Enrique Obregón V.
Quiero comenzar este pequeño comentario con una afirmación: soy un hombre de izquierda; lo fui antes y lo continúo siendo ahora. Como existe una amplitud de interpretaciones conceptuales en cuanto a la izquierda, me ubico dentro de la izquierda democrática; es decir, en la socialdemocracia.La socialdemocracia es un método de interpretación de la realidad política en un momento histórico determinado. No es una doctrina con valores absolutos y dogmas que sujetan y mediatizan. En consecuencia, lo que se pensó y expuso en 1950 no es lo que se puede pensar y exponer hoy. Como las condiciones cambian y la realidad es distinta, la interpretación que se da ahora es diferente de la que se dio a mediados del siglo XX. La socialdemocracia, como método, no cambia, solamente varían las condiciones sociales.
Por ejemplo, pienso que el poder concentrado que tiene la globalización sufrirá variantes –como consecuencia de la presión de la izquierda democrática–, para convertirse en un comercio y en un sistema financiero de mayor libertad y control, con tendencia a diluir las consecuencias negativas sobre los sectores más desvalidos de los pueblos. Pero, por el momento, ese poder se mantiene. Esa es la realidad en la que estamos viviendo.
Como las sociedades se transforman, la izquierda debe cambiar. Esa es la obligación de la socialdemocracia: encontrar la forma de convivir críticamente con nuevos y poderosos obstáculos, manteniendo en alto las banderas eternas de justicia, solidaridad y paz. Pero lo que no debe hacer la izquierda es sostener una posición conservadora, porque solo tiene la alternativa de ajustarse a las nuevas épocas o de convertirse en reaccionaria.
La izquierda social democrática define el único socialismo posible porque está en capacidad de defender, en la más opresora e injusta de las realidades, el cambio que puede influir en la historia, reduciendo desigualdades y protegiendo a los más necesitados. De esta manera la izquierda, como la entiendo hoy, es una lucha dentro del proceso democrático, respetando las leyes de la democracia, para denunciar los fríos mecanismos del mercado y un tipo de capitalismo que, entre la avaricia y la moral, escogió la avaricia.
El progresismo continúa; solamente tiene la socialdemocracia que modernizarse o, como sostiene Anthony Giddens, está obligada a “elaborar políticas que nos ayuden a preservar y profundizar los valores de izquierdas en la era de la globalización”. Finalmente, recordar que, a pesar de los cambios y variaciones estratégicas, hay un concepto que mantiene firmeza a través del tiempo: no puede haber progreso sin un Estado fuerte que garantice derechos y libertades fundamentales, un Estado democrático y social.