Carta abierta al izquierdista Michael Moore

Carta

Estimado señor Moore:

He leído la carta abierta que usted le dirige al presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, y creo que ese gesto le hace merecedor de una respuesta desde este lado del tablero, el planteamiento socialdemócrata. No importa mucho si usted acaba recibiendo o no esta carta; lo importante es que se abra la discusión respecto de la visión izquierdista que usted refleja en su mensaje.

Permítame que comience mencionando los asuntos que compartimos. Ante todo, participamos de la alegría -ciertamente mundial- de que una superpotencia como Estados Unidos se haya desprendido de un patán, mentiroso y verdaderamente peligroso como el presidente Donald Trump. Como usted bien dice hay que comenzar agradeciéndole a Biden algo principal: ¡Cuatro años sin Trump!” (Ojalá sean muchos más).

El otro asunto en que coincidimos se refiere a las cosas que usted espera de una administración Biden, que conforman lo que, en términos generales, podríamos calificar de programa socialdemócrata, el cual indudablemente debe comenzar por la acción contra los efectos provocados por la pandemia inducida por la COVID-19.

Hasta aquí los elementos que nos permiten participar de ese conjunto que refiere al socialismo democrático en Estados Unidos y el resto del mundo. Nuestras diferencias guardan relación con esa forma de analizar la situación que me atrevo a calificar de vanguardismo izquierdista, todavía muy común entre nosotros.
Dos elementos caracterizan a esa forma de analizar que me parece criticable: el buenismo cultural y el vanguardismo propiamente dicho.

El buenismo consiste en colorear de rosa todo lo que se coloca de este lado (popular, progresista) del escenario político. Así, cuando usted se despide de Biden en su carta, muestra su creencia de que el presidente electo satisfará las demandas programáticas debido a su bondad congénita y ofrece como prueba de esa bondad el hecho de que Biden haya colocado a Kamala Harris como compañera de fórmula, quien fuera dura contendiente con ocasión de las primarias. Pero sucede que existe una causa más pragmática: era necesario cubrir el flanco izquierdista de la candidatura. Y eso no podía hacerse mediante Bernie Sanders, como muchos querían, porque hubiera sido una fórmula de ancianos, algo mediáticamente impresentable. Una mujer de color, como Kamala Harris cubría mucho mejor ese flanco. El riesgo que representa esa visión buenista consiste en que luego se alude a la traición de los dirigentes como causa de que no se haya podido implementar las medidas programáticas.

Ello guarda relación con el otro elemento de esa visión izquierdista: el vanguardismo. Una inclinación a entender que son los dirigentes quienes tienen la clave decisiva y completa de la acción política, que se complementa con la idea de que el pueblo, sabio y progresista siempre, se muestra unido y sólo es víctima inocua de la bondad o maldad de sus dirigentes. El ejemplo más ilustrativo en su caso refiere a la comparación que hace entre la presidencia de Obama y la que va a iniciarse con Biden. Afirma en su carta: “Por favor, no cometa el mismo error que cometió un presidente Obama bien intencionado en sus dos primeros años. Él quería que todos se llevaran bien. Estaba dispuesto a comprometerse en cualquier cosa. Kumbaya. Los republicanos ya habían decidido que iban a bloquear TODO lo que proponía Obama y eso es exactamente lo que hicieron durante ocho largos años con una disciplina y una crueldad que probablemente deberíamos envidiar”.

Es decir, que Obama no pudo implementar su programa por la presión de los republicanos. ¿Y en que se basa para considerar que Biden sí podrá? ¿En su bondad congénita? ¿En su mayor resistencia a la presión de la derecha? En el escenario que usted pinta apenas tiene importancia que el trumpismo haya conseguido prácticamente la mitad del electorado estadounidense. Sin embargo, una visión menos vanguardista podría identificar que la clave de la situación y del futuro gobierno de Biden reside precisamente en como cambie la correlación de fuerzas dentro del propio pueblo. Entre otras razones, porque esa visión de un pueblo unido y permanente dispuesto a abrazar las causas progresistas es simplemente falsa. Y desde esa percepción errónea es luego fácil echar las culpas a unos dirigentes que comienzan bien los primeros años, pero luego se doblegan al mandato de los poderosos o simplemente traicionan al sufrido e infortunado pueblo.

No, señor Moore, el principal obstáculo para poner en práctica el programa progresista reside en la profunda división del electorado -es decir, del pueblo- en Estados Unidos. Y, por tanto, la principal labor de la gente progresista en ese país refiere a impulsar la deliberación democrática, sin violencias ni estridencias, para ganar la mente y el corazón de la otra mitad del pueblo. No sólo para ganar los dos asientos en el Senado, que, ciertamente, serán claves, sino para convencer a sus conciudadanos de que un sistema de salud público es simplemente algo que un país con su renta por habitante no puede prescindir, o que es indispensable imponer el trabajo decente o la no discriminación salarial entre mujeres y hombres. Es el resultado de esa deliberación lo que permitirá a Biden implementar el programa socialdemócrata y, sobre todo, evitar el retorno de un trumpismo con o sin Donald Trump en las próximas elecciones. Y ya sabe usted lo que dice un viejo tango desde el sur: si veinte años no son nada, cuatro son muchísimo menos.

Reciba un abrazo fraterno.

Enrique Gomáriz Moraga

La carta de Michael Moore a Joe Biden

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