Irlanda del Norte cumple 100 años en pleno conflicto tras «brexit»

Por Larissa Schwedes (dpa)

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El unionista Stephen Gough, durante un desfile en Irlanda del Norte. Foto: Stephen Gough/privat/dpa

En realidad, para el irlandés Stephen Gough, oriundo de Belfast, el año 2021 debería ser motivo de celebración. Al fin y al cabo, este año se recuerda el centenario de la creación de Irlanda del Norte y su separación del resto de la isla de Irlanda.

Gough, unionista acérrimo, se siente orgulloso de que Irlanda del Norte haya conservado su lugar como provincia autónoma dentro del Reino Unido durante todo un siglo. «Es algo que hemos conseguido con muchos esfuerzos. Significa mucho para mí», asevera el sexagenario.

Hace 100 años, el 7 de junio de 1921, tuvo lugar en Belfast la primera sesión del Parlamento de Irlanda del Norte. En la actualidad, sin embargo, las tensiones en esta región, donde se librara durante décadas una sangrienta guerra civil entre católicos y protestantes, son más tangibles de lo que lo han sido durante mucho tiempo.

«Hay una parte importante de la población que no quiere celebrar el centenario. Tenemos que respetarlo», enfatiza Gough. El bando católico-republicano desea la reunificación con la República de Irlanda y, por lo tanto, no ve motivos para celebrarlo.

Las restricciones por la pandemia de coronavirus han obligado a aplazar o reducir eventos, pero Gough espera poder desfilar por las calles con pancartas y celebrar los 100 años de Irlanda del Norte a más tardar finalizado el verano europeo.

Sin embargo, el funcionario no parece estar de humor para celebrar: «El problema es el Protocolo», protesta indignado. Gough se refiere al llamado Protocolo de Irlanda del Norte, que resume el compromiso acordado por Bruselas y Londres en el acuerdo de retirada del Reino Unido de la Unión Europea (UE) para evitar una frontera dura entre la República de Irlanda, perteneciente a la UE, e Irlanda del Norte.

El acuerdo concede a Irlanda del Norte un estatus especial «posbrexit»: como parte del Reino Unido, abandonó la Unión Europea, pero en la provincia siguen rigiendo las normas del mercado único de la UE. Por lo tanto, los nuevos controles y trámites para el comercio de mercancías no tienen lugar en la frontera dentro de Irlanda, sino en el mar de Irlanda, entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña.

«Eso está mal, porque al fin y al cabo somos un país», se indigna Gough, subrayando la palabra «un». «Y al ser un solo país, nosotros también votamos por salir de la UE».

Como muchos de los unionistas, en su mayoría protestantes, Gough teme que los nuevos obstáculos en el mar de Irlanda puedan debilitar la posición de Irlanda del Norte en el Reino.

Bruselas y Londres están negociando actualmente los detalles de las nuevas normas, en muchos casos sin tener en cuenta los deseos de los nordirlandeses. Muchos están frustrados, sienten que no se les escucha y desearían que el Protocolo se eliminara incluso antes de que haya entrado realmente en vigor.

A principios de abril, esta frustración estalló en violencia. Durante varias noches de disturbios volvieron a arder llamas en las calles y numerosas personas resultaron heridas. Los reclamos no solo estaban vinculados a las consecuencias de la retirada de la Unión Europea, sino que también hubo críticas hacia la Policía y protestas por los efectos de la pandemia.

Especialmente en los barrios unionistas, los jóvenes lanzaron piedras y botellas a fuerzas policiales, incendiaron coches e incluso un autobús y llevaron a que su país volviera a aparecer en los titulares de todo el mundo con imágenes de violencia y destrucción.

Rhonda Wooler, de 34 años, quiere contrarrestar con su trabajo estas escenas que tanto recuerdan a los sangrientos años de la Guerra Civil. Nacida en Irlanda del Norte, no se siente perteneciente a ningún bando y por ello se considera la mediadora perfecta.

En los últimos años, esta trabajadora social y su equipo han puesto en marcha varias iniciativas de acercamiento en la ciudad de Londonderry, que los católicos llaman solo Derry, donde en aquel entonces se produjeran muchos de los incidentes más representativos del conflicto de Irlanda del Norte.

En un barrio especialmente conflictivo de la ciudad, consiguieron, por ejemplo, algo que muchos creían imposible: más de 500 unionistas y republicanos se reunieron en 2018 para celebrar juntos una fiesta de Navidad, pese a que los críticos le reprocharan a Wooler que con esa idea solo conseguiría arruinar las tradicionales fiestas de fin de año.

En «Waterside Shared Village», una iniciativa de aldea compartida de la ciudad de Derry, tuvo lugar además un primer campamento de verano al que asistieron varios cientos de niños de ambas comunidades.

En este proyecto dirigido por Wooler, los niños católicos y protestantes jugaban juntos sin tener idea de lo significativo que es tomar todas las mañanas el autobús para trasladarse a otro barrio. «Solo los adultos decían: ‘Dios mío, esto no había ocurrido nunca. Así es como debería ser'», recuerda Wooler.

Más al sureste, en la ciudad de Warrenpoint, cerca de la frontera con la República de Irlanda, trabaja Brian Reid. El jefe de Deli Lites, una empresa de distribución de alimentos que vende y exporta sándwiches y burritos envasados, alcanza a ver desde su oficina la República de Irlanda. «Tenemos 25 coches que cruzan la frontera cada mañana transportando mercancías a Dublín», señala. «Cuando se empezó a hablar del ‘brexit’, nos preocupamos».

Durante mucho tiempo, este fue precisamente el punto de fricción largamente discutido en las negociaciones de la retirada del Reino Unido de la UE. La perspectiva de una nueva frontera dura se veía como un factor que podía llevar a una escalada política y al resurgimiento de los conflictos.

El empresario Reid es uno de los que incluso se benefician del estatus especial de Irlanda del Norte: gracias al acceso sin barreras al mercado de la UE y a una filial en el lado irlandés, el acceso a la leche y al queso de Irlanda o del continente está asegurado.

Además, también continúa el comercio con Gran Bretaña, aunque con algunas demoras debido a los nuevos controles, algo que, según Reid, también se solucionará con el tiempo.

Cuando se le pregunta si cree que el «brexit» ha sido una buena idea, el empresario lo descarta con firmeza. «No, desearía que nunca hubiera ocurrido. Definitivamente no lo queríamos. No trajo más que caos y destrucción durante tres años, y, como si eso fuera poco, después llegó covid-19».

El «brexit» también tuvo consecuencias para el proyecto Waterside, financiado durante tres años y hasta 2020 con fondos de la UE. El plan era crear un centro en el que pudieran reunirse vecinos que a menudo viven a solo cinco minutos de distancia, pero que nunca han estado en la calle del otro. A largo plazo, según Wooler, probablemente dependerá de las comunidades locales seguir promoviendo este proyecto de acercamiento.

Tras los disturbios acaecidos en el mes de abril, la vida en las calles de (London)Derry ha vuelto a la normalidad. «Es como que algo estuviera bullendo bajo la superficie», acota Wooler. «Espero que no, pero sí que me imagino que podría volver a haber disturbios. Pero insisto, ruego que no sea así».

dpa

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