Rodríguez Zapatero: cuando el vedetismo cuenta más que la democracia

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Tras las elecciones del pasado domingo en Venezuela, los organismos internacionales, desde las Naciones Unidas a la Unión Europea, siguen considerándolas fraudulentas. También Joe Biden. No solo mantienen que las condiciones en que se desarrollaron no respetaron los mínimos criterios democráticos, sino que sus resultados confirman esa ilegitimidad. Según la información oficial, la abstención alcanzó cifras exorbitadas, un 70%, pero según los datos de la oposición superó el 80% (cuando en las elecciones que tuvieron lugar para conformar el actual parlamento, ganadas abrumadoramente por la oposición, esas cifras fueron las contrarias: menos del 30% de abstención).

En la mañana del lunes, al conocerse los resultados de los comicios, la mayoría de los países latinoamericanos, 16 en total (incluida Costa Rica) firmaron un manifiesto que sostiene: “Reiteramos que los comicios para renovar la Asamblea Nacional de Venezuela del 6 de diciembre, organizados por el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro, carecen de legalidad y legitimidad porque fueron llevados a cabo sin las mínimas garantías de un proceso democrático, de libertad, seguridad y transparencia, ni de integridad de los votos, ni la participación de todas las fuerzas políticas, ni de observación internacional”.

En el interior del país, además de las previstas insensateces del patán Maduro, hablando de la gran victoria popular, se ha filtrado un audio de un representante del régimen, Julio Cesar León, que decía: “En estos momentos la abstención es muy elevada. Verificaremos quien ha votado y los que no han ido a votar los empezaremos a buscar de distintas maneras y aplicando cualquier método”. La oposición venezolana ha solicitado el apoyo a los organismos de Derechos Humanos y las agencias de cooperación para evitar el incremento de la represión y el encarcelamiento de opositores, tras el elevado nivel de la abstención.

Este es el cuadro general en torno a las elecciones venezolanas. Sin embargo, uno de los invitados por Maduro para presenciar los comicios, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho intervenciones públicas en sentido contrario. En la jornada de los comicios hizo repetidos llamamientos a la participación electoral, “participar en estas elecciones es confiar” afirmó. Además, criticó abiertamente la posición de la Unión Europea sobre los comicios, por cuanto según Zapatero, “la UE debería adoptar una posición más equilibrada”. Como sostiene la oposición venezolana, “una posición mas equilibrada entre un régimen ilegal y usurpador y los que se le oponen, refleja un desequilibrio de principios”.

Tengo que reconocer que me produce una mezcla de vergüenza y rabia el hecho de que un político español, que forma parte del PSOE, esté jugando tamaño papelón, que enturbia la relación entre ambos países. Pero tengo que decir que no me sorprende. El personaje siempre practicó un vedetismo narcisista en la escena política española, que propició el inicio de la crisis política actual.

Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid, siempre recuerda el apodo que tenía Zapatero dentro del PSOE: “el indocumentado”. Nunca le vieron portando un libro y no era capaz de leer un informe de gobierno de más de unas pocas páginas. Tampoco produjo alguna reflexión intelectual que se recuerde y siempre se criticó su vedetismo político: le encantaba ser el más… de cualquier cosa. Pero su verdadero latrocinio al país tuvo lugar con motivo de las elecciones para su reelección en el año 2008. Todas las encuestas vaticinaban, algo que se confirmó en los comicios, que Zapatero perdería las elecciones en toda España, a excepción de Cataluña. La razón estaba clara y fue enunciada sin ambages: “díganme que Estatuto de autonomía quieren”. Daba comienzo en España la crisis territorial. Para mantenerse en la Moncloa, Zapatero aceptó un Estatuto que trasgredía la Constitución y que tuvo que contener el Tribunal Constitucional, tensionando las relaciones entre el nacionalismo catalán y el resto del país.

Desafortunadamente para el narcisista personaje, con su segundo mandato llegó la crisis económica mundial, que Zapatero negó y desconoció en sus comienzos, haciendo honor a su apodo. Cuando quiso enfrentar realmente la crisis, evidenció que su capacidad de liderazgo no iba mucho más allá que utilizar el color de sus ojos. Terminó su mandato en medio de un desiderátum económico y social inolvidable.

Así que, con estos antecedentes, no es de extrañar que este personaje esté convencido de que se debe equilibrar la balanza entre el sátrapa Maduro y quienes se oponen a su régimen. Nunca fue un maestro con el pincel fino y su mayor característica siempre ha consistido en ser infinitamente pagado de sí mismo. Es incapaz de leer la crisis venezolana en términos estratégicos. Cree que la solidez de la política fáctica de Maduro a corto plazo, debe hacer pasar por las horcas claudinas a todos sus opositores. Algo que no sólo es inmoral, sino también irrealizable. Bien pensado, este artículo debería tener otro título: cuando el vedetismo político se convierte en una desgracia para los demás.

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