Seychelles: Una caminata por el país de las maravillas

Por Stephanie von Aretin (dpa)

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Vista sobre los arrecifes de corales frente a Mahé, la isla principal de las Seychelles. Foto: Stephanie Von Aretin/dpa

Huertas de frutas silvestres, helechos gigantes y palmeras de cocos que se inclinan: quien camina por las islas Seychelles puede ver arrecifes de corales desde lo alto y rodeado del jardín del Edén, algo nuevo incluso para los locales.

Kerly Soomery no necesita agua ni calzado adecuado para trepar el Monte Sébert. Le alcanzan las chanclas, que él, como la mayoría de los habitantes de Mahé, usa prácticamente todo el tiempo. Esta vez le toca acompañar a un grupo de viajeros extranjeros al cerro de 555 metros de altura.

Practicar senderismo en un paisaje granítico ancestral, en medio de un bosque de montaña en un clima tropical con una extraordinaria biodiversidad era una actividad que incluso los habitantes de la isla raramente experimentabann.

Cuando el archipiélago estuvo cerrado por la pandemia de coronavirus, se bloqueó el acceso a sus playas de arenas blancas. Pero sí estaba permitido salir a caminar.

En general, los turistas suelen viajar a las islas Seychelles para conocer sus arrecifes de coral y bucear en las aguas cálidas del océano Índico. Incluso los locales preferían ir a bucear que a escalar las montañas.

Pero durante las restricciones de viaje por el coronavirus, los hoteles y restaurantes quedaron vacíos. La gente de Seychelles tuvo de repente mucho tiempo para, por ejemplo, descubrir senderos por las paredes rocosas de los cerros. Algo que también sucedió a Kerly Soomery.

A las diez de la mañana, el sol ya brilla en lo alto del cielo. El clima aquí, frente a las costas orientales de África, es cálido, húmedo y tropical.

Las tierras son tan fértiles que todo aquello que se sembró en su momento siguió creciendo, como por ejemplo la hierba limón o hierba luisa, la canela, aguacates y el arbol del pan. Los cocos de mar, las palmeras endémicas del archipiélago, mecen sus copas filigranas y cascadas de agua desembocan en lagunas de aguas color turquesa.

La subida al Monte Sébert es uno de los senderos más difíciles de Mahé, la isla principal del archipiélago. Desde el valle parte una senda con 600 escalones, que es el camino que recorre diariamente una familia hasta su granja. Desde allí se ingresa en la selva tropical.

Hay tiempo para una pequeña clase de historia. «¿Has visto el monumento en Victoria?», pregunta Kerly Soomery y propone sobrevolar las 115 islas que integran las Seychelles. «Las tres alas entrelazadas representan nuestra identidad, somos África, Asia y Europa al mismo tiempo», afirma.

Hace 250 años, las islas estaban habitadas por piratas. Luego fueron y vinieron colonizadores franceses e ingleses, mientras que esclavos africanos debían trabajar en las plantaciones.

Enormes troncos de árboles gigantescos trepan hacia el cielo, donde sus grandes copas coronan un techo de hojas. El agua gotea sobre piedras manchadas de óxido, el matorral selvático se escalona desde las más altas ramas de los árboles hacia alfombras vegetales colgantes y hasta la roca cubierta con musgo. Las asombrosas raíces de un árbol salen del suelo y crecen hasta la altura de la cintura.

La preservación de esta diversidad vegetal única es desde hace mucho tiempo una preocupación internacional. Junto a los arrecifes de coral, más de la mitad de la superficie de las Seychelles se encuentra protegida porque muchas plantas de cultivo son altamente invasivas.

Solo a gran altura se pueden hallar especies endémicas como los denominados helechos arbóreos, que pueden alcanzar hasta los siete metros de alto, y plantas carnívoras.

Cuando el sendero abandona la selva, las miradas se posan en una gigantesca pared de granito inclinada. El último obstáculo es no mirar hacia abajo.

En cuatro patas, los visitantes trepan por las ranuras de las piedras. Tras dos horas y media de escalada, se llega a la cima. Los habitantes de las islas aman la vista hacia el aeropuerto. Los turistas observan más allá de las islas, pequeñas y grandes, hasta el horizonte y cuentan los diferentes tonos de azul del mar.

Kerly Soomery hace yoga, para honrar de manera adecuada la impresionante vista desde el este hacia el oeste de la isla.

Si bien pueden volver a entrar turistas en el país, con algunas restricciones, estos siguen siendo pocos. Los habitantes de las Seychelles siguen teniendo sus islas casi exclusivamente para ellos.

 
dpa

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