Declaración de solidaridad de la IP (Internacional Progresista) con el pueblo palestino
Palestina está bajo asedio. Desde el lunes, los ataques aéreos israelíes han asolado Gaza sin tregua, destruyendo hogares, lugares de trabajo y oficinas de medios de comunicación. Hasta el jueves, Israel había matado a más de 109 palestinos, entre ellos 27 niños, mientras el número de heridos se elevaba a 580. Ahora, se está planeando una invasión terrestre.
A comienzos de esta semana, Israel lanzó una despiadada campaña de limpieza étnica en la Jerusalén Oriental ocupada, instaurando un plan para desalojar por la fuerza a unos 2.000 palestinos de los barrios de Sheikh Jarrah y Al-Bustan. Cuando los residentes se levantaron para defender sus vidas, sus medios de subsistencia y sus hogares, el Estado israelí respondió con brutalidad, atacando al pueblo palestino en las calles y en sus lugares de culto.
El violento despojo del pueblo palestino no es nuevo. En 1948, cuando se creó el Estado de Israel, las milicias sionistas obligaron a unos 750.000 palestinos a abandonar pueblos, aldeas y ciudades, arrebatándoles sus hogares y pertenencias en el proceso. Esto se recuerda como la «Nakba», catástrofe en árabe.
Pero la Nakba nunca terminó. Desde 1948, el pueblo de Palestina ha perdido más del 85 por ciento de su tierra a manos de Israel. La militarización del Estado israelí lxs ha confinado ahora a una serie de prisiones al aire libre, en las que el Estado israelí ensaya habitualmente sus crueles tecnologías de guerra, envenenando el suelo, contaminando el agua y aterrorizando a la población.
Ahora, mientras las bombas israelíes llueven sobre Gaza, los impactantes vídeos compartidos en todo el mundo revelan otra atrocidad. Al grito de «¡Muerte a los árabes!», los ultranacionalistas recorren las calles de los territorios ocupados, aterrorizando a los palestinos en sus casas y saqueando sus comercios, dejando rastros de vidrios rotos a su paso.
Los líderes occidentales y la prensa internacional se han apresurado a pedir el fin del «conflicto», instando a la calma a «ambas partes», mientras invocan el derecho de Israel a la «autodefensa». Estos grotescos actos de equívoco sólo sirven para minimizar la campaña de terror perpetrada por el Estado israelí –y para reforzar su monopolio de la violencia.
Seamos claros: no puede haber equivalencia entre opresor y oprimido, entre colonizador y colonizado. Israel es un Estado con armas nucleares, cuyo ejército se nutre de 3.800 millones de dólares de subsidios anuales del gobierno de los Estados Unidos. Los palestinos, bloqueados desde todos los flancos por muros y torres, tienen pocos medios para defender sus derechos frente a la maquinaria de guerra de Israel.
Sabemos que la voluntad del pueblo palestino no se puede acallar con amenazas y violencia. Los pueblos del mundo han sido testigos una y otra vez de la resistencia palestina que se levanta en defensa de las comunidades y los lugares sagrados, los hogares y la tierra. Saludamos esta resistencia y, sabiendo que la libertad palestina está íntimamente ligada a la nuestra, respaldamos el derecho palestino a la defensa y a la lucha liberadora.
Ahora, mientras Israel asedia los hogares palestinos, la solidaridad y la vigilancia del mundo nunca han sido más urgentes.
Nosotros, miembros de la Internacional Progresista, hacemos un llamado a las fuerzas progresistas del mundo para que se manifiesten masivamente por la vida, por la dignidad y por la liberación de los palestinos. Ha llegado el momento de poner fin a la Nakba, boicotear el régimen del apartheid, desprenderse de su maquinaria de guerra y sancionar a los autores de sus crímenes.