Conversaciones con mis nietos
Arsenio Rodríguez
«Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son». -Pedro Calderón de la Barca
Aterricé en el Caribe, en el siglo pasado, añadiendo un punto de vista más, a los entonces estimados 2.300 millones de puntos de vista de otras personas que vivían en el planeta. Hoy en día, el número estimado es de más de 8 mil millones.Cuando nací, la Segunda Guerra Mundial todavía estaba en su apogeo, y la radio y los periódicos eran los medios de comunicación. En ese momento, como en todos los tiempos humanos anteriores había guerras y asesinatos y políticos cara dura, mintiéndole a multitudes manipuladas. Como siempre, había hambre de poder, y la gente era presa del egoísmo, la vanidad, la arrogancia, las conspiraciones, la indiferencia, la ignorancia, las ideologías, el despilfarro, etc., tanto en los ámbitos colectivos como en los individuales de la vida (uno es la suma del otro). Por supuesto, también había altruismo, sacrificio, compasión, empatía, sabiduría, serenidad, paz y creatividad. Igual que siempre. Una lucha entre la concepción fragmentada o unitaria de la vida, entre amar al prójimo como a ti mismo o vivir en un «sálvese quien pueda».
En fin, el revoltijo de los opuestos de la experiencia humana. Una dualidad que parece ser la naturaleza de la naturaleza. Como los volcanes, que son responsables en gran medida de enriquecer los suelos que nos alimentan, pero también nos matan con sus erupciones.
Día a día las noticias en diferentes medios de comunicación nos transmiten acontecimientos (en su mayoría los más dramáticos y con impacto sobre muchos). Pero nunca hay noticias sobre cosas que le suceden a una persona en su ámbito íntimo, y mucho menos en su mundo interior. Los números parecen ser importantes. Y la tragedia siempre sobresale sobre el humor en los medios de comunicación. Y así, los millones y millones de sonrisas, los sentimientos de gratitud, los gestos de empatía o actos compasivos, que están ocurriendo y transformando innumerables vidas en todo el mundo y en todo momento, nunca se registran en las noticias, ni son analizados por los expertos en la televisión y la radio, ni en escritos en columnas en los periódicos o en el Internet.
Hay tantos temas de interés informativo que suscribimos, circuitos de apuestas, recetas de comida, cosmología, culturistas, religión, mercados financieros, celebridades, moda, arte, comida, historia, conservación, deportes, etc. La diversidad de nuestras pasiones por saber acerca de las cosas y nuestro apego a estos diversos mundos y preferencias es inmensurable.
Luego está nuestro entorno, que usamos, explotamos, exploramos, admiramos o ignoramos. Algunos ven la naturaleza circundante como una instalación externa, que proporciona elementos para nuestro consumo durante nuestro corto viaje, mientras que otros sienten que es parte de nosotros, formando parte de un continuo mágico y maravilloso de un ser evolutivo.
El tejido de todo esto, tal como lo cuenta la ciencia moderna, es en sí mismo una canción. El continuo de átomos, horneados en estrellas que explotan, se acoplan en diferentes combinaciones, formando moléculas, que a su vez se congregan en células y se ensamblan en cucarachas, rosas y personas.
Echemos un vistazo a esta milagro maravilloso. El diámetro medio de un átomo es de 0,1 a 0,5 nanómetros. Un metro contiene 1.000.000.000 de nanómetros. Si pudiéramos alinear todos los átomos contenidos en un ser humano de 80 kg, la distancia que cubriría sería aproximadamente siete veces la distancia a Alfa Centauro, que está a unos 41 billones de kilómetros de distancia. Estos átomos constituyen las aproximadamente 37 billones de células de nuestro cuerpo. Un asombroso continuo de energía y espacio, formando imágenes percibidas por nuestros sentidos.
¡Y luego piensen en el ruido de nuestras mentes! Toda la fragmentación de nuestra percepción que nos crea esta ofuscación, y nos hace perder el concierto del océano, y centrarnos en cambio en las gotas momentáneamente vaporizadas en el sueño de la vida, que se fundirán de nuevo en toda la existencia, en un ciclo de amor sublime.
Hoy, en vísperas de otro paquete de días contados, de otro nuevo año, las noticias de última hora siguen siendo como siempre, explosiones de guerras, ideologías y todos los demás juegos que jugamos.
Si no estuviéramos tan ofuscados con este juego de egos y puntos de vista, podríamos observar la continuidad y simultaneidad de la Existencia. Nuestros ojos se abrirían, para ver un milagroso evento ocurriendo cada segundo. La luz fluyendo, pintando imágenes en el exterior, la aparición del universo.
Los sonidos cayendo en cascada por cavernas interiores, tocando música en el cerebro, despertando fantasmas del pasado y sueños del futuro. La propiocepción, definiendo los límites de nuestra identidad, las fronteras sensoriales del tacto. Las brisas y las temperaturas alternándose, acariciando las texturas de la envoltura sensorial. Las partículas del universo distorsionando juguetonamente, los espacios tridimensionales dentro de la lengua y la nariz, haciendo que los sabores y aromas se agreguen a la aparición de este milagro continuo.
El tiempo derritiéndose como un reloj de Dalí, mientras se proyecta esta película interminable. Expresando todas las posibilidades, soñando todos los sueños y logrando todas las realizaciones. Todo potencialmente contenido y acumulado en capullos, a la espera de su manifestación y florecimiento.
A veces, un sentimiento inefable de alegría inexplicable, se filtra a través de puertas interiores secretas, abriendo nichos ocultos. Ningún mantra especial puede llevarnos allí, ningún esfuerzo de oración y meditación. (Puede coincidir si hacemos eso todo el tiempo, que las puertas se abran como si se dijeras una contraseña, pero fue solo una gracia espontánea.) Fluye sin condiciones, como el amor verdadero, tibiando todo en un resplandor de luz sublime. Haciendo que los corazones se derritan, y las sonrisas florezcan en rostros severos, y que los cuerpos adquieran un ritmo especial, que provoca abrazar a los demás.
Sí, en esos momentos evanescentes, de repente, Antares y sus legiones de estrellas hermanas, aparecen en la oscuridad de la noche, como una princesa vestida para su boda. ¿Qué puede hacer que la brisa de una esquina se convierta de repente en un torbellino interior? ¿Qué puede motivar la espontaneidad de lo divino? Ningún esfuerzo, mantra, disciplina, austeridades, riquezas, oraciones, ni cantos sacros, ni pociones mágicas, ni pergaminos secretos. Ninguna fórmula puede llevarnos ahí adentro de nosotros, donde el sol sale en miniatura y, sin embargo, es tan brillante, que su fría incandescencia eclipsa la luz del día.
En esos instantes fugaces, la risa del espíritu es provocativa y libre, y surge un brillo en los ojos, o una ternura en la piel, y sentimos la necesidad de abrazar a quien se nos cruza en el camino. Son momentos de dicha sublime, de ritmos perfectos en rima, de una canción primordial, que surge algún momento inesperado, adentro de nosotros. Más allá de pensamientos acumulados y de los escombros de nuestro puntos de vista.
Guardemos estas pausas en nuestros recuerdos, iconos y tradiciones, hasta que tal vez un día, en una casualidad total, nos encontremos de nuevo en esa alcoba secreta, atraídos por esa combustión espontánea.
Y podamos compartir entonces, el brillo de nuestros ojos, y acariciar la ternura de los demás, que en esos momentos de alivio son uno con nosotros. Regocijémonos con esa brisa de rincones sagrados, que nos recuerdan nuestro unicidad humana, y borra los sentimientos de orgullo y los lamentos de nuestros egos fragmentados. Entreguémonos al abrazo de la Amada Existencia, cuando nos sorprende y nos hace saber que somos ella. Es una vieja historia, un romance de espontaneidad, que sólo el amor puede ver.
Los abrazos que la Existencia nos da de vez en cuando, son embriagadores. Y realmente nunca podemos saber cuándo se van a dar. Ojalá, que la gracia caiga sobre nosotros, un día de estos, y que recordemos no olvidar nunca, ese sentimiento inefable de alegría inexplicable. ¡Ah y feliz Año Nuevo!