Israel-Palestina: ¡Nada nuevo!

Meir Margalit

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Ante la pregunta de amigos preocupados ¿qué esta sucediendo en Israel-Palestina?, la tentación es responder: ¡nada nuevo! Por cierto, ya hemos tenido con creces escaladas militares de este tipo, de modo que este round podría considerarse un episodio más de la serie inconclusa denominada “pesadillas en Oriente Medio». La triste realidad es que estamos en un continuo batallar desde la independencia de 1948 y con mayor intensidad desde la ocupación de los territorios palestinos en 1967, mientras que los periodos de relativa tranquilidad entre guerras, intifadas y operativos militares son algo así como un cese el fuego entre batallas, o treguas temporales siempre a punto de violarse. Por ello, Israel más que un país es un fortín militar

Pero esta escalada tiene dos características particulares que la distinguen de las anteriores, una relacionada con Hamas y otra relacionada con la situación interna en Israel.

Hamas ha sorprendido por su capacidad de fuego. Los mas de 4.000 misiles de largo alcance que ha lanzado hasta el momento de escribir estas líneas es algo que Israel, a pesar de sus sofisticados servicios de inteligencia, no se imaginaba. Resulta sumamente curioso desenmarañar como en una zona totalmente bloqueada por tierra y mar, Hamas ha podido introducir tanto armamento y materias primas para la fabricación de misiles locales. Desde esa perspectiva, Hamas se ha convertido en el gran triunfador de esta guerra y aunque Israel arrase Gaza ha alcanzado entre los palestinos una popularidad heroica que no ha tenido nunca antes. Hamas debería otorgarle a Bibi Netanyahu una medalla por su considerable apoyo a la hora de incrementar su imagen en la calle palestina.

La segunda característica de esta escalada que nos ha dejado anonadados es la ola de violencia que ha desatado entre los árabes israelíes. Los acontecimientos en Gaza han destapado todo el odio acumulado durante años de maltrato. Por cierto, aunque esta población ha logrado buenos índices de progreso, y reciben del Estado todos los beneficios sociales, como la población judeo-israelí, nada de ello ha logra aplacar su indignación por la discriminación, la denigración y el basureo que les infiere la mayor parte de la sociedad israelí. Este proceso no es nuevo y data de la misma Nakba del 48, que se niega a cicatrizar, pero su impacto ha acrecentado estos últimos años debido a la radicalización de la sociedad israelí, que ha llegado a niveles de intolerancia sin precedentes. Basta mencionar el hecho de que por primera vez ha sido elegido al parlamento un representante de una organización judía prohibida por ley por incitación al racismo. Como si esto fuera poco, la situación política interna en Israel ha echado mas gasolina al fuego, a raíz de la competencia entre media docena de partidos políticos derechistas que se disputan el titulo de paladín del trato duro hacia los árabes, generando de esa manera un clima de odio que estalló en la actual ola de violencia.

Estos acontecimientos conducen a una reflexión alarmante.

¿Cómo se explica que Israel no comprende que conflictos de esta índole nunca acaban por la fuerza y que el problema palestino no se solucionará bombardeando Gaza? La respuesta a dicho interrogante es compleja, porque esta compuesta de dos procesos paralelos, que se retroalimentan a pesar de parecer incompatibles. Por un lado, Israel sigue obsesivamente creyendo que lo que no se soluciona por la fuerza solo se puede solucionar con mas fuerza. Las autoridades israelíes son incapaces de entender que desde que Hamas asumió el poder en Gaza en 2006, Israel no ha dejado de arrasarlos, sin lograr que claudiquen o que los bombardeos la quiebren. Pero el segundo proceso, que es paralelo, es que Israel tal vez no tiene ninguna intención de solucionar el conflicto con Hamas, porque lo necesita para argumentar que Abu Mazen, el presidente de la Autoridad Palestina, no es un interlocutor en las negociaciones de paz porque no controla la franja de Gaza y no representa a todo el pueblo palestino. Desde esa perspectiva, Hamas es para Israel el pretexto ideal para negarse a entablar negociaciones con la Autoridad Palestina y, sino existiera, Israel tendría que inventarlo.

Esta reflexión se ve reforzada por el hecho de que si Israel realmente quisiera acabar con Hamas, todo lo que tendría que hacer es apoyar a Abu Mazen y a Fatah, mientras que paradójicamente hace exactamente lo contrario. Esta ola de violencia ha demostrado fehacientemente que Israel tiene con quien negociar, ya que a pesar de toda esta riada de ataques, la zona de Cisjordania bajo el gobierno de Abu Mazen y de Fatah se ha mantenido relativamente tranquila y la policía palestina reprime toda iniciativa que pretenda tomar parte en esta escalada. Por cierto, Abu Mazen no lo hace por apoyar a Israel sino para no sumarse al ataque liderado por Hamas. Pero mas allá de sus motivos e intereses, lo que Israel debería deducir de esta actitud es que Abu Mazen es el mejor interlocutor que puede tener y que hay con quien llegar a un acuerdo pacífico en este sangriento conflicto. En lugar de debilitar sistemáticamente a la Autoridad Palestina este es el momento de apoyarla para que el pueblo palestino comprenda que puede conseguir mejores logros mediante la negociación que por las armas. Israel no es capaz de entender la oportunidad que tiene en sus manos, dado que no hay nadie en el gobierno dispuesto a negociar y devolver territorios, y por ello, estamos condenados a seguir luchando contra aquellos que podrían convertirse en nuestros mejores vecinos.

Esta escalada de violencia acabó con el cese al fuego de hace en un par de días, pero sus secuelas continuarán por un largo período de tiempo. Porque estamos destinados a vivir juntos, pero el tejido interno desgarrado no volverá a ser lo que era a pesar de todos los parches que se puedan zurcir. La gran pregunta, en definitiva, que plantea estos acontecimientos es si judíos y árabes podemos vivir juntos en una misma tierra. Aquellos que se jactan de ser «realistas» dirán que la realidad demuestra con creces que no hay posibilidad alguna. Aquellos que todavía nos consideramos idealistas diremos que a pesar de todo ya encontraremos el modus vivendi para lograr un futuro mejor que todos, judíos y árabes, anhelamos para nuestros hijos.

Debemos reconocer que esa convivencia se pone cada día mas difícil, pero no estamos dispuesto a abdicar.

Meir Margalit Doctor en Historia Israelí Contemporánea por la Universidad de Haifa, desarrolla su actividad docente en el ONO Academic College, además de impartir conferencias y seminarios en distintas universidades europeas y americanas. Ha sido concejal de Jerusalén con el partido pacifista Meretz hasta 2014. Cofundador de una de las organizaciones de derechos humanos más destacadas de Israel, el Israeli Committee Against House Demolitions (ICAHD), ha sido asesor en distintos organismos de la ONU, como OCHA, UNHabitat y UNRWA y es actualmente director del Center for Advancement of Peace Initiatives. Considerado uno de los mayores expertos en el conflicto arabeisraelí en Jerusalén, es autor de Discrimination in the Heart of the Holy City (2008), Seizing Control of Land in East Jerusalem (2010) y Demolishing Peace (2014). Asimismo, es miembro del consejo editorial de Palestine Israel Journal y de la revista SinPermiso.

Fuente: www.sinpermiso.info

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