embestida, llegó a Washington el lunes. Su visita es mucho más importante que la que canceló Netanyahu. A su llegada a la capital estadounidense, Gallant declaró que sus fuerzas armadas invadirían inevitablemente Rafah. Vino a consultar con la administración Biden sobre cómo empaquetar la invasión de Rafah para que ambas partes pudieran afirmar que tuvieron en cuenta las consideraciones humanitarias que se han convertido en un tema muy sensible para la administración estadounidense.
Huelga decir que esta sensibilidad no procede de ninguna dedicación a esas consideraciones humanitarias en sí mismas. ¿Cómo podrían derivar de ellas después de que Washington haya participado plenamente en la matanza de aproximadamente cuarenta mil personas y en las heridas causadas a decenas de miles más, incluido un alto porcentaje de heridos graves; en la destrucción de la Franja de Gaza hasta un grado del que la historia nunca ha sido testigo en cuanto a la magnitud de los daños conseguidos en muy pocos meses; y en el desplazamiento de la inmensa mayoría de la población de la Franja a la zona de Rafah? Las cajas de ayuda alimentaria que Washington deja caer desde el aire son gesticulaciones que están lejos de poder desculpabilizar a la administración estadounidense como se pretende, ya que todos los responsables de la ayuda humanitaria internacional han confirmado que se trata de un medio caro e ineficaz de eliminar la hambruna mortal que se extiende entre los gazatíes. Señalan, en cambio, los miles de camiones alineados en el lado egipcio de la frontera, a los que Israel impide la entrada, mientras que bastaría con que Washington ejerciera una presión real sobre el Estado sionista amenazando seriamente con poner fin a su apoyo militar para obligarle a abrir las puertas a la ayuda por vía terrestre, que es la única forma realmente capaz de reducir la crisis humanitaria e impedir la propagación de la hambruna y su agravamiento.
En cuanto al puerto que están construyendo en la costa de Gaza, tampoco es capaz de resolver la crisis. Además, la gente tiene todo el derecho a cuestionar la verdadera intención que hay detrás, ya que puede servir para animar a los gazatíes a emigrar si las puertas del Sinaí siguen cerradas para ellos. De hecho, el gobierno fascista sionista pretende completar la segunda Nakba desarraigando a los palestinos de la tierra de Palestina una vez más, esta vez de la Franja de Gaza. Su primera intención era deportarlos al Sinaí, pero el rechazo de esta perspectiva por el régimen de Abdel Fattah al-Sisi (por consideraciones de seguridad, no humanitarias, por supuesto) les hizo plantearse deportarlos a varias partes del mundo. Para ello establecieron contactos con varios países, según el testimonio del propio Netanyahu.
Recientemente, se han alzado voces en Israel que sugieren una concentración de los gazatíes en algún rincón del desierto del Néguev, en la frontera egipcia, para que el Estado sionista pueda anexionarse la Franja de Gaza como una propiedad mucho más valiosa, sobre todo por su línea costera. Todo esto preocupó a Washington, lo que le llevó a invitar a Benny Gantz, miembro del gabinete de guerra que se opone a Netanyahu y al gobierno del Likud, para discutir con él el asunto. También recibió a Gallant, también opositor a Netanyahu, pero desde dentro del Likud. La administración norteamericana está preocupada por el proyecto de deportación, que contradice su postura de preservar el marco de Oslo y conseguir que la «Autoridad Palestina» vuelva a supervisar la Franja de Gaza, principalmente bajo tutela israelí, lo que podría ir acompañado del despliegue de fuerzas regionales o internacionales.
Al-Quds al-Arabi
Traducción: viento sur