Por Gerd Roth (dpa)
Berlín, 14 oct (dpa) – Herbert von Karajan la inauguró, Kirill Petrenko es su director actual. Desde hace 60 años, la Filarmónica de Berlín alberga a los mejores directores del mundo y a sus grandes obras musicales, aparte de ser un hito arquitectónico.
En una metrópolis a menudo gris, su fachada dorada y brillante llama rápidamente la atención. La Filarmónica de Berlín, con sus líneas curvas en el tejado, atrae mágicamente la atención cerca de la céntrica Potsdamer Platz desde hace seis décadas.
El revestimiento exterior previsto inicialmente, que se instaló más tarde por razones de coste, realza aún más el efecto visual. La obra del arquitecto Hans Scharoun (1893-1972), inicialmente controvertida pero hoy considerada como la obra de un genio, se inauguró el 15 de octubre de 1963.
El edificio, convertido entretanto en un ícono arquitectónico, fue la primera construcción del posterior Kulturforum, con sus museos e institutos de renombre internacional, que se levantó en una Berlín devastada por la Segunda Guerra Mundial.
En el otro extremo de la amplia plaza, Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969) construyó la Nueva Galería Nacional, de diseño completamente diferente, con mucho cristal y acero, pero no menos célebre.
El Museo del Siglo XX se construirá de aquí a 2027 entre estos dos hitos arquitectónicos, con un coste de casi 500 millones de euros (unos 528 millones de dólares); cuando la Filarmónica costó apenas 17 millones de marcos alemanes.
El corazón de la Filarmónica es también su tesoro: la gran sala de conciertos. Scharoun prescindió de la clásica forma básica rectangular con un escenario al final; quería la «música en el centro».
Así, la orquesta está rodeada por un laberinto de gradas para el público en el que no parece haber un solo ángulo recto. La ubicación central significa que solo hay 28 metros desde el podio del director de orquesta hasta un asiento en una de las últimas filas.
El entonces director general Herbert von Karajan (1908-1989), que inauguró la sala con la Filarmónica y la Sinfonía Nro. 9 de Beethoven, rechazó toda resistencia a los insólitos planes arquitectónicos.
«No conozco ninguna sala de conciertos en la que el problema de los asientos se haya resuelto de forma tan ideal», aseguró en aquel momento.
Dominik Wollenweber también se sienta habitualmente en el escenario central de la sala, entre los cerca de 2.400 asientos. El músico alemán, solista de corno inglés y miembro de la Filarmónica desde hace 30 años, solo tiene cosas buenas que decir sobre la ya muy elogiada acústica. La sala suena bien «sin mucho esfuerzo», asegura.
«Las partes silenciosas no estallan, siempre hay una agradable resonancia de sonido», sostiene Wollenweber. Incluso en el forte no se hace demasiado ruido con facilidad, «así que las obras grandes se tocan bien», agrega. Wollenweber subraya que esta cuestión es mucho más problemática en otras salas.
Desde Karajan y hasta el actual director titular y artístico Petrenko, no hay prácticamente ningún nombre de primer nivel internacional que no haya dirigido una orquesta en la Filarmónica.
La Filarmónica es sede de, además de las presentaciones de sus propios músicos, numerosas actuaciones de invitados. Durante las pausas de la temporada, se renueva a lo grande y así la Filarmónica no ha perdido nada de su encanto, ligeramente envejecido, hasta nuestros días.
Para la inauguración en 1963, se interpretó una fanfarria compuesta especialmente por Boris Blacher (1903-1975). Con motivo del aniversario, esta obra se interpretará también en tres conciertos bajo las órdenes de Zubin Mehta (19, 20 y 21 de octubre).