Qué se juega en las elecciones de Costa Rica

Daniel Lema y Lucas Silva entrevistan al politólogo Gustavo Araya

Gustavo Araya

En las elecciones de Costa Rica “no hay diferencias marcadamente claras entre los partidos”, explica el politólogo Gustavo Araya que señala que, a pesar de las 25 candidaturas presidenciales, el país no tiene un “modelo institucional parlamentario” acorde a ese multipartidismo.

Gustavo Araya es politólogo y especialista en comunicación de la Universidad de Costa Rica. A pocos días de las elecciones presidenciales, explicó en diálogo con la Agencia Regional de Noticias que el alto porcentaje de indecisos que muestran las encuestas se debe a la “parálisis” que genera una oferta electoral con 25 candidatos presidenciales y a la crisis que viven los partidos políticos, que tienen dificultades para “diferenciar” sus propuestas.

En Costa Rica, según Araya, no hay un modelo institucional parlamentario que responda al fenómeno del “multipartidismo” y a la aparición de “partidos nodrizas” con vocación parlamentaria que “se cuelan en la elección presidencial para lograr visibilidad”.

El domingo 6 se realizarán las elecciones presidenciales y legislativas en el país, y los estudios de opinión pública muestran que habrá una segunda vuelta el 3 de abril. El académico vaticinó que ese escenario de balotaje se definirá entre los tres aspirantes a la presidencia que están mejor ubicados en las encuestas: José María Figueres, Lineth Saborío y Fabricio Alvarado. Según Araya, la definición de quiénes serán los dos que pasen a la segunda instancia determinará si la polarización en ese tramo de campaña se ubicará en el eje progresismo-conservadurismo o en la discusión liberalismo-estatismo.

– Una particularidad de la elección del domingo 6 es que hay 25 candidatos a la presidencia. ¿Cómo se explica esa fragmentación tan grande?

– Hay varios fenómenos. El primero es el empequeñecimiento y la fragmentación que sufrieron los dos principales partidos que dominaron el escenario político costarricense durante más de 60 años, el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC). Desde finales de los 80 y principios de los 90, ambos empiezan a parecerse mucho en lo ideológico. El PUSC migra hacia tendencias un poco más moderadas de su planteo original de derecha y habilita, por ejemplo, el surgimiento del Movimiento Libertario, un partido de extrema derecha.

A su vez, el PLN migra hacia posiciones más de derecha, abandona a la izquierda democrática, a la socialdemocracia tradicional. A partir de ese cambio de rumbo, pautado por lineamientos de organismos internacionales que promovían programas de ajuste estructural, surge el Partido Acción Ciudadana (PAC), un “spinout” del PLN que se convierte en algo así como la ortodoxia socialdemócrata de Costa Rica. Por otro lado, había propuestas de izquierda como el Frente Amplio, Vanguardia Popular y otros grupos chicos que no llegaron a ser significativos en términos de electorado.

Pero entre 2006 y 2007 hay un cataclismo político en el país con la firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (CAFTA-RD), que consolidó los programas de ajustes estructurales y un modelo de desarrollo exportador y financiero.

Eso causó un gran descrédito entre un sector importante de la población, que empezó a añorar las formas de Estado tal como las conocíamos. Estas personas, con alta escolaridad y principalmente de sectores urbanos, migran hacia el abstencionismo o dejan de simpatizar con los partidos políticos tradicionales. Ese decaimiento de las fuerzas políticas tradicionales, en particular el PLN y el PUSC, habilita la aparición del PAC, que da respuesta a esa población apática con la política tradicional. Sin embargo, ahora el PAC lleva ocho años en el poder (2014-2022) y no ha dado una respuesta suficiente a esa ciudadanía. Y aparecen lo que llamo “partidos nodrizas”. Al PUSC le había nacido un Movimiento Libertario, que al mismo tiempo se fracciona en Unidos Podemos, aparece también el Partido Liberal Progresista. Y del PUSC sale también el Partido Republicano Social Cristiano, que a su vez da nacimiento al partido Costa Rica Justa. O sea, se empieza a fragmentar todo el espectro político, pero este multipartidismo no ha encontrado un correlato en la institucionalidad, porque no hay un sistema parlamentario y la única forma que tienen de acceder al poder es presentando candidaturas presidenciales.

– En las encuestas muchos de esos candidatos aparecen con porcentajes menores al margen de error. Llama la atención que sigan en carrera.

– Sí, hay una gran cantidad de partidos políticos que están por debajo del margen de error. La explicación es por lo que decía recién, no hay un modelo institucional parlamentario que le dé cabida a este multipartidismo. Hay 15 o 16 de estas opciones electorales que tienen doble postulación: van por la presidencia de la República pero postulan también llegar a la Asamblea Legislativa. Entonces son partidos políticos con vocación parlamentaria que se cuelan en la elección presidencial para lograr visibilidad.

– Otro dato que llama la atención es el alto porcentaje de indecisos que muestran las encuestas. ¿Cómo lo explica?

– Ahí pasan varias cosas. La primera es que la cultura política costarricense es así desde tiempo inmemoriales, desde hace 200 años. Cuentan que Costa Rica nunca se definía si pertenecía a España, a México o continuaba en la capitanía de Guatemala. Postergamos las definiciones hasta que «aclaren los nublados del día», esa es la frase que acuñamos. En la cultura política costarricense no tomamos decisión hasta último momento. Un expresidente, ya fallecido, decía que somos como ese burro que se dirigía al barranco pero que se vuelve para atrás justo cuando está por caer al precipicio.

Por otro lado, hay una teoría de la autora norteamericana Sheena Iyengar que explica que ante la existencia de múltiples opciones, el ser humano tiende a la parálisis. Creo que algo de eso está pasando en esta elección. Es como cuando vas al supermercado y te encuentras con 25 opciones, todas bastante malas -en Costa Rica, vale decirlo, los partidos políticos están en un estado de crisis bastante serio-,y entonces te cuesta tomar una decisión. Hay un estudio del Programa Estado de la Nación y del Centro de Investigaciones de Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica que demuestra que existe esa gran variabilidad del voto.

Otro factor es que no hay diferencias marcadamente claras entre los partidos y terminás eligiendo entre el rojo intenso y el rojo vivo, entre el azul rey y azul cielo oscuro. Por ejemplo, no hay diferencias entre un Rodolfo Piza (candidato por el partido Nuestro Pueblo) que salió del PUSC y una Lineth Saborío, la candidata del PUSC. Las propuestas son prácticamente las mismas, no hay elementos para diferenciarlos y hay otros casos más de ese tipo. Eso provoca una enorme indefinición del electorado. Por eso hay un 66% de la población que dice no sentirse representada por estos políticos y un 44% que dice que no le gusta tener tantos partidos políticos.

– En las últimas encuestas aparecen tres candidatos por encima del 10% (José María Figueres, Fabricio Alvarado y Saborío) y otros tres que al menos aparecen con porcentajes mayores al margen de error (José María Villalta, Rodrigo Chávez y Eliécer Feinzaig). ¿Eso clarifica o ayuda a despejar la oferta electoral?

– Sí, pero no. Porque las diferencias entre Figueres y Saborío es de apenas cinco puntos porcentuales, están dentro del margen de error. Y entre Saborío y Alvarado hay dos puntos porcentuales. La proporción costarricense que ya está definida por alguna de las candidaturas tampoco es lo suficientemente marcada como para anticipar quién va a ser el ganador de las elecciones.

– Figueres aparece como favorito, pero teniendo en cuenta el peso del apellido y su experiencia como presidente no parece ser una ventaja cómoda. ¿Eso se explica por las denuncias de corrupción?

– El tema del expresidente Figueres es bastante interesante, porque según la encuestas está en la primera posición, algo que ha sido permanente en los estudios de opinión pública, con aproximadamente 17% de la intención de voto. Y es un voto bastante duro, por decirlo de alguna manera: nueve de cada 10 personas que dicen que van a votar por Figueres responden que están absolutamente seguras del voto. Son personas a las que les podés recordar el caso Alcatel (un caso de corrupción que lo salpicó después de abandonar la presidencia) y te van a responder que eso ya quedó en el pasado. Son votos absolutamente solidificados, que ante la pésima oferta electoral del resto de los partidos políticos valoran la solidez relativa de Figueres. Lo importante no son las críticas que puedan hacerse al expresidente sino lo mal que está el resto de la oferta.

– A Saborío la cuestionan por la falta de solvencia y solidez en los debates. ¿Eso ha incidido en que no crezca?

– Sí, Saborío tiene una ventaja relativa y es que la última aparición relevante que tuvo en política fue como vicepresidenta en un gobierno medianamente popular (el de Abel Pacheco, entre 2002 y 2006), y eso le permitió emerger de nuevo en la política. Pero es evidente que en los debates ha tenido problemas. Según un estudio del CIEP, a diferencia de Figueres ella no tiene un voto que esté solidificado. Un 75% de las personas que dicen que van a votar por ella están absolutamente seguras y 25% podría eventualmente cambiar el voto. Y además se le ha hecho bastante difícil crecer por encima del 13%-15 que le dan los sondeos de opinión pública. Los debates han sido muy complicados para ella, tiene dificultades para sostener una respuesta, le falta profundidad y definición. Después de los debates se generaron discusiones en las redes sociales y quedó colocada como una candidata deficiente.

– ¿Esos votos «en fuga» se han convertido en una especie de botín para candidatos conservadores como Fabricio Alvarado? En este tramo de la campaña, a pesar de ser evangélico, se dirige muchas veces al votante católico. ¿Cómo es la dinámica de esa disputa por el voto religioso?

– Es cierto, en el debate que se hizo el martes 1 de febrero en una de las principales radios del país (radio Monumental) tres de los siete candidatos presentes dirigieron todas sus baterías hacia la candidata socialcristiana. Eliécer Feinzaig, Rodrigo Chávez, Fabricio Alvarado, que están ubicados en el sector liberal conservador, claramente estaban en disputa con ella, viendo cómo la hacían tropezar, para llevarse una parte de su electorado. Eso quedó clarísimo en sus estrategias. Acá hay un tema interesantísimo, porque en 2018 el Programa del Estado de la Nación (PEN) y el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica hicieron un ejercicio que se llamaba «el votómetro», en el que participaron unas 300 mil personas. Mediante una aplicación le hacían una batería de preguntas para encontrar con qué temas comulgaba la población en ese momento. Con el resultado de esa batería de preguntas se agrupó a la población en tres grandes bloques: el 35% del electorado se podría denominar como progresismo estatista, 25% que se podría llamar como conservador liberal o conservador estatista y 35% que se declaraba neutro. ¿Cómo estamos en esta elección? Tenemos 20 de las 25 propuestas electorales que se mueven en el eje conservador, y entre tres y cinco que se disputan el electorado progresista estatista. Por matemáticamente simple, los que están en el sector conservador-liberal solo pueden crecer mediante la canibalización. O podés utilizar la técnica de Fabricio Alvarado, que ha intentado quitarle ese velo de religiosidad a su propuesta para poder crecer, porque sabe que tiene que ir a pescar al estanque en el que están el resto de las candidaturas.

Figueres o Villalta, por su parte, han logrado mantenerse en sus intenciones de votos, porque se mueven en el campo del progresismo-estatismo. Para Figueres es más natural moverse en ese ámbito y tiene la ventaja que disputa ese electorado con menos partidos políticos.

– En estos días, hubo denuncias contra el jefe de campaña de Alvarado, Jonathan Prendas, sobre el manejo de fondos, ¿cómo puede incidir eso en este final de campaña?

– Tengo una hipótesis, y esto ya es algo muy personal: creo que en Costa Rica los temas de corrupción no es que no importen, afectan, pero lo que más afecta es la impunidad, cuando habiendo pruebas de que alguien cometió actos de corrupción logra salirse con la suya. Hay dos o tres casos de corrupción durante este periodo electoral. En un caso no se logró vincular a ninguna de las fuerzas electorales, y en un caso logró impactar políticamente porque afectaba a cinco o seis alcaldes que fueron encontrados por sospecha por actos ilícitos pertenecientes al Partido de Liberación Nacional. Ahí te das cuenta que José María Figueres pasó de 19% a 13%. Vuelve a recuperar a 17% posteriormente. ¿A dónde va mi teoría? Los temas de corrupción impactan, pero impactan momentáneamente, no son temas que te alcancen para girar toda una campaña electoral en términos de hacer tu cruzada contra la corrupción o ser el candidato anticorrupción. No alcanza. La población va a decir, «si, si, perfecto, pero qué hay en salud, en educación, en infraestructura». Mi hipótesis con el tema de Alvarado y Jonathan Prendas es que le va a afectar pero no de manera sensible, uno o dos puntos porcentuales pero temporalmente.

– En 2018, Alvarado irrumpió como una novedad y pasó a segunda vuelta. ¿Qué puede pasar ahora?

– Fabricio Alvarado, en comparación con hace cuatro años, tenía un 17% de intención de voto. Hoy estamos más o menos en el mismo escenario, con tres punteros y tres o cuatro seguidores. Creo que al igual que hace cuatro años, los tres entre los que se va a disputar el pasaje a la segunda ronda ya están definidos: Figueres, Saborío o Alvarado. Falta el 30% para definirse, pero no creo que ese 30% vaya a irse masivamente a un solo candidato, se va a distribuir equitativamente.

– ¿Qué sucede con el candidato del gobierno y qué futuro tendrá el PAC? ¿Puede quedar sin representación en la Asamblea Legislativa?

– Luego de ocho años en el poder, el PAC tiene un desgaste importante. Carlos Alvarado fue electo por aproximadamente un 14% del padrón nacional. Hay un 86% que no lo quería como presidente. El tema de segunda ronda es otra historia, el tema matrimonio igualitario calentó la discusión y hubo más un voto en contra de Fabricio Alvarado que un voto a favor de Carlos Alvarado.

El PAC no ha sido un partido de amplias mayorías, normalmente convoca entre el 4 y 5% de la población como máximo, fuera de procesos electorales. Tiene un desgaste de ocho años que no te lo quitas de ninguna forma. Además, el PAC tuvo una fisura, un cisma en el proceso electoral interno. El partido debía definirse si era un partido de corte progresista o un partido de corte conservador. Eso le causó una fisura tan importante, además de que tuvo fisuras importantes durante el gobierno. Welmer Ramos no es el candidato del progresismo. Él es conservador estatista. Ramos ha dicho que optó por ser diputado con Isaías 16, el día que tenía que tomar la decisión, abrió la Biblia y resulta que estaba leyendo Isaías 16 y la interpretación que hizo fue que debía tomar el camino de ser diputado. Ese es el nivel de Welder Ramos. Después quiere aparecer como el candidato del progresismo, pero no lo es. Esto ha llevado a que el PAC esté en una crisis muy severa. Tiene que hacer una revisión de formación de cuadros, de sus vínculos con movimientos sociales.

Ahora el PAC podría acceder como máximo a entre dos y cuatro diputados.

– ¿Qué pasaría en un escenario de segunda vuelta de Figueres contra Saborío?

– Mi hipótesis es que habría un altísimo abstencionismo, más que en primera vuelta. A Figueres le sirve más un escenario contra Alvarado para amalgamar un poco más al progresismo. Porque si le toca contra Saborío no es tan clara la polarización progresismo-conservadurismo. Me imagino que ahí debería moverse al eje de discusión liberalismo-estatismo.

– En caso que pasen Saborío y Figueres, ¿sería una especie de regreso del bipartidismo tradicional o es algo circunstancial?

– Sería el resultado de una circunstancia histórica, no una vuelta al bipartidismo histórico. Estos partidos son como el cascarón de aquellas banderas o divisas. Aunque participe el hijo de uno de los caudillos históricos de la política costarricense (Figueres) no tiene nada que ver este escenario con el bipartidismo histórico.

– ¿Qué posición tendría Alvarado en un escenario de segunda vuelta Figueres-Saborío?

– Me lo imagino jugando por el lado conservador. Saborío le dio su adhesión hace cuatro años en segunda vuelta a Fabricio Alvarado. Eso es un cheque político que está ahí. Saborío se lo endosó en su momento a Alvarado y en el caso de que ella sea la contrincante de Figueres, diría que Alvarado le devuelve el cheque endosado a nombre de ella. O sea que visualizo una alianza electoral entre estas corrientes del conservadurismo.

Resumen Latinoamericano, 5 de febrero de 2022

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