Vicenç Navarro
EL ORIGEN DEL FASCISMO Y DEL NAZISMO
El fascismo y el nazismo fueron fruto de la Gran Depresión. El enorme deterioro de la situación económica, que afectó muy negativamente el bienestar de las clases populares, creó un problema grave de credibilidad y legitimidad de los sistemas y de los gobiernos democráticos. Ambos, el fascismo (en el sur de Europa y en EEUU) y el nazismo (en el centro y norte de Europa y también en EEUU) capitalizaron este descontento que creció substantivamente en el periodo pre II Guerra Mundial, adquiriendo notable influencia en ambos lados del Atlántico Norte, llegando a gobernar en varios países de la Europa Occidental.
Su mensaje era autoritario y antidemocrático (considerando ilegítima cualquier opción política distinta, sujeta a ser eliminada), con un nacionalismo extremo, supuestamente defensor de la civilización cristiana, basado en un racismo y machismo (promotor de la fuerza y violencia hacia el contrario, definido como enemigo), profundamente antisindical así como anticomunista y antisocialista. Esta última característica los hacía atractivos a los grandes estamentos de poder económico y financiero de cada país que se sentían amenazados por movimientos contestatarios procedentes del movimiento obrero que cuestionaban su poder. De ahí que grandes sectores de tales estamentos en cada país financiaran al fascismo y al nazismo.
LA DERROTA DEL FASCISMO Y NAZISMO EN LA II GUERRA MUNDIAL: EL EMPODERAMIENTO DE LAS CLASES POPULARES Y LA APARICIÓN DE LOS ESTADOS DEL BIENESTAR Y REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
Tanto el fascismo como el nazismo fueron derrotados militarmente en la II Guerra Mundial, que fue precisamente una guerra contra el fascismo y el nazismo, resultado de una amplia alianza de fuerzas políticas y sociales para conseguir tal objetivo. El triunfo sobre ambas opciones políticas, y sobre los poderes económicos y financieros que los habían apoyado, permitió una redefinición de las relaciones de poder entre las clases propietarias y gestoras del capital por un lado y las clases trabajadoras de cada país por el otro, abriendo nuevas posibilidades, siendo una de ellas el empoderamiento de las clases populares que determinó el establecimiento de los Estados del bienestar en cada país y la reducción de las desigualdades. Donde la clase trabajadora era más fuerte como en los países escandinavos, la redistribución de las rentas y de la propiedad del capital fue mayor y el Estado de bienestar más extenso. Donde la clase trabajadora era más débil, tal como en el sur de Europa y en EEUU, tal redistribución y establecimiento del Estado del bienestar fue prácticamente inexistente (como ocurrió en España y Portugal, gobernados por un gobierno fascista, el primero y fascistoide, el segundo), o muy limitado (como pasó en EEUU). Este último país tenía (y continúa teniendo) un sistema democrático poco desarrollado y muy sesgado a favor de las fuerzas políticas conservadoras y liberales. Su clase trabajadora era (y continúa siendo) muy débil con sindicatos prohibidos por ley (Taft Harley Act) de actuar en nombre de toda clase trabajadora, limitándoles a defender solo intereses corporativos, única y exclusivamente en sectores segmentados y muy descentralizados. Una huelga general estaba prohibida en EEUU. Por otra parte, su sistema político era y es muy poco proporcional, teniendo una cámara legislativa, el Senado, constituida de una manera escasamente representativa y mus sesgada a favor de los territorios conservadores y rurales del país. La financiación del proceso electoral era y es fundamentalmente privada, dando gran oportunidad a la compra de políticos por parte de los establecimientos financieros y económicos. Era y es el «modelo económico y político liberal» por excelencia.
La derrota del fascismo y nazismo había redefinido las relaciones de poder, empoderando a las clases trabajadoras (que habían jugado un papel clave en una guerra popular en contra de tales movimientos clasistas). Una consecuencia de ello fue un aumento de las rentas derivadas del trabajo (como parte de la renta nacional con descenso proporcional de las rentas del capital durante el periodo post II Guerra Mundial hasta finales de la década de los años setenta).
LA RESPUESTA DE PROPETARIOS Y GESTORES DE GRAN CAPITAL FRENTE AL AVANCE DE LAS CLASES POPULARES: EL NEOLIBERALISMO QUE CREÓ LAS BASES PARA EL CRECIMIENTO POSTERIOR DEL FASCISMO Y NAZISMO
Este crecimiento del poder de las clases populares llevó más tarde a la protesta de los estamentos económicos y financieros que establecieron como respuesta el neoliberalismo iniciado por el presidente Reagan de los EEUU y la señora Thatcher en la Gran Bretaña e incorporada más tarde en la mayoría de los partidos socialdemócratas (el partido mayoritario dentro de las izquierdas europeas) a través de la Tercera Vía. Esta nueva versión del liberalismo consistía en la promoción de la globalización de la actividad económica y financiera con plena libertad de movilidad de capitales, y de la fuerza del trabajo (con gran aumento de las migraciones y desplazamiento de capital, sobre todo el industrial a los países del Sur Global). Tal globalización incluía también la desregulación del mercado de trabajo, el aumento de las políticas fiscales regresivas y de austeridad, y la gran contención del gasto público.
Tales políticas tenían como objetivo debilitar a la clase trabajadora en los países a los dos lados del Atlántico Norte y revertir la distribución del capital y de las rentas a favor de las rentas de capital. El punto central y liderazgo de esta revolución neoliberal fueron el gobierno federal de los EEUU (y más tarde de los gobiernos de la Unión Europea, predominantemente de sensibilidad conservadora y liberal) y otras organizaciones lideradas por el gobierno federal de EEUU como la OTAN. Esta expandió su área de influencia en áreas del Atlántico Norte en las que estaba inexistente en la etapa anterior, tales como los países del Este de Europa y ahora últimamente Ucrania, programando su incorporación a la OTAN. El objetivo de tal organización era y es la promoción del modelo neoliberal existente en EEUU. Un ejemplo de ello es lo que esta ocurriendo en las políticas económicas y laborales que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (claramente influenciadas por el gobierno de EEUU y de Europa Occidental) están forzando a Ucrania a supeditar el retraso del pago de la deuda externa del Estado ucraniano a la aprobación por parte de tal Estado de una modificación del derecho de propiedad de la tierra en Ucrania a fin de permitir que empresas internacionales (primordialmente estadounidenses y europeas) tengan también tal derecho de propiedad, hoy restringido en aquel país para extranjeros. El gobierno ucraniano, también de orientación neoliberal, es favorable a esta medida, que es por cierto muy impopular, como también es impopular la desregulación masiva del mercado de trabajo que tal gobierno había ya propuesto antes de la guerra y que ha aprobado hace unas semanas. Ambas medidas han sido impuestas por aquellos organismos internacionales y aprobadas por el gobierno ucraniano bajo el supuesto que son necesarias para «atraer el capital extranjero para facilitar la reconstrucción del país». Capital extranjero quiere decir empresas estadounidenses y europeas.
LA CONVERSIÓN DE LAS IZQUIERDAS GOBERNANTES AL NEOLIBERALISMO Y SUS CONSECUENCIAS INCLUSO, EN PAÍSES DE LARGA TRADICIÓN PROGRESISTA COMO SUECIA
Las reformas neoliberales a partir de los años ochenta fueron expandiéndose a lo largo de todo el Atlántico Norte, en la medida que las izquierdas gobernantes diluían su resistencia a ellas y terminaban haciéndolas suyas también. A mayor fuerza de estas izquierdas, el retraso en la aplicación de tales políticas ha sido mayor. Y el último caso más notorio ha sido en Suecia, el país donde las fuerzas progresistas históricamente han tenido mayor poder y el partido socialdemócrata ha gobernado por más tiempo. Desde 1932 a finales de los años setenta, el partido socialdemócrata gobernó Suecia con un promedio de apoyo del 48% del electorado. Los cambios se iniciaron en los años ochenta, aunque fue a partir de los años noventa y a principios del siglo XXI cuando las políticas neoliberales alcanzaron su máximo desarrollo. La expansión del fascismo era consecuencia directa de la aplicación de tales medidas neoliberales. Era fácilmente predecible que tal movimiento crecería casi exponencialmente en la medida que el efecto perjudicial de tales políticas neoliberales afectaría el comportamiento electoral de las clases sociales afectadas. Y así lo escribí en mi artículo ¿Qué pasa en Suecia?, Publico (09/06/2013). Fue precisamente el gobierno sueco socialdemócrata el que inició las medidas neoliberales dirigidas por su ministro de Finanzas que fueron más tarde expandidas por la alianza de conservadores y liberales (conocida en Suecia como Alianza Burgesa). Estas medidas incluyeron todas las medidas neoliberales tales como la desregulación del mercado de trabajo (que permitió a los empleadores pagar a los trabajadores según su propio criterio con lo cual los empleadores, incluso el Estado, comenzaron a contratar y pagar menos a los trabajadores más débiles, es decir, los inmigrantes), el facilitamiento del crecimiento de la inmigración que aumentó espectacularmente, la introducción de la privatización (incluyendo por empresas privadas con afán de lucro) de la gestión de los servicios públicos tales como sanidad y educación, y la desregulación del precio de vivienda entre muchas otras medidas.
La gran mayoría de estas medidas afectaron muy negativamente el bienestar y calidad de vida de la clase trabajadora sueca, con grandes sectores de tal clase distanciándose del partido socialdemócrata, absteniéndose electoralmente o votando al partido Nazi que se presentó como el «antiestablishment liberal», en contra de la clase política y que arrasó en las últimas elecciones. Repito que era totalmente predecible que ello ocurriría.
Ni que decir tiene que la clase capitalista sueca favoreció estas políticas neoliberales, aunque sectores afines al partido socialdemócrata se encontraran incómodos con el lenguaje y valores sostenidos por el partido Nazi. La gran mayoría de medios de comunicación (que están controladas por grupos económicos perteneciendo a tal clase) hicieron todo lo posible para destruir a los partidos a la izquierda del partido socialdemócrata, a fin de evitar que canalizaran el enfado antiestablishment neoliberal existente en las clases populares suecas. Y repito, de nuevo, que todo esto que pasó era predecible también.
LA ENORME CRISIS POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL DEL MODELO PROGRESISTA SUECO
En las últimas elecciones ocurridas hace unas semanas la alianza progresista –el partido socialdemócrata, el partido de izquierdas, y el partido verde, consiguieron 163 puestos en el Parlamento, 3 menos que las derechas, 166– el partido conservador, el partido liberal, y el partido Nazi (llamados Demócratas Suecos). Tal partido, fundado en 1968 como heredero del partido Nazi sueco, consiguió un 20% del voto pasando a ser la segunda fuerza en el Parlamento sueco. El partido mayoritario continúo siendo el partido socialdemócrata que fue más votado con 30,3%. El partido Nazi atrajo un gran número de votantes de los otros partidos de la derecha, pero también de sectores de la clase trabajadora que votaban antes al partido socialdemócrata. El apoyo al partido nazi ha crecido incluso entre los sindicalistas del sindicato más próximo al partido socialdemócrata (el LO), la mitad de los cuales apoyaron al partido nazi, siendo mayoritario entre los hombres. En realidad, el 60 % de los hombres en las elecciones de este año votaron a las derechas, incluyendo al partido nazi.
Las causas de estas transferencias de votos son fáciles de ver: las políticas neoliberales iniciadas por el partido socialdemócrata y expandidas por la alianza conservadora liberal que gobernó Suecia por seis años. Tal alianza fue después sustituida por el partido socialdemócrata que ha estado gobernando en los últimos seis años durante los cuales mantuvo aquellas políticas añadiendo además otras medidas de austeridad como la reducción del seguro público de enfermedad e incapacidad que fueron muy impopulares.
Las políticas de austeridad, y la desregulación del mercado de trabajo fueron especialmente importantes para explicar también el antagonismo a la inmigración que aumentó substancialmente en este periodo. Fue en 2015 cuando ocurrió la crisis inmigratoria con la llegada de 662.000 personas extranjeras procedentes muchas de ellas de Syria, Turkia, Irán y Afganistán. Todas estas medidas explican el crecimiento tan marcado del partido Nazi durante este periodo. Habían conseguido en las elecciones del 2011 solo un 5.7% del voto emitido (solo el 8% de la población en aquel año creían que la inmigración era un problema). Solo cuatro años más tarde, en 2015, cuando culmino el crecimiento casi exponencial de la inmigración, el partido Nazi consiguió el apoyo del 20% de la población y un año más tarde, el 24% de la población indico que la inmigración era el mayor problema que tenía Suecia. Y últimamente el 44% de la población citó la inmigración como uno de los mayores problemas del país. El eslogan utilizado por el partido Nazi durante las últimas elecciones fue el que los socialistas estaban «reduciendo los derechos sociales para liberar fondos públicos a fin de asistir a los inmigrantes». A este eslogan se añadió otro: «Suecia es para los suecos», que indicaba que los inmigrantes no se merecían los derechos de los auténticos suecos.
LA EXPERIENCIA EN EL OTRO POLO AL OTRO LADO DEL ATLÁNTICO NORTE: LA ENORME CRISIS POLÍTICA DEL MODELO NEOLIBERAL DE LOS ESTADOS UNIDOS
El crecimiento del fascismo en EEUU era igualmente predecible. El neoliberalismo reaganiano que se inició en los años ochenta fue expandiéndose y fue el presidente Clinton el que lo incorporó plenamente en el Partido Demócrata y en su gobierno. Su programa de 1992 era relativamente progresista adoptando incluso en su propuesta programática el establecimiento de un programa nacional de salud que había hecho la candidatura de izquierdas de Jesse Jackson en las primarias del Partido Demócrata del 1988 y que hubiera garantizado el derecho de los estadounidenses de acceder los servicios sanitarios de aquel país. Clinton, sin embargo, cambió una vez elegido y además de aprobar el altamente impopular tratado de libre comercio entre EEUU, Canadá, y Méjico, renunció de muchas de sus propuestas, incluyendo el establecimiento del programa nacional de salud. Y más tarde su esposa, Hilary Clinton, Ministra de Exteriores durante el gobierno Obama, promovió el proceso de globalización con un aumento muy notable de la movilidad de industrias a lo que se llama el Sur Global.
Las consecuencias de esta globalización neoliberal fueron devastadoras para la clase trabajadora de los sectores industriales. Ejemplos hay miles. Baltimore, donde está situada la Johns Hopkins University, tenía durante muchos años la industria siderúrgica como uno de los centros de empleo más importantes de la ciudad. La mayor compañía siderúrgica abandonó la ciudad y los barrios de los trabajadores de tal industria (la mayoría blancos de cuello azul y bien pagados) cambiaron dramáticamente y hoy están desolados. La mortalidad de tales barrios ha aumentado espectacularmente debido a las enfermedades conocidas como las enfermedades de la desesperación (suicidio y adicción a drogas.) La gran mayoría de la población de estos barrios votaron a Trump.
Hoy el establishment político y mediático neoliberal está profundamente desacreditado entre las clases populares y muy especialmente entre la clase trabajadora, primordialmente entre la blanca (que mayoritariamente se abstiene en el proceso electoral). Esta es la fuente del crecimiento de la ultraderecha que antecede Trump, pero que este ha utilizado de una manera muy astuta presentándose como «antiestablishment liberal». He explicado en otro artículo que tal movimiento tiene las características del movimiento fascista del sur de Europa, presentándose como los defensores de la patria y de la civilización cristiana. Su ideólogo principal es Steve Bannon, que está intentando estructurar una Internacional nueva de ultraderechas que incluyen a Putin, Bolsonaro, Le Pen Vox , entre muchos otros.
¿ES EL TRUMPISMO UN MOVIMIENTO FASCISTA?
El establishment del partido republicano ha ido perdiendo su capacidad movilizadora, siendo sustituido por el trumpismo, caracterizado por un discurso orientado principalmente a las clases populares con una terminología obrerista, que presenta como enemigo al establishment político-mediático federal, basado en Washington. Hoy tal movimiento controla la mayoría del partido republicano que muy probablemente ganará las elecciones al Congreso este noviembre y más tarde en 2024 la presidencia, con consecuencias devastadoras no solo para EEUU sino también para el mundo, una realidad que parece ser ignorada por el establishment político mediático europeo basado en la dirección de la Unión Europea.
El partido demócrata, cuyo aparato está controlado por el Clintonismo (cuya influencia mayor es en su política exterior) está dirigido por Biden que astutamente (y presionado por las izquierdas dirigidas por Bernie Sanders) se presentó como un heredero de Roosevelt favoreciendo un Nuevo New Deal que tenía elementos claramente progresistas, pero que han sido boicoteados o eliminados por resistencia interna dentro del partido y por intereses económicos y lobbies empresariales y corporativos. Esta situación ha decepcionado a grandes sectores del electorado demócrata.
Las medidas extremistas del trumpismo, como la abolición del aborto por parte de la Corte Suprema de EEUU, ya controlada por tal movimiento, ha movilizado alguna resistencia, pero el punto central hoy es el deterioro económico que moviliza a la mayoría de la gente y de ahí la previsibilidad de que ocurra lo que indiqué antes.
Una última nota sobre EEUU. No hay plena conciencia en los establecimientos políticos y mediáticos de la Unión Europea del carácter fascista del trumpismo ya que consideran tal definición como una exageración. Una anécdota, sin embargo, refleja el error de estas reservas. Trump intentó movilizar a generales del ejército estadounidenses para que realizaran un golpe militar el 6 de diciembre, hecho documentado por Peter Baker y Sussan Glasser del New Yorker (y comentado extensamente en el New York Times del 08/09/2022) . La falta de receptividad del estamento militar frustró y enojo a Trump, al desobedecer sus órdenes y/o no estar de acuerdo con su propuesta. Y explícito que deseaba unos generales leales como había tenido Hitler. Más tarde y en una conversación privada, un ayudante le recordó que algunos generales alemanes habían tratado de asesinar a Hitler y que casi lo consiguieron, a lo cual Trump respondió, con un enfado característico de tal personaje, que no era cierto. Según él, los generales habían sido totalmente fieles a Hitler y era esto lo que él deseaba de su generalato. Y así lo había exigido al jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas de EEUU, Mark A. Miller, antes de proponerle para el cargo. Este sí que le prometió que haría cualquier cosa que le pidiera. Lo que el general no se esperaba es el tipo de peticiones que Trump llegaría a hacerle. Lo detectó rápidamente cuando en una demostración del movimiento de liberación negro Black Lives Matter en Washington, el presidente Trump ordenó al general que las tropas dispararan directamente contra los manifestantes, hecho al cual él se negó. Tras muchos otros casos, el general dimitió y escribió una carta al Presidente publicada en el New Yorker, (y comentada ampliamente en el New York Times) en la que le acusaba de tener valores propios del fascismo y del nazismo. Discutiendo la II Guerra Mundial, que había sido una guerra en contra del fascismo y el nazismo, el General hacía las siguientes observaciones al presidente. Es obvio para mí ahora ver que usted no entiende el significado de aquella guerra. Usted no comprende lo que aquella guerra significó. En realidad, usted suscribe muchos de los principios que nosotros luchamos en contra. Yo no puedo ser parte de este proyecto.
El hecho de que el general citado no apoyara el intento de golpe militar del presidente no significa que no hubiera sectores del Ejército y de los servicios de seguridad de que si lo estuvieran.
ÚLTIMAS NOTAS: LA SITUACIÓN EN ESPAÑA: EL FASCISMO NUNCA FUE DERROTADO
En España el fascismo nunca fue derrotado. Fueron las fuerzas democráticas y muy en particular las izquierdas las que lo fueron. Y la transición de la dictadura a la democracia, lejos de ser modélica, dejó elementos claves del Estado en manos de los que en España se definen como franquistas y que debieran llamárseles fascistas. Lo que existió en España durante la dictadura fue mucho más que una dictadura autoritaria de tipo personalista. Fue una dictadura totalizante con el objetivo de imponer una ideología que afectaba todas las dimensiones del ser humano basándose en unos valores propios de la versión española del fascismo. Y tal ideología está ampliamente extendida no solo en las fuerzas armadas, en los servicios de seguridad, y en el sistema jurídico, sino también en amplios sectores de la sociedad, tanto en las instituciones docentes, (desde el sistema escolar hasta el sistema universitario) como en las iglesias que han dificultado la recuperación de la historia real de este país.
He escrito extensamente sobre este punto y solo quisiera subrayar que el peligro de que la ultraderecha gobierne el país es elevado, pues las derechas españolas tienen muchos elementos en común con tal ideología, como el considerar a los gobiernos socialistas antes y de coalición ahora como ilegítimos intentando su derrota por todos los medios, con la colaboración de partes del Estado donde los fascistas conservan gran poder. La transición creó un régimen político, basado en el bipartidismo (apoyado por las derechas nacionalistas periféricas) en el que las fuerzas conservadoras fueron dominantes. Y las izquierdas, incluso las gobernantes, estuvieron muy limitadas en su capacidad de transformación del país, contando con la oposición de la mayoría de medios de información y persuasión, que presionaron para transformar al partido socialdemócrata en uno de los que se adaptaron al neoliberalismo más rápido y más intensamente en la Europa Occidental. Como consecuencia, España continúo siendo uno de los países con mayores desigualdades de renta en la Europa occidental y con menor desarrollo de su estado del bienestar, habiendo sido uno de los países con mayor mortalidad acumulada por covid-19 en Europa y Norte América durante la pandemia.
Y precisamente la estrategia de los establecimientos político-mediático dominantes ha sido la misma que en todos demás países. Diluir la capacidad transformadora del partido de izquierdas dominante y reprimir por todos medios a las fuerzas a su izquierda para evitar el desarrollo de una alternativa progresista. Esto ha ocurrido en todos los países a los dos lados del Atlántico Norte. Ahora bien, en España hubo una situación excepcional que explica que el partido mayoritario de izquierdas continúe siendo el partido socialdemócrata. Y ello se debe al cambio de su dirección que en caso de no realizarse hubiera significado la desaparición de tal partido como ocurrió en Francia. Pero el 15 M tuvo un gran impacto en el país, abriendo toda una serie de posibilidades, incluyendo la revuelta de las bases de tal partido eligiendo otra dirección. Y la aparición de Podemos primero y Unidas Podemos más tarde crearon un polo de atracción que presionó al PSOE a establecer la coalición actual. La enorme hostilidad del establishment político mediático frente a este nuevo espacio es un indicador del temor que se reavive la transformación necesaria. De ahí el crecimiento de Vox claramente dulcificado por los medios. El PP está inevitablemente evolucionando y radicalizándose y podría ganar las elecciones en caso de no hacerse las transformaciones deseadas. La necesaria movilización del voto progresista y de izquierdas favorable a la transformación necesaria no ocurrirá, sin embargo, a no ser que los cambios propuestos se realicen. Esta es la realidad que ha ocurrido en el resto de Europa y en EEUU , detallada brevemente en este artículo, y que también está ocurriendo en España.
blogs.publico.es