¿Qué ocurre en el cerebro instantes antes de morir?

Por Alice Lanzke (dpa)

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Una reproducción del cerebro humano en tamaño original. Foto: picture alliance / dpa

Es una pregunta que se hace mucha gente: ¿Qué se siente al morir? Muchas personas que han pasado por experiencias cercanas a la muerte aseguran haber visto la vida pasar delante de sus ojos, otros hablan de una luz al final de un túnel o bien de experiencias extracorporales.

Un estudio estadounidense revela ahora que, en el momento de la muerte, nuestro cerebro realmente permite que afloren recuerdos. Al menos esto es lo que sugieren las ondas cerebrales de un paciente justo en el momento de su fallecimiento.

El hecho de que se haya registrado esta actividad cerebral se debe a una coincidencia. Un paciente de 87 años, que había sido operado de la cabeza tras una caída y sufría de ataques epilépticos, estaba siendo monitorizado mediante electroencefalografías (EEG). Durante una de estas grabaciones, que registran la actividad eléctrica del cerebro, el paciente sufrió un infarto y murió.

Según informan los científicos en la revista especializada «Frontiers in Aging Neuroscience», se registraron 15 minutos de actividad cerebral mientras el paciente moría. «Nos centramos en lo que ocurrió en los 30 segundos anteriores y posteriores al ataque al corazón», explicó el director del estudio, Ajmal Zemmar, neurocirujano de la Universidad de Louisville, Estados Unidos.

«Justo antes y después de que el corazón dejara de latir, observamos cambios en un rango específico de frecuencias de las oscilaciones neuronales, llamadas también oscilaciones gamma, pero también en otras como las oscilaciones delta, zeta, alfa y beta», puntualizó el especialista.

Estas ondas cerebrales trazan patrones de actividad neuronal rítmica. Las diferentes ondas se asocian a diversas funciones, y los patrones de frecuencia descritos en el estudio son similares a los que se producen al meditar o recordar. Esto sugiere, especula Zemmar, que poco antes de la muerte el cerebro puede estar reproduciendo a través de estas oscilaciones recuerdos finales de acontecimientos importantes de la vida, «similares a las experiencias cercanas a la muerte».

A Frank Erbguth, director médico de la Clínica Universitaria de Neurología de Núremberg, Alemania, no le sorprenden las observaciones: «No es nada nuevo que el cerebro humano crea sus propios mundos de imágenes en determinadas situaciones”. Esto se sabe, prosigue, por las personas que sufren de migrañas o por los consumidores de drogas, entre otros. «En consecuencia, las experiencias cercanas a la muerte forman parte de una serie de fenómenos muy variados en los que el cerebro produce imágenes», afirma el presidente de la Fundación Alemana del Cerebro.

Según Erbguth, lo que ocurre en el cerebro tiene una explicación, y precisa que, en el momento de la muerte, aumenta el contenido de dióxido de carbono en las células: «Esto provoca un cambio en el sistema eléctrico del cerebro y en el metabolismo cerebral; las experiencias cercanas a la muerte se sitúan en estos dos teclados”.

Erbguth añade que estas experiencias también pueden tener lugar en personas que son especialmente buenas en la meditación, y que, en estas, los electroencefalogramas mostraron un aumento de los espectros gamma, similares a los registrados en el estudio: «Y sabemos que estas actividades gamma indican una recuperación de recuerdos», asevera.

Por otra parte, las ondas gamma son muy rápidas, y oscilan a una velocidad de 30 hertzios por minuto. «En un electroencefalograma convencional, la banda gamma no se ve», puntualizó el neurólogo, y añadió que, por lo tanto, la evaluación diferenciada de los rangos de onda realizada en el estudio es un aspecto nuevo.

Otro estudio mostró resultados similares ya en 2013, salvo que estos cambios en las ondas gamma se produjeron en ratas. Los autores del estudio actual interpretan esto como una posibilidad de que, al morir, tenga lugar en el cerebro una reacción biológica que podría ser la misma en todas las especies.

Sin embargo, objeta Erbguth, este estudio se basó en un solo paciente cuyo cerebro estaba lesionado y que además había sufrido ataques epilépticos: «Esa actividad epiléptica significa que la electricidad del cerebro está alterada», por lo que, según el académico, es difícil sacar conclusiones para el cerebro moribundo normal.

Así y todo, el neurólogo admite que el estudio añade otra faceta al conocimiento sobre el cerebro moribundo, que ya es amplio: si la circulación sanguínea se detiene, las células nerviosas dejan de comunicarse entre sí, ciertos ritmos del sistema eléctrico del cerebro se desplazan y las células envían un último mensaje eléctrico.

El hecho de que esto ocurra en forma de una onda de descarga expansiva fue descrito por neurólogos alemanes y estadounidenses en la revista «Annals of Neurology» ya en 2018. Erbguth explica la atención que reciben habitualmente estos estudios diciendo que prometen echar un vistazo detrás de la cortina de la muerte: «Pero todo lo que miramos tiene lugar delante de la cortina», acota, y señala que incluso las personas con experiencias cercanas a la muerte solo se han aproximado a ella y no han ido más allá.

No obstante, para el neurocirujano Zemmar, el estudio actual encierra una esperanza para los seres queridos: «Lo que podemos aprender de esta investigación es que, incluso cuando nuestros seres queridos han cerrado los ojos y están listos para descansar, sus cerebros pueden estar reproduciendo algunos de los momentos más hermosos que han vivido», asegura.

La opinión del neurólogo Erbguth es más moderada: «Nuestro cerebro es, por cierto, capaz de volver a producir imágenes», asevera, y añade que los relatos de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte lo demuestran y que es legítimo suponer que el cerebro también tiene esta capacidad cuando está muriendo.

Sin embargo, acota, los estudios de medicina de reanimación mostraron que mientras dos tercios de las personas con una experiencia cercana a la muerte vieron imágenes agradables, un tercio informó de escenas muy desapacibles. «Me gustaría que la transición a la muerte estuviera acompañada de experiencias agradables, pero me temo que esto no está en nuestras manos», concluye Erbguth.

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Secciones transversales de un cerebro humano, en la pantalla de un monitor. Foto: Lino Mirgeler/dpa

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