La Patrulla de Bares: Pasear y patrullar (Bar Las Juntas)

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Patrulla de Bares Misión: Bar y Restaurante Las Juntas
Dónde: San Luis de Santo Domingo de Heredia (600 mt noreste de la iglesia católica). (ver mapa)

Las Juntas

La parte noreste del cantón de Santo Domingo de Heredia es conocida por esos nombres de pueblo interminables que encadenan hasta tres santos y escondidos en esas villas que todavía conservan un aire rural hay algunas cantinas legendarias, algunas que ya no existen como la famosa Sapo Chingo (cuyo heredero el Sapo Tejano tiene un nombre menos porno pero mantiene el buen nivel culinario) y otros que se mantienen, como el objeto de esta Crónica, el venerable Las Juntas, cuya existencia llega ya a los 70 años.

Llegar es muy fácil, está prácticamente en el centro de San Luis de Santo Domingo de Heredia, viniendo desde San José por la carretera a Guápiles se sale uno a mano derecha cuando se llega a la intersección que dice “San Luis”, se pasa por el centro del pueblo y cuando pega con cerca donde esté el local de Coopepará R.L., allí se dobla a mano izquierda y unos 300 metros más adelante hay un cruce con la calle Momo (llamada así en honor al fundador del bar, ¡qué manera!) y justo ahí está Las Juntas. Como el lugar es un pegue al frente hay un enorme parqueo. Así que uno no se pierde, de hecho hay tamaño rotulote que se ve desde la carretera principal aunque si se va de ida, salado, es indicación de que uno ya se pasó. Y si después de toda está explicación todavía no les llega… pues ahí está el mapa.

Si se sigue el camino de entrada se baja una cuesta y llega uno a las conocidas pozas “Las Juntas” del río Pará, las cuales de manera asombrosa todavía siguen siendo limpias, así que en la épocas doradas quedaba muy rico darse un fresco chapuzón y luego ir a ejercer a Las Juntas. O bien, para una salidita nocturna que necesite discreción, el lugar se presta para incursiones más o menos furtivas. Cada ladrón juzga según su condición…

El éxito comercial de Las Juntas ha hecho que el local crezca enormemente en tamaño y personal, pero afortunadamente sus propietarios han sabido mantener el aire de bar de pueblo, algo para lo cual ayuda que todavía se conserva mucha vegetación y el clima fresco de la zona. En la parte que se puede decir como “vieja” persiste una barra y luego en la parte más nueva hay un enorme salón en donde hasta se armaban bailongos, los dueños sabiamente construyeron en madera para conservar el ambiente rústico. El menú también ha experimentado un crecimiento semejante, se incorporan muchas opciones de comida más moderna pero se conservan las típicas. Eso sí, no todo es agradable, en la entrada hay un alarmante aviso que dice “karaoke”, ojalá que la alerta de pandemia se quede eterna para desterrar por siempre esta infame práctica.

El menú requiere alguna experiencia de navegación, porque como el lugar también es restaurante, le traen a una gran carta que requiere un concienzudo examen. Hay una sección llamada “super bocas” que a primera vista decepcionaría pues si se quiere es bastante pequeña, pero también hay “entradas” y luego “otras delicias” en donde por lo precios se aprecia que se está ante raciones pequeñas que califican como bocas. En la incursión patrullera había que comenzar por las opciones más vernáculas así que se pidieron unos gallos de arracache, buenísimos, el arracache bien tiernito, nada duro como le queda a algunos chapas, eso sí la porción es tan generosa que a un comensal de una vez lo deja fuera de combate. Nos dijeron que es famosa la costilla de cerdo y en efecto la ración de proporciones picapiedrescas estaba exquisita, la sirven con una salsa barbacoa por aparte para el que quiera un sabor más moderno. Dentro de los atributos famosos de la casa está el pollo asado que lo hacen en cantidades industriales pues la gente llega a comprar para llevar, se puede pedir un cuarto de pollito con tortillas el cual califica como boquita. Se vale también pedir una sopita a título de bocas y se degustó una sopa negra, gigantesca, ideal para quitarse el frío en un día frío. Si topan con suerte —porque el día es variable— pueden pedir la boca de olla de carne, que viene acompañada de la clásica orden de arroz; el sabor exquisito y el caldo estaba mortal; pesar de ser una entrada es muy llenadora. La boca de arroz con camarones no defraudó, con una buena cantidad de bichos, acompañados de una ensalada y papas a la francesa muy crujientes. La orden de fajitas estaba deliciosa, la carne bien suave, acompañadas de arroz, picadillo, maduro y ensalada; solo faltaron los frijoles para hacer un “minicasado”. Y no le entramos a los llamados platos fuertes, que están muy bien de precio, y se puede decir que cuestan lo que le apean a uno por una boca en un lugar frufrú.

Lo bueno es que uno como como un restaurante cuando llega la cuenta el precio es como si sólo se hubiera boqueado. Lo malo es que las raciones son tan grandes que ni siquiera los patrulleros más pintados soportaron catar muchas bocas (bueno, también se nota el estrago de la edad) así que hubo que sacrificarse y hacer varias visitas. La vida es dura, hermanos. En una de ellas se comprobó que no se puede ir un domingo al almuerzo, hasta hay fila para entrar, así que advertidos están.

Hay un video de imágenes del lugar, pero solo puede verse en Youtube (por cuestiones de derechos en la música).

Para que se les haga agua la boca, los dejamos con una presentación de su famoso churrasco:

Como ya se acostumbra en esta era digital, el bar cuenta con página en Facebook y sitio web.

Las Juntas

 

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