Anecdotario Costarricense

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POLITIQUERÍAS HISTÓRICAS

EN la época electoral 1908-1910, el jefe del Partido Republicano, Lic. don Máximo Fernández Alvarado, organizó una convención para elegir el candidato a la presidencia de la República para el período 1910-1914. La Asamblea General del partido se reunió en el Teatro Variedades, con asistencia de cinco delegados por cada cantón, escogidos por los vecinos fernandistas. Más de 300 ciudadanos se congregaron y después de bastantear sus poderes, el jefe don Máximo pronunció un elocuente discurso proponiendo la candidatura del Lic. don Ricardo Jiménez Oreamuno. La conformidad con la recomendación del jefe, fue unánime y la alegría insólita. Se recibió la votación nominal y el resultado fue un éxito rotundo. Una comisión nombrada por don Máximo y encabezada por don Ramón Tenorio Vidaurre, Delegado por Nicoya, se encargó de llevar la nueva a don Ricardo y acompañarlo al recinto de la Asamblea donde se reunió la convención. Al llegar don Ricardo, aclamación ruidosa lo recibió. Luego pronunció un discurso magnífico, aceptando y agradeciendo el honor de la candidatura, y terminó la convención. Siguió en seguida la propaganda con gran actividad. Mas, surgió inesperadamente un poderoso enemigo de la candidatura de don Ricardo: el clero. Un grupo selecto de sacerdotes, propalaba el temor que los tenía alarmados ante el peligro de la presidencia en manos de un liberal, ateo, laico y librepensador, concepto que tenían de don Ricardo. Y aquí viene la anécdota de don Adán Acosta, que era entonces el Juez Primero Civil de San José. Como elemento fidedigno del Partido Republicano, se entrevistó con don Máximo, y le dijo: «vea patrón, la situación es crítica; la opinión de los clérigos pesa enormemente en la política nacional. Los católicos temen a don Ricardo sin motivo que justifique ese repudio: es un error. Yo tengo que desvanecer urgentemente esa opinión falsa. Y o tengo el remedio. La publicación profusa, en hoja suelta, que haga patente un famoso fallo redactado por don Ricardo cuando era Presidente de la Corte Suprema de Casación, sentencia que dictó en defensa del culto religioso, brillante, que tranquilizará a nuestro magnífico Obispo Stork».

Fue un caso ocurrido en Palmira de Guanacaste. El señor Crescencio Estrada Gómez, desde el púlpito de la ermita contó en broma la historieta antigua de un predicador que en vez de leer «San Francisco era tan humilde que comía como vestía y dormía sobre una vieja tarima», leyó: San Francisco comía como bestia y dormía sobre una vieja. La policía del lugar, apresó a don Crescencio, y aunque el Juez de Liberia lo absolvió, la Sala Segunda lo condenó. El defensor interpuso casación alegando que en la ermita no estaba expuesto el Sacramento, y que el Santo estaba tapado con manto y que todo fue broma para los carpinteros que se hallaban trabajando.

La Corte de Casación del Tribunal Supremo de Justicia, mantuvo la condena, refutando los argumentos de la defensa, sobre los CONSIDERANDOS que redactó don Ricardo, Presidente del Tribunal, así: «no puede decirse que un templo pierde su carácter porque en él se lleven a cabo obras de reparación o mejoras menudas. El no haber Sacramento no es condición para que un lugar destinado al culto católico goce de la protección de la ley, para rodear de respeto al lugar que los fieles de cualquier religión lícita, consagran su Dios, y en el cual ejercitan públicamente su culto. No porque esté cubierta la imagen de un santo puede darse como si no existiera. El hecho de subir al púlpito un seglar, con espuelas, machete al cinto y sombrero calado, y ante la imagen del santo, proferir las palabras de que «San Francisco comía como bestia y dormía sobre una vieja», es, a no dudarlo, un ultraje de objetos al culto católico, pues actos do esa índole producen grave escándalo en quienes profesan ese culto».

Aquella publicación autorizada por don Máximo, bastó para apaciguar a nuestro querido Obispo Stork, para que el honorable Clero católico rectificara el falso concepto que lo tenía alejado del candidato Jiménez, y fueron los sacerdotes fervorosos adictos suyos. Y en la presidencia de don Ricardo, sus relaciones con la Iglesia, fueron siempre cordiales. El famoso fallo está en la colección de sentencias de 1892, página 170 a 174.

Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.

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