¿Desaparecerán La Nación y el Partido Liberación Nacional? (I)

Federico Quesada Marín

Federico Quesada

Podría ser. Ambos se encuentran en el filo de la navaja. Más de lo que los accionistas y ejecutivos del primero y los líderes políticos y adeptos del segundo, parecen darse cuenta. Como buenos “ticos” desde ya, ambos le echan la culpa a terceros del franco declive en que se encuentran. Pero eso es engañarse a sí mismos. Es querer ver la viga en el ojo ajeno cuando la realidad se encuentra en ellos. Es desconocer lo básico, es desconocer que ambos son empresas con un producto que quieren vender a la máxima cantidad posible de ciudadanos, pero que ese producto a los ojos de éstos se ha ido deteriorando en el tiempo, poco a poco desde hace unos cuantos años, pero en forma acelerada en los últimos. El valor de marca -el activo mas valiosa de todo producto- ha sido descuidado sobremanera y como resultado podría ser irreversible su caída libre. Con los productos usualmente los errores se pagan muy caro en el tiempo.

La Nación vio la luz pocos años antes que Liberación Nacional. Fue enemigo declarado de Don Pepe Figueres posterior a la revolución del 48 y por consiguiente de Liberación Nacional, al respetar éste las conquistas sociales instauradas durante el gobierno del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia. De la historia más lejana, resta nada más decir que La Nación mantuvo una posición política de derecha o extrema derecha, más interesada en defender los intereses de la clase económica alta de nuestro medio y menos propensa a los derechos de las clases más desfavorecidas. Sin embargo -en mi opinión- mantuvo no obstante un periodismo razonable, informando de hechos de su interés particular en forma objetiva y verdadera y omitiendo aquéllos que no eran de su conveniencia. Lo antes señalado fue poco a poco minando su aceptación por el colectivo ciudadano, hasta que La Nación cometió en -mi opinión- cinco errores gravísimos que han catapultado su imagen.

El primero fue el esquema creado de supuesta venta de las rotativas del periódico, para terminar alquilándoselas al Banco Interfin de don Luis Liberman, después de pasearlas imaginariamente por el paraíso fiscal de Belice y Guatemala, sin moverlas de San Juan del Murciélago. El señor Liberman -futuro vice presidente de la República por el PLN- terminó ocupando una silla en la junta directiva del medio periodístico. Después de más de doce años de ir y venir entre corrillos hacendarios y judiciales y en línea con el estandarte del Poder Judicial de que la justicia no es ni pronta ni cumplida, La Nación llegó a un arreglo de pago de algo cercano a los ₡2.300 millones de colones ($4 millones de dólares) para evitar un juicio por evasión fiscal. Esta conducta evasiva fiscal ha sido compañero de La Nación en el imaginario ciudadano desde entonces, a veces incluso reforzad por otros hechos como los Panama papers y algunos frecuentes años fiscales con pérdidas. La credibilidad en La Nación cayó mucho ante el colectivo ciudadano costarricense en razón de lo descrito.

Un conocido periodista de CNN siempre menciona que “el periodista no es el que es neutral, sino el que dice la verdad”. En el caso de la denuncia contra el hoy Presidente de la República Dr. Rodrigo Chaves, La Nación se apartó de este principio. Atacó con saña y evidente propósito de destruir su imagen política, basándose en los decires de las dos demandantes siete y nueve años después de ocurridos los hechos, y nunca haciendo mención de la desestimación de acoso sexual dictaminado en sentencia por el Tribunal Administrativo del Banco Mundial. Todo lo contrario. En busca de su objetivo señalado, La Nación recurrió a titulares sesgados, medias verdades, frases engañosas, omisiones, etcétera. El costarricense en general en la pasada compaña política supo muy bien distinguir la verdad de la mentira y así lo confirmó en las urnas. Lamentablemente para La Nación la gente en general está harta de la mentira. Lo anterior nunca fue considerado por el medio periodístico , todo lo contrario, hasta el último día siguió con su nefasta estrategia inaceptable para la gran mayoría de los votantes. Esto fue el segundo grave error.

Luego aconteció lo del Parque Viva,…el tercero. Una actividad comercial aparte y totalmente diferenciada de la periodística. Presentado el problema y dada la carencia debida del estudio de impacto vial municipal, obvio que no existía otra alternativa que aplicar la ley, cesar el permiso de inmediato de actividades masivas a gran escala. El riesgo era enorme ante un eventual siniestro, el cual inclusive sería de responsabilidad penal de los funcionarios públicos y privados de la empresa quienes a sabiendas no hubiesen actuado de conformidad a la normativa. Sin embargo, La Nación lanzó todo su ejército disponible de acólitos diversos clamando a los cielos, gritando al unísono la supuesta amenaza a la libre expresión y a la libertad de prensa. Pocas veces he leído tal desatino de artículos en defensa de La Nación por intereses creados cercanos al medio. Flaco favor le prestaron. Lo que en las redes se decía, vino pronto a ratificarlo el mismo Colegio de Periodistas al afirmar que no se daba tales amenazas. Caso cerrado. Sin embargo fue al alcohol vertido en la herida abierta de los ciudadanos. El querer imponerse por sobre la ley aún después de demostrarse su no cumplimiento una vez más por La Nación, solo ha agrandado el rechazo al producto La Nación Periódico entre los costarricenses. Sus ejecutivos le hicieron un daño enorme a su producto, a su La Nación Periódico. Ante la crisis no supieron actuar. Lo hicieron como neófitos en todo el sentido de la palabra. ¡“Achará” estudios!

Relacionado a lo anterior se incurrió en el cuarto error. Tratando de buscar solución al problema vial que origina la alta concurrencia vehicular en actividades masivas mayores, La Nación recurrió al gobierno anterior de Carlos Alvarado, a fin de ampliar el proyecto de tren eléctrico hasta Parque Viva. El costo adicional se estimó en $150 millones de dólares a ser financiados por el Estado, es decir por los ciudadanos. La reacción contraria de la colectividad fue inmediata por razones obvias. El Estado favoreciendo la actividad privada de La Nación con fondos públicos. La canalla financiando las fiestas de Versalles.

Por último y no menos importante -el quinto- fue querer obviar y además criticar la preocupación de las nuevas autoridades de gobierno por el hecho de que La Nación Empresa separase en un fideicomiso varias propiedades de la compañía, las cuales eventualmente podrían constituir activos garantes de responder ante una situación de falta de liquidez de la empresa para el pago de su deuda por cerca de ₡9.000 millones a ser cancelada en el 2025,

incluida la que está en poder del IVM de la CCSS. No es para menos tal preocupación, cuando la empresa en los últimos años no ha generado ni utilidades ni flujo de caja positivo en su operación normal. Igual que lo anterior. La crisis fue manejada catastróficamente ante la opinión pública. El sistema de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte afrontaría significativas pérdidas caso de que La Nación no pudiese pagar su deuda a la CCSS. En conclusión fatal decisión de La Nación Empresa ante la preocupación pública de miles de pensionados del IVM.

Como consecuencia de todo lo anterior, quizá lo más grave, quizá lo irreversible, es que La Nación Periódico es un producto con una imagen percibida totalmente deteriorada a los ojos de actuales y potenciales clientes del mismo, un producto sin credibilidad, un producto del cual muchos dudan de que su información sea veraz y que además tiene una competencia que desconoce, que subestima, que la carcome, pero que la afecta muchísimo. Una nueva realidad que para que muchos pudiesen sobrevivir competitivamente, debieron primero empezar por aceptar su existencia. No hacer la de la avestruz. La Nación Empresa y La Nación Periódico ni siquiera eso han entendido. Lo único que han hecho es despreciarla, minimizarla, atacar las debilidades de la redes y olvidarse de sus enormes fortalezas, la principal, su democracia en todo el sentido de la palabra que permite la participación de quien quiera hacerlo, guste o no guste.

Parafraseando a Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, con los mismos hombres y con las mismas ideas. El revertir el camino al cementerio de un enfermo gravísimo es muy difícil, en especial cuando lleva años de acarrear un deterioro significativo, y máxime si no se tiene conciencia de la verdadera causa del problema que se tiene entre manos. Dificilísimo revertirlo sí, pero no imposible, siempre y cuando se dé una reestructuración total desde sus cimientos, en sus objetivos, en su recurso humano y sobretodo en su producto, en hacer un periodismo informativo apegado a la verdad, sin engaños ni falacias y convencer a los clientes de ello. El no hacerlo, es solo cuestión de tiempo su desaparición. No se requiere que sea un periódico neutral, pero sí un periódico que diga la verdad.

Tomado Facebook

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