Por Fabian Hoberg (dpa)
Ojos soñadores, rebelde y siempre con un cigarrillo en la comisura de los labios. Tres películas hicieron inmortal a James Dean: «Al este del Edén», «Rebelde sin causa» y «Gigante». Nacido hace 90 años, ya se había convertido en ídolo cuando murió en un accidente automovilístico en 1955 a la temprana edad de 24 años. Su gran pasión por los coches fue al mismo tiempo su perdición.
El periodista alemán Siegfried Tesche, autor de un libro sobre la vida de James Dean y su pasión por los automóviles deportivos, considera que hay varias razones que justifican el entusiasmo de Dean por los coches y los deportes de motor.
«En el vecindario donde vivía había una tienda de motocicletas en la que pasaba mucho tiempo», explica Tesche. «Su tío comenzó a llevarle a pasear en moto desde muy niño, y cuando apenas tenía 13 años le regalaron un motor auxiliar para su bicicleta», precisa Tesche. Equipada con este motor, la bicicleta llegaba casi a los 50 km/h.
Cuando Dean tenía 16 años, su tío le regaló una motocicleta Jawa ČZ 125 con 4 CV que alcanzaba los 80 km/h. «Si bien nunca se le permitió conducir moto durante los rodajes, las motocicletas le inspiraron a lo largo de toda su vida», enfatiza Tesche.
Su entusiasmo por los coches rápidos comenzó paralelamente a su carrera de actor. En la escuela, y luego en la universidad, Dean condujo un Ford Sedan del 49 y un Chevrolet. En 1954, se compró un deportivo MG TD. En su tiempo libre, el joven actor conducía sus vehículos a toda velocidad y de manera bastante temeraria.
Los éxitos de Porsche en las carreras a principios de la década de 1950 despertaron el interés de James Dean por la pequeña marca de coches deportivos. Para darse a conocer, Porsche apoyó el automovilismo con el lema: «Gana en domingo, vende en lunes».
En Estados Unidos, especialmente en California, tenían lugar en aquella época muchas carreras de pequeña envergadura en aeródromos. Estas ofrecían el terreno ideal para principiantes y no favoritos.
Sin embargo, en aquel entonces los coches eran caros, y el dinero de Dean era escaso. No fue hasta el éxito de sus películas que pudo permitirse, a principios de 1955, un Porsche 356 1500 Super Speedster con 70 CV.
La ilusión de Dean era participar con su nueva adquisición en carreras y hacerse un nombre en el deporte motor. En marzo de 1955, participó en su primera competición. «James Dean se dio cuenta muy pronto de que los coches pequeños, ligeros, fuertes y ágiles eran muy competitivos y podían vencer a los grandes y pesados. No cabe duda de que esto le impresionó mucho», relata Tesche.
Sin embargo, el estudio cinematográfico no le permitía correr durante los rodajes, por lo que en total solo logró competir en tres fines de semana.
A través de un amigo, el actor conoció un nuevo modelo, el Porsche 550 Spyder. Tras unas breves negociaciones, y gracias a un adelanto de su estudio cinematográfico, compró el coche el 21 de septiembre de 1955.
El Spyder de James Dean fue el número 55 de los 89 550 Spyder construidos por la marca entre 1954 y 1956. «El importador de Porsche en la costa oeste, Johnny von Neumann, tenía al principio algunas reservas, ya que el Spyder era más bien un coche de carreras y no de carretera, por lo que no era fácil de conducir», señala Tesche. Y se demostró que tenía razón.
En seis días, Dean tuvo dos accidentes leves tras los cuales hizo reparar el coche. Al mismo tiempo, el actor hizo inscribir en la carrocería el número de partida 130 y el apodo de su flamante adquisición: «Little Bastard» (Pequeño bastardo).
Con él partió el 30 de septiembre de 1955 rumbo al circuito de Salinas. Fue su último viaje: en el camino, el Porsche impactó de frente contra otro vehículo y Dean murió en el acto.
Frank Jung, director de Archivos de Porsche, considera que el 550 Spyder es un vehículo muy especial en la historia de la compañía. «Fue el primer coche de carreras de pura sangre y sin concesiones de Porsche. Potente y con una muy buena relación peso-potencia, compitió con éxito contra marcas más fuertes y establecidas», informa.
Sin embargo, el hecho de que las ventas aumentaran tras la muerte del legendario actor no tuvo tanto que ver con él como con la tendencia general hacia los coches deportivos ligeros y modernos. «James Dean fue un representante de la generación de jóvenes rebeldes, y el 550 Spyder armonizaba con esta actitud; el coche fue su contrapartida automovilística», asevera Jung.
«El hecho de que Dean condujera un Porsche tuvo un fuerte impacto en la marca», explica el profesor de diseño y experto en marcas Paolo Tumminelli.
«Con su elección de vehículos se rebelaba contra el sistema. En Estados Unidos, en aquella época, era casi grotesco conducir coches pequeños con motores pequeños», explica Tumminelli. Cualquiera que condujera un Porsche podía sentirse como un rebelde y desafiar a la competencia: igual que James Dean.
El mito duró hasta la década de 1980, cuando comenzó a perder peso la tendencia hedonista. Son muchas las historias que rodean al Porsche 550 Spyder de Dean, y no está claro el paradero de muchas de sus piezas, ya que el vehículo quedó muy dañado en el accidente.
Pero al igual que su famoso conductor, el automóvil se convirtió en leyenda y, como tal, es muy codiciado. El año pasado apareció en algún sitio de Estados Unidos la transmisión del Porsche accidentado. A finales de mayo, el componente se vendió en una subasta online por la friolera de unos 315.000 euros (aproximadamente 380.000 dólares estadounidenses).
dpa