HOMBRE SENCILLO
DON Pepe se confesó siempre como un hombre de campo. Sus manos «se sentían como las de un hombre, forjadas a punta de trabajo». Nunca fue persona de fiestas ni de recepciones; ignoraba las mínimas normas de protocolo y etiqueta.Fue un caudillo del estoicismo, frugal en la comida y en la bebida. No fue un abstemio, pero bebía muy poco: «Un eremita, de cuando en cuando, vino o brandy», como recuerdan sus amigos.
«Para él, un banquete era un muslito de pollo o el pescado. La montaña lo había hecho así. Comía lo que come cualquier costarricense. Era muy avenido: arroz, frijoles, una ensaladita. El plátano frito con leche era su adoración».
A pesar de ser un mal bebedor, Alberto Cañas recuerda que, en 1963, se encontró en Estados Unidos a un inglés de origen costarricense que aseguraba que en 1921 don Pepe era dueño de «la mejor saca de guaro del país».
«Don Pepe siempre me negó esto, pero Cornelio Orlich, su socio en el negocio, me lo confirmó».
Como el mismo Figueres decía con frecuencia: «A uno le inventan cada verdad».
Gonzalo Facio, quien fue canciller de don Pepe en su última administración, relató que durante ese período la mejor casa vitivinícola de Francia le dio una recepción a Figueres.
El anfitrión era el «rey de la champaña» y le ofreció a don Pepe lo mejor de su cava centenaria. El costarricense desdeñó la espumante copa y con voz agria dijo: «No quiero. A mí que me traigan una Coca Cola».
Se cuenta que don Pepe se burlaba de su fama de abstemio y que acotaba: «¿Quién dice que yo no tomo? Esa es una calumnia que me levantó Otilio Ulate».
Anécdota de Alberto Cañas
Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org