De Maripepa y Cantinflas

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Manuel Carballo

Muchos actores, actrices y artistas de renombre de visita en Costa Rica, a menudo solicitan incluir en su agenda de visitante una reunión con el Presidente de la República. Y nuestros presidentes siempre han estado anuentes a ello. Así ha sucedido con Julio Iglesias, Plácido Domingo, Pavaroti y otros, con la prensa siempre atenta a cubrir sus reuniones con el mandatario de turno.

Algunos recordarán a la española María José Nieto, más conocida como Maripepa. Maripepa fue -y es todavía-, una vedette, cantante y bailarina realmente espectacular en su físico, muy atractiva. Lo cierto es que esta dama recibió la invitación de don Oscar Arias a reunirse en Casa Presidencial. Llegó custodiada por policías de tránsito que hicieron sonar sus sirenas en las calles de San José. Se hizo tamaño escandalillo, máxime que antes de Maripepa don Oscar se había reunido con el tercer hombre en el mando de Gobierno de los Estados Unidos, y sin embargo, nadie se enteró. Según relató la prensa, don Oscar le atribuyó a uno de sus ministros la idea del encuentro con Maripepa.

Como derivación de la audiencia a Maripepa, se produjo algo simpático. Semanas después, vino a nuestro país a dar un concierto el cantante José Luis Perales. Éste solicitó una visita de cortesía al Presidente Oscar Arias. Por su agenda, don Oscar no pudo recibirlo el día solicitado. ¡Para qué lo hizo! Tanto Perales como sus seguidores y la prensa costarricense elevaron su voz de asombro y casi de protesta: ¿Cómo era posible que el Presidente de Costa Rica se reuniera con una vedette como Maripepa y le negara la misma posibilidad a José Luis Perales, uno de los mejores intérpretes de habla española? Tiempos después, en otras visitas a Costa Rica Perales fue recibido por don Oscar y don Oscar asistió a sus conciertos, todo en franca y sincera amistad.

De la visita de María José Nieto, quedó la herencia de la palabra “maripepinos” en Costa Rica. En muchas despedidas de soltera de las mujeres en nuestro país, organizan su fiestecita con la presentación de “maripepinos”, que son hombres con pocos atuendos bailando frente a las damas. Hoy en día, la palabra “maripepinos” es una simpática herencia y recuerdo de Maripepa en ropa ligera.

Hay otra pequeña historia que creo vale la pena relatar. Se trata de la visita a Costa Rica en 1982 del actor Mario Moreno -Cantinflas- por invitación del Presidente de la República, don Luis Alberto Monge.

En la década de los años 50, don Luis Alberto residió en la ciudad de México D.F. tras ser electo Secretario General de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT). Ahí mantuvo una estrecha relación con el movimiento sindical mexicano y en particular con la Asociación Nacional de Actores de México, sindicato legalmente constituido que agrupa al gremio actoral y artístico de ese país. Cuenta don Luis Alberto que en su función sindical cultivó gran amistad, entre otros, con Antonio Espino y Mora, conocido como Clavillazo; con Jorge Negrete, presidente de la Asociación; y con Mario Moreno, el famoso Cantinflas. Valga la oportunidad para explicar que don Luis Alberto Monge relataba que Clavillazo tenía el casi tic de repetir la frase “pura vida” en sus conversaciones y en sus películas. Siendo el cine mexicano tan popular en Costa Rica, nuestra gente adoptó aquí la frase “pura vida” como palabras de exportación y hoy casi convertido en símbolo nacional. Explicaba don Luis que el sindicato lo invitaba a todas sus celebraciones, que muy a menudo terminaban en El Tenampa, de Plaza Garibaldi, acompañado de Jorge Negrete. Poco a poco se fue retirando de las invitaciones, pues sus amigos eran muy fiesteros.

En los primeros meses de su periodo presidencial, en 1982, don Luis Alberto Monge le formuló a Cantinflas una invitación personal a visitar Costa Rica. Resultó ser una agradable noticia para los costarricenses. Todos querían conocer y saludar a tan admirada personalidad. Se tomaron todas las previsiones. Cantinflas entraría a Casa Presidencial a pie desde la entrada principal. Así podría saludar a la gente que se congregó en los alrededores de la Presidencia desde las 7:00 de la mañana. La visita estaba programada a las 10:00 a.m., y casi todos los Ministros acudieron ese día a Casa Presidencial como cuando llegaban a Consejo de Gobierno. También ellos querían saludar a Cantinflas.

Cantinflas

Llegada la hora apareció Cantinflas, descendió de su vehículo, se arremolinó la gente que esperaba fuera de Casa Presidencial, no saludó a nadie y en forma apresurada caminó hacia la sede del gobierno y preguntó por un servicio sanitario. Quienes estábamos en la línea de recepción, en particular Fernando Berrocal como Ministro de la Presidencia y este servidor simplemente nos volvimos a ver con cierto asombrio. Salió Cantinflas del baño, nos dijo “disculpen, era una necesidad”. Lo cierto es que afuera, la gente estaba indignada y no podía creer el comportamiento de Cantinflas. Él lo sabía y sin que nadie le dijera nada, se devolvió a la entrada principal, saludó, dio autógrafos, conversó con el público y luego entró a saludar a los Ministros que estaban en primera línea. Le dio un abrazo efusivo al Presidente de la República y todos comentábamos con satisfacción y alivio el desenlace de la embarazosa situación.

Estando entre el público se acercó un imitador vestido como Cantinflas en sus películas. Se hacía llamar el Cantinflas Tico e intentaba hablar con acento mexicano. Pero lo cierto es que nada que ver. Don Mario Moreno lo saludó con su natural cortesía, pero se notaba que para nada le había agradado ese raro personaje.

Un par de años después, Cantinflas hizo una visita privada a Costa Rica, de vacaciones. Anduvo de saco y corbata, con un elegante sombrero, de compras en la Avenida Central, y nadie lo reconoció.

¿Ven cómo en política no todo es solemnidad y rigor?

Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración coloquial de vivencias personales y simples hechos reales relacionados con la política, poco conocidos, que vale la pena recordar.

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