EL GUAYABO
FALTABAN pocos días para las elecciones cuando don Pepe me llamó para decirme que la dirigencia mariachi de Grecia, se estaba organizando.Muy de mañana me fui para Grecia y el tiempo me dio para visitar a los dirigentes liberacionistas y de la Unidad, así como a personalidades, a algunos amigos personales.
Como a las cuatro de la tarde ya había formado criterio, no había «tal culebra de pelos». Eso sí mis amigos quedaron resentidos al considerar que yo había dudado de la honorabilidad de ellos, lo que no era cierto, pero si necesario para formar criterio.
Regresé a San José a eso de las 7 de la noche, en los precisos momentos en que don Pepe estaba pronunciando su discurso en la Plaza Pública de Goicoechea, exactamente en el costado norte de la Iglesia.
No me explico como me divisó entre tanta gente, por estar yo en la parte de atrás de la manifestación, por haber llegado tarde.
Cuando me divisó interrumpió la armonía de su discurso, para decirle a la multitud: «Miren quien está ahí, Carlos Manuel. Carlos Manuel venga aquí a la tarima para que salude a este gran grupo de liberacionistas»
Me abrí campo ante la multitud, subí a la tarima y acompañado por don Pepe saludé a los asistentes. Don Pepe siguió con su discurso interrumpido y en el momento que creyó pertinente me preguntó: «Averiguó algo de ese fraude que me dicen están preparando» «No don Pepe, no hay intento de fraude, los dos partidos se están preparando para el día de las elecciones».
La multitud comenzó a inquietarse por la interrupción del discurso y tal vez con mi presencia, que francamente no venía al caso.
Don Pepe reinició su discurso con las siguientes palabras y una voz muy pausada y seria.
«Me acaba de comunicar Carlos Manuel, que se está preparando un pavoroso fraude electoral, pero desde aquí les digo que no nos vamos a dejar, que vamos a pelear. «Ustedes todos deben armarse de un palo de guayabo y rajarle la cabeza al primero que intente un fraude»
La tónica de la campaña cambió, se dio una mística sin igual, los muchachos siguieron asistiendo a las plazas públicas con su «palo de guayabo» y con ganas de rajarle la cabeza al primero que intentara un fraude.
El grito de guerra se simplificó en una palabra: «guayabo».
Yo me quedé paralizado, al observar aquel líder aplicando el conocimiento de la psicología a sus partidarios, les hablaba en su idioma, con sus matices y dándoles aliento para que lo acompañaran sin vacilar.
Anécdota de Carlos Manuel Vicente
Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org