Enrique Gomáriz Moraga
La periodista de Televisión Española describía acertadamente uno de los resultados del debate en la sesión parlamentaria de Control al Gobierno este miércoles, al calificar de trasversal la crítica que ha recibido el Ejecutivo: todos los grupos, adversarios y aliados, han reprochado al Gobierno seguir tomando decisiones sin consultar y, en concreto, de que se hubieran enterado del plan de desescalada por los medios de comunicación. Uno de sus aliados, Gabriel Rufián, portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, ha emitido la advertencia más amenazante, al preguntar al Gobierno si de verdad está interesado en mantener la mayoría actual que lo sostiene. “¿Cuánto les importa la legislatura?” ha dicho Rufián, para agregar: “Tras 47 días sin competencias, sin diálogo y sin coordinación, nos enteramos por una rueda de prensa de sus planes de desconfinamiento”. Su conclusión ha sido lapidaria: si siguen sin consultan sus acciones ponen el riesgo el apoyo de su partido, que es crucial para mantener la legislatura.Cabe entonces la pregunta acerca de cuál es la poderosa razón por la que el Gobierno se empeña en no consultar sus planes, poniendo incluso en riesgo la relación con sus aliados. Y una respuesta refiere a que siente que ya no posee ese corto período de gracia que tuvo para la primera aprobación del establecimiento del Estado de Alarma. Es decir, la dinámica política habría entrado en un círculo vicioso: el Gobierno se vuelve cada vez más unilateral como estrategia de adquirir perfil propio, ante un clima de creciente falta de apoyo y consenso, pero esa unilateralidad provoca en adversarios y aliados una mayor molestia y encrespamiento. Una espiral que puede poner en riesgo las negociaciones sobre el plan de reconstrucción a configurar en la comisión parlamentaria creada al efecto.
De hecho, existe una creciente coincidencia en los medios de opinión pública acerca de que el Gobierno pierde progresivamente credibilidad y consenso. Cuatro ámbitos dan muestras de esta situación: una mayor crítica de los grupos políticos, una menor adhesión de las Comunidades Autónomas, una molestia creciente entre los profesionales de la salud, que tiene reflejo social y una recepción negativa en los medios respecto de las invectivas desaforadas que protagoniza su principal aliado, Pablo Iglesias.
Una simple mirada a la hemeroteca muestra como ha ido creciendo la desafección a las propuestas del Gobierno a cada paso que se ha dado para prolongar el Estado de Alarma. Ello no sólo se refleja en la merma de los votos a favor en cada oportunidad, sino en la elevación del tono de crítica y su amplitud. Desde luego, Vox ha sido la punta de lanza en este rechazo del gobierno, pero lejos de haberse quedado aislado hoy sólo es un primus inter pares en este ambiente de crítica. Ese ambiente ha impulsado el círculo vicioso antes mencionado.
La propuesta de plan de desescalada también enfrenta el rechazo de la mayoría de las Comunidades Autónomas. Además de reclamar una consulta previa por parte del Ejecutivo, su principal crítica se centra en la unidad territorial que propone el plan, las provincias, que los gobiernos autonómicos quieren cambiar por las regiones sanitarias; las cuales no coinciden con las provincias, sobre todo en cuanto a las de mayor tamaño, como sucede con Barcelona, por ejemplo. El Gobierno ya ha anunciado que está dispuesto a negociar caso por caso, pero si acepta la propuesta de las comunidades habrá quedado claro que hubiera sido mejor que lo consultara previamente antes de lanzar el plan.
El otro ámbito donde se ha producido una fuerte ruptura con los planteamientos gubernamentales es el de los profesionales sanitarios. La acumulación de denuncias interpuestas ante los tribunales, incluido el Tribunal Supremo, por varios colegios profesionales y grupos de sanitarios, está teniendo una base común: los niveles de desprotección del personal que lucha contra la pandemia. De hecho, España presenta hoy la mayor tasa del mundo de sanitarios infectados y fallecidos. La lectura de alguna de esas querellas, por ejemplo, la del Colegio de Enfermería, muestra la gravedad de sus acusaciones. Esa enorme molestia parece conectarse con la que provoca entre la población las condiciones en que son tratados sectores importantes de poblaciones en riesgo. La situación de las residencias de mayores está provocando una oleada de protestas entre sus familiares que también parece trasversal respecto de sus simpatías políticas. Como resultado de todo ello, la última cacerolada contra Pedro Sánchez -cuando se encontraba en medio de su alocución por televisión- tuvo una amplitud considerable. Resulta, pues, indudable que el Gobierno no cuenta hoy con un consenso claramente favorable entre la población española.
Desde luego, no ayuda a mejorar ese clima el curso de intervenciones que protagoniza el Vicepresidente Segundo, Pablo Iglesias, dirigente de Podemos. Primero fueron las opiniones desafortunadas -así las calificó el Ministro de Justicia- sobre el Rey y sobre la judicatura, y en la sesión parlamentaria de hoy su enfrentamiento virulento con los representantes de Vox, a los que lanzó con sus peores insultos. “No llegan a fascistas, solo son parásitos”, concluyó en una de sus intervenciones. Para muchos observadores, pareciera que Iglesias necesita de este enfrentamiento soez con Vox para no perder protagonismo en la gestión de la crisis, lo que en el fondo podría estar beneficiando electoralmente a Vox.
Esta dinámica de perdida de consenso y credibilidad del gobierno Sánchez es una pésima noticia. Porque se está traduciendo en una actitud de desafección a sus propuestas, que si se extiende mucho a la ciudadanía podría provocar una definitiva ruptura de la disciplina social frente a la crisis. Algo que evidentemente podría implicar un retroceso en el plano sanitario. Y eso significaría un daño inasumible para el conjunto del país. Por eso sigo pensando que, pese a los errores del Gobierno, es necesario continuar manteniendo la unidad de acción en la desescalada, así como la contribución de todos los sectores en la configuración del plan nacional de reconstrucción. Aunque para ello sea necesario disolver ese circulo vicioso formado por un Gobierno unilateral y una oposición que escala en crispación.