¿Por qué Josef Mengele es el criminal de guerra nazi más conocido?


Richard Baer (comandante de Auschwitz, izquierda), Josef Mengele (en el centro) y Rudolf Höß (anterior comandante de Auschwitz, derecha) fotografiados en el complejo de concentración y exterminio en 1944 (foto de Karl Hocker).
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Francisco López-Muñoz, Universidad Camilo José Cela and Francisco Pérez Fernández, Universidad Camilo José Cela

Sobre Josef Mengele y sus experimentos médicos se han vertido ríos de tinta, quedando su figura en la conciencia colectiva como un icono del mal: el “Ángel de la Muerte”. Sin embargo, hubo otros nazis que cometieron crímenes más abyectos y experimentos, como mínimo, tan inhumanos. Entonces, ¿por qué siempre que se pregunta, a nivel popular, por un criminal de guerra nazi, surge el nombre de Mengele?

En esta historia han intervenido múltiples factores. Junto a sus atroces experimentos médicos en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, cabe destacar que, por circunstancias fortuitas y azarosas, logró evadir la acción de la Justicia y huir a Sudamérica; visitó Europa en varias ocasiones, cuando era perseguido por organizaciones cazanazis; escapó a los operativos del Mossad; durante su vida se estrenaron varias películas de ficción basadas en sus actividades; y, además, su fallecimiento fue peculiar y accidental.

Mengele nació en 1911 en la localidad bávara de Günzburg, hijo de un empresario dedicado a la fabricación de maquinaria agrícola. Buen estudiante, realizó estudios de filosofía en Munich, donde se doctoró en antropología en 1935 con una tesis sobre las diferencias raciales en la mandíbula inferior, y se graduó en Medicina en la Universidad Goethe de Frankfurt en 1936. Tras incorporarse al Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial de esta universidad, dirigido por el profesor Otmar von Verschuer, su gran mentor y quien lo interesó en la investigación genética, se doctoró en medicina en 1938 con una tesis sobre los factores genéticos en el labio leporino y el paladar hendido.

Josef Mengele.

Un nazi convencido

Firme defensor de los postulados biológicos de la ideología nazi (eugenesia, higiene racial y antisemitismo), se afilió al partido en 1937, siendo admitido en las SS (Schutzstaffel). Durante la guerra recibió condecoraciones por sus acciones heroicas, entre ellas la Cruz de Hierro de primera clase. Tras ser herido gravemente en Rusia, fue declarado no apto para el servicio activo y, en 1943, ascendido a SS-Hauptsturmführer (capitán médico), destinado a los campos de concentración.

Su estrecha vinculación con la perversa ideología racial aria, junto a su desmedida ambición académica, justificarían su elección de los servicios médicos de los campos, pues ahí podría progresar en sus investigaciones genéticas y, así, optar a un relevante cargo universitario al finalizar la guerra.

Además de culto, atractivo y elegante, también era sádico. Primero trataba cariñosamente a los niños, que lo llamaban “onkel Josef” (tío José), y les ofrecía caramelos. Luego procedía a su asesinato. Diagnosticado de personalidad narcisista, nunca tuvo sentimientos de culpa, ni mostró arrepentimiento por sus actos, como declaró su propio hijo Rolf en el documental A la búsqueda de Mengele.

Bloque 10, el pabellón «médico» de Mengele en Auschwitz.
Wikimedia Commons / VbCrLf

Los experimentos

Niños víctimas de Joseph Mengele liberados tras la toma de Auschwitz.
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La máxima perversión ética en la investigación médica es el empleo de sujetos sanos, circunstancia que adquiere sus más altas cotas de horror y amoralidad cuando se trata, además, de población infantil. Y a esto se aplicó denodadamente Mengele en el tenebroso Pabellón 10 de Auschwitz, centrando su atención en gemelos y enanos.

Mengele pretendía conocer el origen de los nacimientos gemelares para aumentar la ratio de nacimientos de niños arios, pretendiendo cambiar la pigmentación del iris para obtener “más niños con ojos azules”. Para ello, inyectaba diversos tintes en los ojos de las víctimas, que habitualmente acababan en graves infecciones y ceguera. Los ojos, así como otros órganos, eran enviados, para su estudio, al KWI de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia de Berlín. La etiqueta del envase contenedor especificaba “Material de Guerra-Urgente”.

También investigó con la tuberculosis, inyectando a uno de los gemelos el bacilo de Koch para, tras el sacrificio de ambos, analizar la evolución diferencial de la enfermedad. De más de 1 000 parejas de gemelos que pasaron por sus manos, solo sobrevivieron 200.

Las hermanas checas A. (Auschwitz no. 72890) y S. (no. 72919), internadas a los 19 años. Sobrevivieron a los experimentos de Mengele.

En la causa abierta por los tribunales aliados contra Mengele, Vexler Jancu, un médico prisionero en Auschwitz, relató:

“Vi una mesa de madera. Sobre ella había muestras de ojos… Eran de color amarillo pálido hasta azul claro, verde y violeta… Los ojos estaban pinchados como si de mariposas se tratase. Pensé que había muerto y que ya estaba en el infierno”.

Muestra de su sadismo fue la inseminación de prisioneras con antecedentes familiares de gemelos. Tras el parto, si sólo nacía un bebé, era depositado vivo en el horno de desechos biológicos y la madre gaseada.

Otro grupo de interés fueron los enanos, sujetos con un defecto congénito de nacimiento llamado condrodistrofia. Mengele pretendió demostrar que los enanos eran una “forma humana degenerada” y, además de múltiples determinaciones físicas, los exponía a radiación, punciones lumbares, etc.

Familia Ovitz (judíos de Transilvania). Sobrevivieron a los experimentos de Mengele.

También fue acusado de intervenciones quirúrgicas sin anestesia, amputaciones, inducción de heridas para su infección y posterior observación, transfusiones de sangre entre gemelos, entre otros muchos aberrantes experimentos, como coser a dos gemelos entre sí a modo de siameses. Del mismo modo, ensayó vacunas desarrolladas por Bayer y Behring-Werke para la malaria y el tifus.

Al margen de los experimentos, Mengele fue involucrado en actos como el asesinato de 300 niños menores de 5 años, ordenar la muerte en las cámaras de gas de casi 3 000 gitanos y participar en la administración del Zyklon B, el pesticida empleado en las cámaras de gas.

Cobayas humanos en la enfermería de Auschwitz.
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Nunca se sentó frente a un juez

Mengele no compareció en el famoso Juicio a los Médicos de 1947, uno de los trece Juicios de Nuremberg contra los criminales de guerra nazis, aunque su nombre fuera mencionado varias veces. Su familia se ocupó de difundir la noticia de su fallecimiento en octubre de 1947, versión que fue aceptada inicialmente por la Oficina del Consejo Superior para los Crímenes de Guerra.

Selección de presos en Auschwitz II-Birkenau (mayo-junio de 1944). Los que se enviaban a la derecha eran asignados a trabajos forzados, los de la izquierda iban a las cámaras de gas.
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Sus crímenes también se juzgaron en varios procesos en la Alemania Occidental, incluido el Juicio de Auschwitz-Frankfurt (1963-1965). En ellos fue acusado de la muerte de 153 niños para su disección, además de su participación en las “selecciones” a pie de vagón de los trenes que llegaban a Auschwitz, donde se separaba a los sujetos que pasaban directamente a las cámaras de gas (ancianos, niños y enfermos) de los más sanos, destinados al trabajo esclavo.

Incluso se emitió una orden de extradición en 1959 que Mengele eludió, lo que acrecentó el mito. Los gobiernos de la República Federal Alemana e Israel, el Centro Simon Wiesenthal y el periódico The Washington Times ofrecieron recompensas por su captura. El Mossad montó varias operaciones clandestinas para capturarlo, tanto en Argentina como en Brasil. Todo fracasó.

Fotografías de Josef Mengele a lo largo de su vida.
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Una huida de película

Según la contrainteligencia militar norteamericana, ante la proximidad del Ejército Rojo, Mengele abandonó Auschwitz la noche del 17 de enero de 1945, portando gran cantidad de documentos incriminatorios. Y tuvo suerte: detenido por los americanos, pasó por un campo de prisioneros donde, pese a estar en la lista de criminales de guerra del Alto Mando Aliado, no fue identificado, pues nunca se tatuó su grupo sanguíneo en el brazo como era obligatorio en las SS. Después, con el nombre falso de Fritz Ulmann, permaneció escondido por amigos en diferentes lugares durante cuatro años y medio, trabajando incluso en una granja de patatas.

En 1949 llegó a Innsbruck, y de aquí a Italia, donde recibió documentación falsa como miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja, incluido un visado argentino a nombre de Helmut Gregor, y un pasaje en el vapor North King para Buenos Aires, donde llegó el 26 de agosto de 1949.

En Argentina fue representante para Sudamérica de su empresa familiar, con documentos oficiales emitidos a su propio nombre. Incluso pasó una semana en Suiza con su familia. Después se instaló en Paraguay, bajo la protección del dictador Alfredo Stroessner, obteniendo la nacionalidad en 1959, con el nombre de José Mengele, volviendo a viajar a Alemania por el funeral de su padre.

Cuando el Mossad capturó en Buenos Aires a Adolf Eichmann, en 1960, Mengele pasó a la clandestinidad en Brasil, arropado por la comunidad alemana filonazi. En febrero de 1979 murió ahogado en la playa de Bertioga, con 68 años. Fue enterrado en el cementerio de Embu das Artes, bajo la identidad falsa de Wolfgang Gerhard, nombre del amigo austriaco que lo acogió en Brasil, y que usaba desde 1975.

El poder mitificador del cine

Cartel de la película The boys from Brazil (Los niños de Brasil), Franklin J. Schaffner, 1978.

Mediada la década de 1970, la figura de Mengele, aún vivo, cobró gran popularidad, gracias a dos películas de ficción sobre su vida y actividades: Marathon Man (1976), protagonizada por Laurence Olivier, y Los niños del Brasil (1978), protagonizada por Gregory Peck, cuya trama se basa en sendas novelas de William Goldman e Ira Levin. En esta última, Mengele crea clones de Adolf Hitler en una clínica brasileña.

Restos óseos de Mengele en el Instituto de Medicina Forense de Sao Paulo.
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Los restos de Mengele fueron exhumados en 1985, y su identidad definitivamente confirmada en 1992 mediante pruebas de ADN. Tras la negativa de su familia a repatriar sus restos, pasaron al Instituto de Medicina Forense de Sao Paulo. Curiosa ironía del destino que sus huesos hoy sirvan en las clases prácticas de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo.The Conversation

Francisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela, Universidad Camilo José Cela and Francisco Pérez Fernández, Profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Antropología y Sociología Criminal / Investigador., Universidad Camilo José Cela

This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.

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