Mauricio Ramírez Núñez
Con la llegada de los europeos a América el racismo inicia y se manifiesta como lo que algunos teóricos decoloniales llaman “racismo teológico”, esto significa, tratar a las personas originarias de este continente como “naturales” sin alma, en otras palabras, no tenían sangre de humanos y, por lo tanto, para esa concepción, no lo eran. Ese argumento falaz, ideológico y sin sentido, daba pie y justificaba cualquier tipo de actitud violenta, represiva y dominante contra estas poblaciones por parte de los conquistadores. Casi que era como un derecho divino para ellos el apoderarse y someter a estos “bárbaros” que “no conocen ni a Dios ni tampoco son humanos”, eran algo así como la “recompensa del cielo” por “descubrir” estas tierras ricas y abundantes.Más adelante, en la modernidad, con el desarrollo de la ciencia y demás, la genética pasó a ser ese nuevo argumento de diferenciación racial “civilizado”, pues como cada etnia y grupo tiene una genética similar pero diferente, es lógico que la genética europea por ejemplo, nunca va a ser igual a la asiática, americana o africana, y a partir de ahí también se construyó una falsa idea de que la europea era la “verdadera y auténtica” y las otras “falsas”, alimentando así el mito de la superioridad racial de una cultura sobre otra. Los niveles de absurdo de este tipo de ideas ahora “basadas en la ciencia”, detonaron situaciones aberrantes como las vistas en el siglo XX con el auge de totalitarismos que hicieron mucho daño a Europa y el mundo entero.
Por eso el racismo es definido por varios autores como aquella jerarquía de poder que permite decir qué y quién es humano y quién no. La famosa línea de lo humano y no humano impuesta por el poder es la que define la jerarquía racial del mundo. Por eso el racismo no se limita para muchos autores y estudiosos del tema, solamente al color de piel. Es una línea delgada que marca el poder entre el “ser” y el “no ser”, muy destacada también en la geopolítica, así como en la economía y la política en general. Lamentablemente la lógica racial constituye un principio organizador de muchos de los aspectos de nuestra vida social del mundo de hoy. Incluso, los más ricos del mundo son hombres blancos y del norte global, no solamente hay una mala distribución de la riqueza, sino un racismo económico muy evidente.
Toda aquella categoría o diferenciación que se utilice para construir una jerarquía entre humanos de forma despectiva y contra la dignidad humana es una expresión inequívoca de racismo; ya sea por el color de piel, la religión, tinte político, posición económica, clase social, etnia o cultura. Una de las creaciones perversas de la modernidad fue la formación de todas aquellas abstracciones jerárquicas e ideológicas para dividir a los humanos; raza, clase, sexo, género, entre otras, algo que realmente impide el avance hacia el reconocimiento de los derechos para todas las personas y la lucha contra la no discriminación.
Tampoco es caer en la ideología del igualitarismo, tenemos claro que no somos iguales y existen diferencias, pero precisamente eso es lo importante comprender aquí, no por esas inflexiones puede existir una jerarquía, ya que, en el fondo del asunto, independientemente de ellas, somos seres humanos y ahí radica el hecho básico para el respeto y no categorización. Para mi ese es el verdadero sentido de la diversidad en su más amplia concepción, nunca impidiendo la expresión de lo diverso ni imponiendo una visión sobre otra. Aquí tanto conservadores como progresistas fallan por igual, caen en la lógica de la competencia del capitalismo salvaje, piensan que la cultura, las tradiciones y el progreso social es algo de ganar o perder, de revanchas y acumulación de apoyos para el consumo o llegar al poder, grave error.
Pero retomemos un poco aquello de la línea entre lo humano y lo no humano que caracteriza al racismo en su más amplia expresión. En las zonas del ser; opulentas, desarrolladas y civilizadas, los conflictos se manejan con regulación, emancipación y reglas, mientras en las zonas del no ser, la forma de “poner orden” es con la violencia, la desposesión con momentos excepcionales de reglas y normas. Ejemplos actuales de esto podemos encontrar en la política internacional y la forma en que occidente maneja crisis como las de Libia, Yemen o Siria, por un lado, y las sanciones solamente verbales o el simple silencio ante las situaciones de violaciones de derechos humanos o escándalos políticos en países del primer mundo, o aliados estratégicos en otras regiones. Ahí no existen las intervenciones militares ni nada, solo las declaraciones y mesas de diálogo.
Parece que realmente lo que nos molesta es la diferencia, lo diferente, en nombre de lo único o de lo diverso se crean normas de exclusión extremadamente violentas, que van desde lo simbólico, pasando por lo psicológico, la ideología y terminando en lo económico, cultural y político. Esa especie de totalitarismo moderno no ayuda en la consecución de una convivencia pacífica, de mejores relaciones entre pueblos y mucho menos de unidad a lo interno de cada nación.
El conocimiento y su construcción ha sido otra víctima de la discriminación racial a lo largo de la historia. Por lo general, los autores, teorías y demás que estudiamos en los centros educativos de todas partes, ya sean públicos o privados, provienen de pensadores en su mayoría blancos, hombres, europeos o de países con un rol geopolítico de gran relevancia a nivel mundial y con amplia influencia. Así, se dejaron de lado y se destruyeron formas de conocimiento que muchas culturas antiguas habían utilizado y desarrollado para vivir, hacer sociedad y construir su propia historia, a eso el sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos lo llama epistemicidio, visto con mayor facilidad en nuestro continente americano y la destrucción sistemática de saberes, conocimientos y formas de vida llevadas a cabo por los europeos.
No olvidemos que cuando destruyen conocimientos o los prohíben, se está destruyendo la historia, la memoria y la conciencia de un pueblo, independientemente del lado político e ideológico que se apoye. Cuando la lógica racial constituye el principio organizador de una sociedad, lo que unos llaman esclavos otros les dicen cautivos, lo que para la Francia del siglo XVIII era la revolución y el siglo de las luces, esos mismos principios aplicados por los habitantes de Haití y llevados a la práctica, eran vistos como una simple “rebelión de esclavos mal agradecidos incapaces de autogobernarse” y a los cuales había que reprimir de forma brutal. Para ellos no existía la libertad, igualdad ni la fraternidad.
No se puede partir de la igualdad borrando la diferencia, eso es algo que la modernidad no pudo solventar y que ahora en tiempos posmodernos se convierte en una grave amenaza a la democracia. Dichosamente el proyecto epistemicida moderno occidental no fue exitoso en su totalidad y ha permitido el auge de nuevos pensamientos críticos, humanistas y pluralistas, mismos que para la construcción de un futuro compartido en estos tiempos que vivimos, se torna en una ventaja estratégica a la cual debemos saber sacar el mejor provecho para todas las personas que habitan nuestros países y regiones. La lógica global es de divide y vencerás, frente a esto, nos urge unir para convivir, compartir y resistir, no hay camino individual al éxito colectivo, solo en común unión, a pesar de las diferencias, es posible crear un mañana amplio, con esperanza, democrático, abierto y humano.
– Académico