Costa Rica: entre la prepotencia, la ignorancia y el oportunismo

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez

El problema de este gobierno no es ideológico sino pragmático; de incapacidad, falta de conocimiento, experiencia, liderazgo, ideas innovadoras y una verdadera visión-comprensión del mundo real. Su prepotencia radica no en su “ideología” como dicen algunos errónea u oportunamente, este gobierno no tiene ideología, su mismo desconocimiento de la gestión pública y falta de ejercicio auto crítico no les permite tener la humildad de aceptar un punto de vista diferente al de ellos y sus intereses inmediatos. Dicen estar a la vanguardia y ser la esencia del cambio, pero políticamente se ubican todavía con una visión y praxis de la época de los años 80, donde todo lo ven como revanchismo, competencia contra los otros partidos y un sectarismo lleno de prejuicios que desemboca en un clasismo opuesto a todo aquel discurso de justicia social y ayuda a los más pobres pregonado en sus campañas políticas. Su primera paradoja es esa; hablan de inclusión, pero en la práctica aplican consciente o inconscientemente la lógica del divide et empera.

Esta actitud de creerse, como decimos aquí, “descubridores del agua tibia” genera un efecto de rechazo natural ante la ciudadanía y todos los diversos sectores de la sociedad; desde los culturales hasta los productivos, y ni qué decir de los religiosos, la falta de diálogo y el exceso de fe en la tecnocracia hace de este gobierno el títere perfecto de la oligarquía costarricense, una que, con el poder verdadero en la mano, ven a este grupo de inexpertos en el ejercicio del poder como unos perfectos “niños inmaduros o malcriados” que se “jalan tortas”, pero no permiten por ninguna razón que se metan con ellos. No en vano los han tildado hasta de “chancletudos”, no porque sean de izquierda radical, sino porque no tienen claro ni en qué creen políticamente y en esa incapacidad demostrada, solo tiran la bola para adelante sin noción alguna de cómo liderar una nación en un mundo pandémico, turbulento y peligroso.

Pensar en negociar con el Fondo Monetario Internacional, seguir el proceso de ingreso a la OCDE, poner precio a empresas e instituciones públicas, recortar presupuesto en lo social porque lo ven como “gastos”, subir impuestos a la clase media y baja para seguir manteniendo protegidos a los grandes evasores y gran capital del país no es en ningún momento algo propio de un gobierno de izquierdas como algunos populistas tildan a Carlos Alvarado. Por el contrario, este gobierno ha seguido recetas de la economía clásica sin ningún tipo de novedad, esa es la línea que precisamente ha criticado la izquierda, su apego a la propuesta neoliberal sobre la privatización o achicamiento del aparato estatal como única solución a los problemas financieros del Estado, así como la flexibilización de las reglas respecto a las jornadas y contratos laborales bajo el contexto de la pandemia.

En política exterior la historia no ha sido muy diferente, continuamos bajo la línea pro occidental; participamos del Grupo de Lima, se reconoció a Guaidó como presidente de Venezuela y siguen las posturas silenciosas frente a las políticas y violaciones de DDHH en países como EE.UU., recordemos las declaraciones del recién llegado ministro Prieto cuando le preguntaron sobre el asesinato del afro estadounidense, George Floyd, a lo cual se refirió como a una “circunstancia policial mínima”, comentario por el cual tuvo que disculparse posteriormente.

Parte del argumento utilizado para decir que este gobierno es de izquierdas ha sido su apertura en temas culturales y considerados polémicos, tales como el matrimonio igualitario o el aborto, pero recordemos que el mismo Barack Obama o Hillary Clinton son de esta misma línea de pensamiento y eso no los hace de izquierda, al igual que tenemos en Costa Rica partidos de derecha con posturas muy abiertas también en lo cultural.

Muy diferente hubiese sido, si al menos se viera intención de parte de la presidencia de proponer pasar a manos de los trabajadores empresas privadas, la nacionalización masiva de las mismas, cambio de rumbo extremo en la dirección de política exterior o una evidente arremetida solamente contra la clase económica más poderosa del país (los ricos). Es que hasta el concepto de economía social solidaria dejaron de lado, como para decir que están “girando” ideológicamente de manera radical.

El problema de este gobierno es un problema de mala gestión, así a como hay empresas exitosas y otras que por mala administración quiebran y desaparecen, lo mismo sucede con un Estado; la calidad, conocimiento y experiencia de sus gobernantes es esencial para el éxito o el fracaso en la vía del desarrollo. Yo no puedo decir que un emprendimiento o una empresa fracasa porque las personas que tienen al frente poseen una u otra ideología, o porque es de una u otra religión determinada, los negocios son negocios y los números son objetivos, no hay espacio para las discusiones superficiales y populistas en que unos cuantos quieren meternos para polarizar más el país, y en este “río revuelto”, buscar sacar provecho político y electoral. Esas si son verdaderas actitudes antipatriotas y oportunistas, es momento de construir, no de dividir.

Así como una empresa requiere de una persona preparada y con experiencia para llevarla al éxito, una nación necesita no solo de personas muy preparadas y con muchos títulos, sino también de empatía, experiencia profunda y conocimiento de causa sobre cada sector que forma el tejido social y productivo del país. Las caras nuevas son necesarias, pero siempre a la par de aquellas cuya experiencia y trayectoria puede ser de gran apoyo en ese proceso de transición generacional, no podemos de ninguna manera pensar que al tener un título ya tenemos el conocimiento absoluto de la realidad, porque esta es mucho más compleja que todos los libros que podamos estudiar en un periodo de tiempo corto.

Eso le ha pasado una cara factura a estos gobiernos PAC, ya que, en la praxis política, se han llegado a meter a una verdadera “selva salvaje” y como tal, las leyes de la naturaleza actúan. Llegaron muy imponentes, criticando a todos, diciendo que todos están equivocados y ellos poseen la verdad sobre el cómo hacer las cosas de forma “progresista, equilibrada y correcta” para cambiar al país, pero nunca se imaginaron ni entendieron el tipo de suelo que realmente estaban pisando. A manera de analogía, para entender bien lo que digo, planteo el siguiente ejemplo; en la selva hay ciertos animales más fuertes que otros, por naturaleza un león o un rinoceronte no son más débiles que un oso perezoso o una iguana, un ratón no es más fuerte que un gato y una tortuga no es más rápida que un venado.

En el mundo marino sucede algo similar, un pez pequeño no puede enfrentarse a un tiburón a una ballena, por eso forman cardúmenes, para defenderse de los más grandes y encontrar de manera más fácil alimentos y sobrevivir así en su entorno. Lamentablemente, nuestro gobierno ha llegado al poder creyendo que son leones cuando en realidad el verdadero poder que rige el mundo se llama el “dios mercado”. Precisamente, como consecuencia de la globalización neoliberal y como lo han afirmado economistas de la talla del Nobel de economía Joseph Stiglitz, el poder del mercado ha pasado por encima al Estado y se ha convertido en quien dicta las directrices en lo social y político desde una racionalidad profundamente economicista basada solo en los criterios de eficiencia, crecimiento y productividad. No en vano tenemos el colapso ambiental global actual.

Esa inexperiencia política y falta de entender lo anteriormente explicado, los ha llevado a cometer errores tremendos, como el caso de la UPAD por citar solo uno de los cientos que tienen a sus espaldas. Esto lo ha aprovechado toda la oposición (izquierda y derecha) para argumentar o reforzar la idea del autoritarismo del presidente y hasta un mensaje anda circulando sobre los “pasos para hacer socialista a un país”, en el que, según el mismo, no estamos muy lejos de parecernos a Cuba o Venezuela. Esto también es un error, ya que los problemas de espionaje, abuso de poder, crisis económicas y autoritarismo no es propio de gobiernos de izquierdas, la misma realidad hoy demuestra la fuerza de los populismos de derecha extrema con sus tendencias xenófobas, anti minorías, autoritarias violatorias de derechos fundamentales básicos.

La única manera de entrar a esa selva y dar una lucha decente, propositiva y victoriosa es imitando a aquellos pequeños peces en el mar que forman su cardumen para enfrentar a los grandes. Un gobierno que quiera ser exitoso y trabajar de verdad por el pueblo, tiene que hacer todo lo contrario a lo que han hechos los últimos gobiernos en Costa Rica. Unir debe ser el lema, trabajar en conjunto, dialogar, escuchar a todos los sectores y tener humildad para aprender es indispensable para formar un nuevo “cardumen social” sólido, con el apoyo real de las bases populares y todas aquellas personas que compartan ese ideal de justicia social, responsabilidad ambiental y crecimiento económico. Ese “gran tiburón” al cual debemos enfrentarnos se llama corrupción, evasión fiscal y falta de voluntad para hacer que las cosas pasen.

Hay un viejo y conocido refrán; “el que oye consejo, llega a viejo”, Costa Rica tiene el potencial, la capacidad probada y la experiencia para salir adelante. Para poner orden en la casa primero hay que ponerse de acuerdo, dialogar y trazar un norte compartido, más allá de solo criticar y destruir, por un lado, o esa prepotencia clasista que se niega a escuchar por otro. Como ciudadano preocupado, respetuoso de nuestro sistema político y con conciencia de la grave crisis país que estamos enfrentando, pienso que es tiempo de construir patria, de pensar como aquellos grandes que formaron nuestro Estado Social de Derecho y sentarnos con todas nuestras diferencias a luchar por lo común, por nuestro futuro, basados en nuestras raíces costarricenses y pensando siempre en el bienestar de toda nuestra nación.

Académico

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