COSAS DE ANTAÑO
VIMOS a don Adán, haciendo cola en el Banco Nacional de Costa Rica; nos acercamos a conversarle, y nos dijo:«Qué le parece, amigo, cinco colas, por no decir rabos, que ya llegan casi hasta la COCACOLA y allá en la Pagaduría otra cola más larga aún, de dos cuadras, esperando cada prójimo su turno para recoger el cheque de su salario, sudando la gota, limpiándose la ceniza de los ojos, rendidos, fatigados.
Y yo no me cuento, ya voy llegando, pero me da compasión de tantos semejantes pensando en lo que cuesta hoy la existencia. Y es que no se puede ser pobre por ningún dinero. Como veo ya las cosas a mis 86 agostos. ¡Qué distinto es todo! Recuerdo mis años mozos. En la época de la Navidad, nuestros viejos no se preocupaban por los regalos de los Reyes Magos; adoraban al Niño Dios en su pesebre, con la Virgen María y San José, la mula al lado, el buey rumiante sobre el bendito zacate; era el sencillo portal, la tradición simpática, y de juguetes, el trompo, las cajas de sardinas vacías, con los dos olotes y las ruedas de carrucha, como lo añoraba nuestro don Ricardo. Nadie se acongojaba. Había alegría sin gastos extraordinarios. En la llamada LA PUEBLA, marimbas, guitarras, cantos inocentes, tamales, posol, mondongo y un chilero con tapón de palo, y hasta un guarito para terminar. Paz, honestidad y tranquilidad, sin jaranas, ni pagarés. Hoy la cosa es diferente. Pero para qué seguir contándole. Antes fuimos más felices. En nuestros hogares olor había a incienso y a café tostado, y el menú era de arroz, frijoles, picadillo. ¡El repollo con su vitamina UF! Después le cuento más. ¡Hasta luego!
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.